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El paisaje y los oficios

Chile de arriba a abajo

Felipe Joannon O.
30 de enero, 2025 Á

Título libro: Chile de arriba a abajo
Autor: Manuel Rojas, ilustraciones de Elisa Monsalve
Año: 2024
Editorial: Grafito
Nº páginas: 100

 
Lo suyo no era la poesía y Manuel Rojas lo supo desde el principio. En un pasaje lleno de humor, el autor de Hijo de ladrón refiere cómo su infortunado amigo, José Domingo Gómez Rojas, lo había alentado a escribir poemas, allá por la década de 1910. El hombre de los mil oficios, nuestro vagabundo más ilustre, se entregó con celo juvenil e inmoderada aplicación a la ingrata tarea de dar forma a un verso. El resultado: «empecé a escribir poesía y produje las peores que se hayan escrito en el hemisferio sur. Estaba de moda el modernismo, […] y yo, que no tenía cultura literaria y que carecía de espíritu crítico, seguí la moda y hablé de las princesas con un desparpajo no igualado hasta este momento» («Hablo de mis cuentos», Santiago, 21 de marzo de 1969). Lo suyo no era la poesía, cierto, al menos no en ese momento, y tras publicar un trabajado soneto en la revista de Los Diez («El gusano»), Rojas se dio a lo que mejor sabía hacer, contar historias. Había cruzado a pie la cordillera de los Andes a los dieciséis, ¿a qué cantar a lo Darío?

Los versos contenidos en este breve y hermoso libro de reciente aparición, escritos pasados los setenta años por Manuel Rojas, le deben felizmente menos a sus dotes juveniles de poeta que a su caminada experiencia del paisaje. «Caminar es conocer», repetía el novelista, y no es casualidad que tan solo un año antes Rojas publicara una compilación de crónicas titulada A pie por Chile (1967), cuyo sustrato es el mismo que anima los versos que ahora reseñamos, y que, a nuestro entender, hoy se imprimen por primera vez. Compuestos en colaboración con Ángel Parra, ocho de los nueve poemas (o canciones) que forman esta obrita fueron a parar al séptimo álbum del hijo de Violeta, quien ya había musicalizado algunos versos de Neruda en 1966 (Arte de pájaros) y trabajado codo a codo con Fernando Alegría en 1967. Chile de arriba abajo (1968) venía así a cerrar una trilogía formada por colaboraciones entre escritores populares y uno de los principales representantes de la Nueva Canción Chilena.

Tal como lo sugiere el título, el libro de Rojas (y el álbum de Parra) propone un recorrido de Norte a Sur, comenzando con textos como «Atacameño» y «Hombre del Loa», para después ir bajando hacia la zona central con «Salinas», y adentrarse luego en el sur de Chile, con títulos como «Chucao», «Puerto Edén» y «Lobero muerto», todo ello atendiendo a los ritmos y las métricas de las zonas cantadas, desde el trote y la cachimba norteña hasta la sirilla chilota, pasando por la tradicional tonada. Cada canción viene precedida por un breve texto que contextualiza los versos que vendrán. En la versión musicalizada —transcrita en este libro por Raimundo Atal— es el propio Rojas el que lee estos textos. Conmueve la llaneza de sus palabras, la monotonía de su pronunciación.

Por varios motivos, cabe notar la concomitancia con Poema de Chile, el texto póstumo de Gabriela Mistral, en el que la poeta recorre el país junto a un niño indígena y un huemul, deteniéndose en las particularidades del paisaje y de su gente. En efecto, el último libro de Mistral ve la luz solo un año antes, en 1967, y sigue el mismo criterio geográfico para ordenar sus poemas (labor que fue llevada a cabo por Doris Dana, como sabemos por sus palabras en el prólogo). Amén de tales coincidencias, hay una mirada común que los acerca a ambos, relacionada con una aproximación a la naturaleza que siempre está transida por una humanización del paisaje. No existe, ni para Rojas ni para Mistral, algo así como una naturaleza fuera de la sociedad de los hombres, como sí puede advertirse, en cambio, en otros poetas (a ratos en Neruda, por ejemplo). Todos los textos de este libro (con excepción de «Chucao») tienen como protagonista al hombre y a la mujer chilenos: el pastor, el lobero, los trabajadores de las salinas. La tensión social entre patrón y obrero, invasor e indígena, está presente en estos escuetos versos, y de manera más explícita en los textos introductorios.

A la voz de Ángel Parra y a la letra de Manuel Rojas se suma, en este libro polifacético, la mano de la ilustradora Elisa Monsalve. Cada uno de los poemas/canciones está flanqueado por dibujos que captan espléndidamente, con la sencillez de su línea, el sentido sobrio expresado por el escritor. Otra curiosidad que nos depara esta publicación es su carácter bilingüe. Todos los textos, incluido el prólogo y las notas de Jorge Guerra, de la Fundación Manuel Rojas, están traducidos al francés (en coincidencia con el país que acogió a Parra durante el exilio). Es un acierto que los textos de ambos idiomas no estén frente a frente. El libro es una suerte de espejo simétrico: por una parte, se accede a la versión en español, y si se voltea el libro accedemos al mismo contenido e ilustraciones en su versión francesa.

Todos los libros son el resultado de un esfuerzo colectivo, pero en esta obrita de cien páginas esta afirmación se vuelve más rotunda, más explícita. Las canciones compuestas por el cantautor y el escritor adquieren otros matices en manos de la ilustradora, el transcriptor y la traductora (Sylvie Moulin), como puede comprobarse cuando se escuchan las voces de Rojas y Parra mientras se lee el libro. Lindo homenaje a nuestro principal novelista, que supo agregar en versos simples un paisaje patrio forjado en los oficios.