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Largo viaje a Monteverdi

Vespro della Beata Vergine por Raphaël Pichon

Germán Reyes Busch
Á N.11.


 
Claudio Monteverdi
Vespro della Beata Vergine
Raphaël Pichon, Ensemble Pygmalion.
Renaud Brès, Emiliano Gonzalez Toro, Céline Scheen, Adrien Mabire, Perrine Devillers, Zachary Wilder, Marouan Mankar-Bennis, Antonin Rondepierre, Pierre Gallon
2CDS
Harmonia Mundi, 2024

 
Los últimos meses de 2023 y el inicio de 2024 han sido un período extraordinario para la discografía dedicada a Claudio Monteverdi. Se han lanzado, casi al mismo tiempo, dos ediciones de verdadera referencia. Por un lado, la colección completa de madrigales por Rinaldo Alessandrini y, por otro, un registro espectacular de las Vísperas cargo de Raphaël Pichon. 

Rinaldo Alessandrini ha completado su viaje de 28 años por los Madrigales del compositor italiano y lo hace publicando los nueve libros de esta colección en una caja de once discos del sello Naïve. Son lecturas de referencia a la que solamente La Venexiana (11 CDs Glossa) podría alcanzar en calidad. Los Madrigales son probablemente el primer gran itinerario de una voz particular en la música de Occidente. En ellos se observan los cambios estilísticos del periodo y del compositor, pero también podemos acudir a la profundización paulatina de un modo de ver el mensaje sonoro. Los Madrigales de Monteverdi se erigen, en consecuencia, como una summa musical: en ellos hay aspectos concertísticos, solísticos, pero también pre operáticos y todo con un nivel de excelencia y belleza superiores. En definitiva, los Madrigales se pueden entender como una formalización de una de las primeras conciencias verdaderamente modernas de la música occidental.

«Existen, al menos, setenta registros oficiales de las Vísperas de Monteverdi. Es probable que no haya un corpus más fascinante de enfoques tan distintos sobre la misma obra en la historia de la música»

La otra gran summa de Monteverdi la encontramos en una sola obra que, quizá, junto al Orfeo y a algunas arias vocales, se erige como su obra más popular y grabada. Me refiero a la obra que motiva esta reseña: Vespro della Beata Vergine (1610). Lo evidente nos dice que se trata de una de las partituras más bellas de la historia, que sus proporciones están en la dimensión de la Misa en si menor de Bach, de las Pasiones del mismo compositor, de la Misa solemne de Beethoven, quizá de la Tetralogía wagneriana. Eso es cierto, es una obra inmensa, variada, casi alucinada y, sin embargo, con un tremendo sentido de unidad. Lo menos evidente es que la obra se ha transformado en uno de los paradigmas de la evolución y variedad interpretativa del repertorio barroco y por eso referirse a ella obliga a revisar su discografía completa.

Existen, al menos, setenta registros oficiales de las Vísperas de Monteverdi. Es probable que no haya un corpus más fascinante de enfoques tan distintos sobre la misma obra en la historia de la música. El registro pionero fue una grabación parcial de Stokowsky (1953), que, oída sin prejuicios, tiene sus maravillas, como cabría esperarse de un genio como el del maestro. El primer registro «en serio», con instrumentos y enfoques más adecuados, fue el de Corboz (1967), de aproximación más espiritualizada, menos colorido de lo esperado, pero inapelable, quizá mejorado en un segundo registro del mismo director. Sin embargo, debemos el verdadero resurgimiento de la obra a la interpretación televisada de las Vísperas desde San Marcos en Venecia (1989) a cargo de Gardiner, en su segundo intento con la partitura: la espacialidad, la puesta en escena, el dramático juego de ecos, el uso de voces grandes hizo su efecto y la obra se instaló como uno de los legados más importantes del barroco y de la música en generall. El impacto de este registro se conserva gracias a su edición en video y disco compacto (el primero de esta obra).

En la última década, las Vísperas se han vuelto más lacónicas, han dejado, lamentablemente el efecto dramático de lado. Las últimas grandes lecturas se las debemos, aparte de la mencionada de Gardiner, a Jordi Savall (igual de 1989), Konrad Junghänel (1998), Gabriel Garrido (1999) y Robert King (2006). No es que los registros restantes estén mal; de hecho, son estupendos. Esta obra increíble siempre ha estado bien servida. Simplemente el enfoque minimalista, casi tudoriano, a lo Parrot (1984), le quita un elemento sustancial a la obra: su condición arquitectónica de artificio sonoro-espacial, que tan bien entendió Gardiner. En esto se quedan algo cortas las coloridas lecturas de Alessandrini (2004) o Pluhar (2011).

La pandemia mermó la frecuencia de registros de las Vísperas, así que tras casi cuatro años de receso aparece esta nueva lectura, y no es cualquiera: es la nueva referencia. Al fin, vuelve el color, el arrebato, la teatralidad y la espacialidad.

Raphaël Pichon y sus huestes habían lanzado esta lectura en 2023, pero rápidamente se agotaron sus existencias, de modo que tenemos un relanzamiento este 2024. ¿A qué debemos este éxito que ha sido unánime en la crítica y en los auditores? Primero, Pichon refresca toda la obra, cada frase cantada es muy expresiva en los magníficos coros que se dan maña de susurrar y, cuando corresponde, manifiestan contagiosa exaltación. Los solistas son de primer nivel (entre ellos, el chileno-suizo Emiliano González Toro, él mismo estupendo director del compositor italiano). Lo que llama la atención en esta aproximación es la abierta expresividad, la dulzura jamás melosa, el contraste siempre elocuente. Segundo, Pichon agrega, siguiendo cierta tendencia de algunos directores, un par de números a este inmenso fresco musical: antes de la fabulosa «Sonata a 8 sopra Sancta Maria», podremos oír la más contemplativa «Sancta Maria succere miseris» (un motete de 1627). Además, Pichon repite al final el «Deus in adjutorium» incorporándolo a modo de cierre en el «Domine, exaudi orationem meam». El director omite el «Magnificat» alternativo, que suelen agregar algunas ediciones.

«Pichon apuesta a la teatralidad de repetir el espectacular inicio tras el “Magnificat” de cierre, otorgándole un carácter cíclico a esta música. Algunos podrán no estar de acuerdo con esta decisión, pero suena muy coherente a oídos más contemporáneos»

¿Por qué nueva referencia? Hay muchos méritos en este registro. Como se señaló, se recupera la espacialidad de la obra, que tanto llamó la atención en sus días a un defensor de las vanguardias como Robert Craft; el canto coral jamás ha sido más expresivo, con el permiso de Gardiner y Alessandrini; la grabación es excelente y, por si fuera poco, Pichon apuesta a la teatralidad de repetir el espectacular inicio tras el «Magnificat» de cierre, otorgándole a esta música un carácter cíclico. Algunos podrán no estar de acuerdo con esta decisión, pero suena muy coherente a oídos más contemporáneos.

Si no conocen la obra éste es el disco; si ya la conocen muy bien, también. Candidato a disco del año, sin duda.