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Editorial Átomo N.11.

Átomo
Revista Santiago, Chile Á. - N.11.

 
Se le llama «crimen organizado» a un grupo estructurado y coordinado de personas que hace negocios en mercados de bienes ilegales, como drogas o bienes falsificados, pero también en mercados de bienes legales —que se venden «en negro»—, como piedras preciosas, obras de arte, cigarros, cobre, madera, salmones, armas, entre otros. Estas bandas también pueden ejecutar «servicios» como lavado de dinero, extorsión, contrabando y tráfico de personas, entre otros.[1] Siempre cometen delitos, ya que al fin y al cabo son una empresa ilegal, pero por lo general son delitos graves que les son necesarios realizar para llevar adelante y consolidar sus negocios —controlando territorios y/o compitiendo con otras bandas, por ejemplo—, a pesar de que siempre intentarán pasar lo más desapercibido posible. Parte de esto lo analiza Pilar Lizana en su ensayo para este número de ÁTOMO.

El crimen organizado como concepto se origina a fines del siglo XIX en Estados Unidos y se consolida alrededor de 1940-1960, a pesar de que existían bandas criminales organizadas desde hace cientos de años en Chechenia, Turquía o Sicilia. Se le asoció por esto, en sus inicios —y todavía hasta el día de hoy—, a diferentes grupos étnicos —principalmente italianos— que actuaban muy jerárquicamente y en clanes familiares. Con el tiempo, sus formas de organización y operación ha variado, especialmente en los últimos veinte años debido a la globalización, internet, la inmigración y la transnacionalidad en el actuar de estas bandas criminales. El concepto aparece primero con fuerza en Estados Unidos cuando la ingeniería social de moda prohibió actividades como los juegos de azar o el consumo de alcohol y drogas, lo que generó oportunidades para diferentes clanes ya instalados en ese país. Es en esa época cuando se empieza a sistematizar la persecución y el estudio del crimen organizado como tal. Así, la Ley Seca o Gran Prohibición, como se le llamó a la prohibición de producción, importación y comercialización de alcohol en Estados Unidos, fue lo que habría hecho «nacer» a Al Capone y gran parte de nuestro imaginario de las mafias. Antes de esas prohibiciones, esos grupos criminales no existían como tales, lo que también se puede decir con lo ocurrido después mundialmente con el comercio del opio, la heroína o la cocaína, sustancias prohibidas recién en el siglo pasado, y que fueron durante mucho tiempo comerciadas por grandes empresas como la mismísima Bayer.[2] El crimen organizado que comercia drogas ilegales como la marihuana en sus inicios, y la cocaína desde los 80 en adelante, azota a Latinoamérica hace muchos años, pero por primera vez llega y se instala en Chile de manera importante con bandas que van más allá de las drogas, comerciando bienes contrabandeados, y ejerciendo extorsión y violencia en diferentes territorios antes tranquilos. Quedará pendiente para otro número de ÁTOMO contar las historias de las pocas células criminales de este tipo que existían en Chile, como la del Cabro Carrera y las de otros «pioneros» chilenos de los bajos fondos que, sin embargo, nunca llegaron a los niveles de crueldad, sofisticación operativa y delictiva, y el control territorial que vemos hoy, como se puede leer en la reseña que hace Bastián Romero del libro que analiza el «Tren de Aragua», una de las tantas organizaciones criminales que desde Venezuela infectan a Chile y el mundo. Para el caso de Chile, perseguir este nuevo tipo de organización representa un problema nuevo, por lo que se necesita institucionalidad nueva, tal como ocurrió en Estado Unidos a mediado del siglo pasado, y tal como lo explica en su ensayo exfiscal regional y exdirector de la Unidad de Drogas del Ministerio Público, Luis Toledo, para este número de ÁTOMO, lo que incluye también tomar conciencia del problema existente en las cárceles, que se han convertido en incubadoras y aceleradoras de este tipo de organizaciones, como explica también para esta edición, Christian Alveal, exdirector nacional de Gendarmería.

