Otto Klemperer: The Warner Classics Remastered Edition. Vol. 1. Música orquestal.
Otto Klemperer (director) y varios solistas y orquestas
95 CDS
Warner Classics, 2023
Otto Klemperer. The Warner Classics Remastered Edition Vol.2. Música sacra y óperas.
Otto Klemperer (director) varios solistas y orquestas
29 CDS
Warner Classics, 2023
En los 70 y 80 los discos en vinilo de Otto Klemperer en el sello EMI se buscaban, se atesoraban y se oían mucho. «Don Otto» era respetado por los melómanos del mundo. Era garantía de seriedad y además, en esos años pre historicistas, de fidelidad espiritual y sonora. Mientras los discos de Karajan en el mismo sello no tenían «buen micrófono»; esto es, sonaban de modo desigual y extraño, a veces demasiado brillantes y otras demasiado opacos, los discos de «don Otto» se oían siempre bien. No había duda: Klemperer tenía «buen micrófono». Por algo Walter Legge lo contrata y lo convierte en una máquina de hacer discos, la mayoría de ellos extraordinarios, algunos sólo muy buenos, otros pocos polémicos, pero ninguno rutinario.
Vivimos una época privilegiada. La industria del disco se reinventa y debe acomodar sus precios. Ahora podemos tener en un solo envío que llega a la puerta de nuestro hogar, en un par de cajas (de 95 discos sinfónicos y 29 discos vocales respectivamente) y a precio muy bajo por disco compacto, todo el legado de una leyenda de la dirección orquestal. Además, los reprocesados realizados por Art and Son en Francia son fantásticos: las antiguas grabaciones adquieren un brillo natural y profundidad (lo más difícil de lograr desde los antiguos discos de 78 rpm), sin por ello sacrificar los detalles que se perdían con las antiguas técnicas que eliminaban los ruidos, pero que en el proceso se llevaban frecuencias enteras. La edición que comentamos presenta una curatoría dedicada: buenos libretos, carátulas originales, detalles completos de cada grabación y presentación de los discos en estricto orden cronológico El único «pero» radica en que las carátulas originales también indican el lanzamiento original en vinilo, de modo que hay obras que antes se habían editado en un solo CD, pero que acá aparecen divididas en dos, ya que se respeta, en la gran mayoría de los casos, la disposición del primer lanzamiento en LP. En el primer volumen dedicado a la música orquestal, los ocho primeros discos son monofónicos y los restantes 87 en magnífico estéreo. En el segundo volumen, dedicado a la música religiosa y óperas, los 29 discos se oyen en perfecto estéreo. Es decir, un sueño hecho realidad para cualquier melómano sobreviviente de la romántica, pero a veces decepcionante y costosa época de las cacerías de tesoros discográficos.
Con estas cajas, Warner continúa con su exitosa política de relanzar todo su catálogo en las mejores condiciones técnicas posibles y a precios muy cómodos si se considera el número de discos de cada lanzamiento. Anteriormente la gran mayoría de estos registros habían sido publicados por EMI y la misma Warner en cajas más focalizadas (como sucediera en su momento con los registros de Celibidache), pero sin reprocesados nuevos, sin carátulas originales, sin un orden cronológico. En esta edición hay solamente algunos registros nuevos concentrados en el primer volumen: algún fragmento de Hindemith y grabaciones con las composiciones del mismo Klemperer, que es lo más interesante, pero no esperemos encontrar tesoros perdidos. Tal como sucediera en las nuevas ediciones de Claudio Arrau o de Wilhelm Furtwängler, las novedades no son lo que debería motivar la compra de estas cajas, sino los magníficos reprocesados de grabaciones ya conocidas, la posibilidad de completar este importante legado y además ocupar poco espacio en la estantería. En total, las novedades son marginales y no suman más de 4 discos (si contamos entrevistas). Un dato curioso y no sé si necesariamente sea un defecto: al igual que en la edición Furtwängler, se incluyen registros solamente tomados en estudio (me parece que la excepción es el Petrushka de 1967), de modo que no tendremos ningún Mahler alternativo (lanzados en EMI o Testament en su momento) o los Conciertos de Beethoven con Claudio Arrau (que sí se incluyeron en la caja dedicada al pianista y también en Testament). Además, no se incluyen algunos de los primeros registros (no realizados por EMI) que se pueden encontrar en una caja Archiphon, algo similar a lo que ocurrió con el lanzamiento de Arrau.
En ediciones anteriores de Átomo, hemos señalado que Warner viene haciendo bien las cosas hace un rato. En la base de estos proyectos con grandes directores de orquesta hace ya unos años tuvimos la edición remasterizada de Karajan (dividida en varias cajas pequeñas temáticas), le siguió la impecable caja Charles Munch con todos sus registros en el sello y etiquetas afines (2018, 13 CDs), en el intertanto y siguiendo el común denominador de sonido reprocesado a partir de matrices originales aparecieron relanzados Celibidache (comentado en Átomo 2) y Cantelli. Pero el primer lanzamiento con el actual modelo, que considera reprocesados nuevos, carátulas originales y orden cronológico de los registros comenzó con la mega caja de Barbirolli (2020, 109 CDs), le siguieron George Szell (2020, 14 CDS), André Previn (2021, 96 CDs), el Furtwängler ya mencionado (2022, 55 CDs) y Kurt Masur (2022, 70 CDS). A estos se podría sumar la extraordinaria edición André Cluytens en ERATO, con exactamente los mismos criterios mencionados (2018, 65 CDs).
«Con estas cajas, Warner continúa con su exitosa política de relanzar todo su catálogo en las mejores condiciones técnicas posibles»
Los registros de Klemperer han envejecido muy bien. Sus modos no fueron jamás moda. En cierto modo, Klemperer siempre dirigió igual. Es curioso, Klemperer es considerado fuera de toda duda como uno de los grandes directores y esto sin pertenecer al grupo de directores inspirados como pudieron serlo Furtwängler, Cluytens o Munch, ni a los estructurales y coloridos como Martinon, Ansermet o Fricsay, mucho menos a los galvanizados como Karajan, Kubelik o Szell. El cliché señala que Klemperer dirigía lo rápido muy lento y lo lento rápido… lo cual es cierto, pero le queda bien. No olvidemos que Klemperer se regía por la máxima mahleriana de tocar a la velocidad necesaria para que todo se oyera. También es un lugar común señalar que Klemperer es granítico. Pero eso es mentira o, al menos, muy inexacto. El sonido de Klemperer es rotundo, sin duda, pero siempre lleno de colores y matices. Su estructura es pétrea, pero la paleta de «don Otto» es multicolor. Si éstas son piedras, son piedras pintadas. Klemperer lograba colorear sus trazos amplios y definidos exigiendo una articulación clarísima de todos los instrumentos, el sonido debía ser siempre enfático, arcos muy pegados a las cuerdas, maderas incisivas, metales saliendo por los rincones para aportar una tridimensionalidad fantástica y un manejo del registro bajo que ningún director, salvo Furtwängler, ha logrado igualar: Con Klemperer siempre da la sensación de que un magma volcánico está a punto de desbordarse tras apariencias de líneas clásicas e implacables.
Tengo la idea de que a veces los melómanos dejamos de lado a Klemperer. Ya no lo mencionamos tanto. La industria de la música más académica es enorme y figuras históricas como Karajan, Furtwängler o incluso Toscanini suelen acaparar mayor atención. En mi caso, durante largos años, dejé de oír las lecturas klempereanas de música barroca, de Mozart y Beethoven. Había que atender a lo que hacían los historicistas de los 80, de los 90 y del siglo XXI. Pues han pasado cuatro décadas por lo menos y, sin ninguna duda, lo que han hecho en Mozart o Beethoven estas revisiones historicistas no ha superado el modo de hacer implacable de Klemperer. Vayamos a la Sinfonía 25 del genio de Salzburgo y oiremos todos los detalles, capas de sonidos que se superponen con énfasis y drama. Una grandeza y una claridad a la par que ningún modo históricamente informado ha igualado, como si a los excelentes modos de Harnoncourt se le hubiese agregado el peso de la tragedia. Incluso las lentitudes de sus oratorios resisten el paso del tiempo, y esto gracias a la belleza de los sonidos que emiten sus solistas, particularmente en maderas, y cantantes de primer nivel. La Pasión según San Mateo no es para oírla todos los días, pero no hay nada equivocado en ella y si es lenta, lo que único que produce esa lentitud es que su belleza dure más tiempo. Lo anterior se expone solamente para señalar que Klemperer no será históricamente informado, pero vaya que sí lo está en términos musicales y artísticos.