Luego de la muerte de Pablo Escobar en Colombia y el cambio de eje del narcotráfico de cocaína desde su Cartel de Medellín hacia el Cartel de Cali, el crimen organizado en Latinoamérica tuvo un vuelco, cuando se desconcentra en su operación y se mueve en gran medida a México, donde sigue operando de manera importante hasta el día de hoy, pero evolucionando cada vez más a drogas sintéticas y heroína, antes más escasas. Luego, en el mismo Latinoamérica, aparece el Socialismo del Siglo XXI, el movimiento político «bolivariano» que liderara Hugo Chávez desde Venezuela y secunda Rafael Correa en Ecuador —apoyados por la izquierda mundial, incluido la chilena—, coordinados de manera importante a través del Foro de Sao Paulo. A pesar de las diferencias existentes entre ellos, Douglas Farah explicita en sus diferentes publicaciones la importancia de este movimiento en la consolidación del crimen organizado internacional, a través de asociaciones que hicieron con movimientos terroristas y paramilitares que participaban del crimen organizado, como las FARC y disidentes. El expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, deja esto sentenciado en la entrevista que le hace Axel Kaiser para esta edición de ÁTOMO: luego de un tiempo, todos los «vuelos ilegales» mediante se comerciaba droga y mediante los cuales se movilizan los criminales, dice Uribe, «se habían trasladado al espacio aéreo venezolano. Entonces habían tenido refugio grupos anarquistas, y Chávez les daba el alcance de partidos políticos a las FARC, al ELN, etcétera».[3] Así es como también cayó Ecuador, un país que pasó de ser uno de los países más pacíficos de la región, a ser hoy un país en completo caos debido a la laxitud política de Rafael Correa, que al igual que Chávez modificó Constitución —en la línea del «Nuevo constitucionalismo latinoamericano»— desestabilizó las instituciones y prácticamente eliminó la separación de poderes. En ese país, las cárceles fueron las principales incubadoras de los grupos que se apoderaron del país, especialmente Guayaquil, ciudad puerto.[4] En Colombia, luego de que los carteles se disolvieran —al menos en tamaño y monopolización de los negocios—, el problema se concentró en los grupos terroristas que entraron en el negocio, como las FARC. Sin embargo, luego de ser controladas en un grado mayor por el presidente Uribe, se terminó por deshacer en parte el camino avanzado, ya que se les otorgaron perdonazos y se les permitió institucionalizarse, arriesgado el futuro del país, como explica el mismo expresidente en su entrevista. Es importante destacar que el terrorismo es diferente al crimen organizado, pero muchas veces el terrorismo crea o se asocia con bandas de crimen organizado para buscar financiamiento. Es por eso que en Chile, por ejemplo, no es extraño que los movimientos terroristas que azotan la región de la Araucanía han incursionado en el negocio de la extorsión, robo y venta de madera, e incluso el narcotráfico, como explica Gonzalo Arenas en su reseña del libro que describe la situación de la región del sur de Chile.

El crimen organizado es, al fin y al cabo, una empresa ilegal, que puede ser grande o pequeña, pero también una verdadera multinacional, que representa un atajo para obtener un estilo de vida atractivo y protegido para muchas personas que viven en la pobreza y soledad. Es por eso que, además de la voluntad política necesaria para acabar con él en el corto plazo, como explica Francisco Alcorta en su análisis de la utilización de las Fuerzas Armadas —que analiza el caso de Suecia—, en el largo plazo, la única solución es entregar estabilidad socioeconómica a un país porque si no, la sociedad civil y el Estado son reemplazados por estos grupos que entregan protección, sentido de pertenencia y trabajo. Pendiente quedará también para otro número de ÁTOMO un ensayo que analice la penetración de la narcocultura, que además de Hollywood, ha conquistado a las series, las conocidas «narconovelas», y la música, influyendo de manera importante en las juventudes del mundo de hoy y en sus estilos de vida. Como siempre incluimos también en este número de ÁTOMO otros artículos como entrevistas, poesías, reseñas de libros y de música.

[1] El año 2000, la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, lo definió como «grupo estructurado de tres o más personas que exista durante cierto tiempo y que actúe concertadamente con el propósito de cometer uno o más delitos graves o delitos tipificados con arreglo a la presente Convención con miras a obtener, directa o indirectamente, un beneficio económico u otro beneficio de orden material».

 

[2] Una crónica al respecto acá: https://www.abc.es/historia/abci-cuando-cocaina-y-heroina-vendian-normalidad-prensa-espanola-siglo-202110030115_noticia.html

 

[3] Página 53.

[4] Farah, D. (2024). «Fourth Transnational Criminal Wave: New Extra Regional Actors and Shifting Markets Transform Latin America’s Illicit Economies and Transnational Organized Crime Alliances». Research Publications, 64. Florida International University. Leer también una entrevista reciente para el medio Ex-Ante : https://www.ex-ante.cl/douglas-farah-experto-internacional-en-crimen-organizado-en-chile-el-problema-esta-mas-avanzado-de-lo-que-se-piensa/