Obviamente, no se puede dar un detalle de cada uno de estos 129 discos. De modo que este comentario agrupará las grabaciones en tres categorías:
1. Registros que hoy no serían referencia.
Con aspectos destacados, pero definitivamente alejados de todo aquello que se pueda denominar registro obligatorio, tenemos los discos con música de Bach y Händel. En efecto, las obras orquestales de Bach (acá presentadas por duplicado en el Vol. 1) son interesantes, pero en esta misma categoría de registros sin criterios historicistas Scherchen muestra mayor incisividad, ni hablar de la poesía que es capaz de desplegar Karl Richter. En la Misa en si menor, San Mateo y Mesías (Vol. 2) se valora la construcción muy sólida y grandes aportes de solistas instrumentales y vocales, pero ya lo sabemos: esto no se hace así y con criterios no historicistas, nuevamente, Karl Richter o incluso un Colin Davis en Händel se muestran más en sintonía.
Curiosamente, el Haydn de Klemperer no está a la misma altura de su Mozart. En cierto modo, Mozart admite un concepto grandioso, pero Haydn requiere de una frescura que se distancia de la visión de “don Otto”. En su Haydn no hay nada mal, pero tampoco esperemos encontrar una revelación.
Hay un grupo de registros históricos, como los realizados con conciertos, música de Kurt Weill o algún Stravinsky, que se obtienen de matrices de discos de 78 rpm. Estas grabaciones las podemos dejar aparte, ya que son muestras de un momento, de la preocupación por cubrir un repertorio nuevo en ese entonces. Esto no quita ciertos detalles interesantes; por ejemplo, no siempre Klemperer optaba por lecturas ciclópeas, sino que sabía aportar cierta acidez expresionista en ciertos repertorios.
2. Registros polémicos.
Acá el apartado es mayor y muy interesante. Lo polémico es a veces muy digno de oírse. Estas grabaciones hacen huir a ciertos melómanos mientras otros las defienden. Soy de quienes suelen defenderlas: Algunos de sus últimos Schumann (en particular una Renana que en sus manos parece otra obra), su Séptima de Mahler, su Petrushka de Stravinsky.
Las Sinfonías de Schumann me parecen de referencia todas: rotundas, clarísimas, lentas pero, como se dice: «cojonudas». La polémica Renana es una apuesta que vale la pena experimentar. En la Séptima de Mahler, de la cual algunos melómanos huyen con espanto, yo solo encuentro análisis superior y un conocimiento inaudito de cada rincón de este fresco imposible. Vayan a la primera Música nocturna y sí, ahí está toda la naturaleza viva, acechándonos… una gloria. El único registro al que le huiría sería la Cuarta del mismo compositor con una Elisabeth Schwarzkopf fuera de rol, cargante y pedante en el cuarto movimiento. El mismo Klemperer posee registros mejores, más ácidos y mejor cantados en el final, pero monofónicos y tomados del vivo (por ejemplo, el que se incluye en la caja Audite).
La opinión también está dividida con algunos de los registros de Bruckner. Nos referimos a las Sinfonías Siete, Ocho y Nueve. Al parecer Klemperer no pretende plantear un Bruckner muy efusivo y se ciñe a desarrollar el discurso con una lógica absoluta, sin arrebatos, sin una dinámica extremada, a pulso cómodo o derechamente pausado. Pues polémico será, pero esto me suena perfecto para Bruckner. Sin embargo, la Octava se ve afeada por una edición extrañamente recortada.
Algunos conciertos, en los que ejerce de acompañamiento, también son discutidos. Hemos mencionados que no consideraremos como referencias los registros “históricos”, grabados en los años monofónicos. No siempre los solistas se muestran en su mejor momento, nada menos que la gran Clara Haskil, por ejemplo, o no se oyen muy en sintonía con el director, como le ocurre en perfecto estéreo esta vez, a Barenboim en el ciclo beethoveniano (una pena que no haya hechos estos registros completos y en estéreo con Arrau. Dupla de oro)
Por último, quizá por sus modos similares a la Séptima de Mahler, el Petrushka de Stravinsky, grabado en 1967, hace huir a varios críticos mientras otros quedan pasmados ante la riqueza de detalles y acentos. Soy de los últimos, pero la advertencia está hecha. Esto se trata de un registro muy idiosincrático, pero fascinante.
3. Las referencias.
Pues casi todo. Todo el Beethoven sinfónico con varios registros duplicados, el Concierto para violín con Oistrakh (Vol. 1), Fidelio y Misa solemne (Vol. 2). Si Karajan galvaniza la Philharmonia, Klemperer la profundiza. Nuevamente solamente un Furtwängler se podría encontrar en esa liga. Referencial también todo el Mozart de ambos volúmenes. A pesar de que algunas de sus óperas pudieron haberse situado en su momento en un espectro un tanto polémico, esto por un enfoque alejado de la belleza de la línea vienesa, pero hoy los méritos de Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, Cossi fan tute y, por sobre todo, La flauta mágica se imponen. Klemperer no apuesta por la belleza melódica de la frase, sino por la belleza de la construcción y sabe ser rústico, socarrón, sabe de ironía y grandeza sin ceder en ningún momento a la tentación de fracturar la línea. Los mismos méritos se encuentran en las Sinfonías y Serenatas, varias duplicadas (Vol. 1): lecturas clásicas, grandiosas, solamente replicadas en su calidad por un Bruno Walter en el final de su carrera. Estas grabaciones quizá se oyen mejor hoy que en su momento, precisamente, porque se nos había hecho pensar que Mozart es una fina vajilla de porcelana vienesa y no una de las primeras manifestaciones de una conciencia plenamente moderna de una psicología llena de claroscuros. El componente dogmático de cierto historicismo ha retrocedido y eso permite que Klemperer avence. Así como Brahms dijo que sólo Mahler pudo entregar toda la grandeza del Don Giovanni en Praga, el discípulo mahleriano, Klemperer, sabe extraer de Mozart todo aquello que lo hace uno de los genios de la música y no una mera muestra de estilo clasicista.
Lo demás ya lo sabemos: Uno de los grandes ciclos de Brahms (incluye Un réquiem alemán en el Vol. 2), algunos Mahler imprescindibles: una Resurrección y una Novena rotundas y profundas a los cuales se agrega el que quizá sea su mejor registro en este repertorio: Das Lied von der Erde (con Wunderlich y Ludwig en estado de gracia). Grandes lecturas de Schubert, incluso de Mendelssohn (increíble Sueño de una noche de verano). En el apartado de Bruckner, sus lecturas de la Cuarta, Quinta y, por sobre todo, la Sexta, se ubican entre los legados importantes del genio de San Florián.
Sabemos que el Wagner de Klemperer también es extraordinario: En el Vol. 2 se puede oír su siempre citado y referenciado Buque fantasma y en el Vol. 1 los que quizá sean -junto a los grabados por Szell y Cluytens- los mejores discos de oberturas y fragmentos sinfónicos wagnerianos. Algo menos citado y destacado es su Richard Strauss, pero si se oye nuevamente con atención, no hay razón para alejarlo de las referencias y claramente estos registros de estudio son superiores a lo que Klemperer nos ha legado desde el vivo.
«Tal como sucediera con Claudio Arrau o con Wilhelm Furtwängler, las novedades no son lo que debería motivar la compra de estas ediciones, sino los magníficos reprocesados de grabaciones ya conocidas, la posibilidad de completar este importante legado y además ocupar poco espacio en la estantería»
La sorpresa -que siempre lo ha sido ya que las obras no las relacionaríamos con los modos klempereanos- viene de parte de una de las mejores lecturas de la Sinfonía fantástica de Berlioz, pero también de la Sinfonía de Franck, de la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak y de las últimas tres sinfonías de Tchaikovsky, en especial una Quinta impresionante. Estos registros se suelen olvidar a la hora de mencionar las referencias; de hecho, yo suelo olvidarlos. Esta edición obliga a volver a mencionarlos.
En conclusión, estos relanzamientos son obligatorios para cualquier coleccionista, en el hipotético y extraño caso de que no tuviera o no conociera estos registros. Para quienes no tengan las reediciones anteriores en cajas pequeñas EMI o WARNER, o posean solamente discos sueltos de la antigua EMI, también es obligatorio, el reprocesado lo exige. Para el resto, la calidad de la factura técnica del sonido y la curatoría pueden ser un buen estímulo para adquirir lo que quizá sea el gran relanzamiento clásico de 2023.