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La gran tradición checa de Mahler

Semyon Bychkov con la Filarmónica Checa

Germán Reyes Busch
Á - N.9

Mahler: Symphony No. 5

Czech Philharmonic Orchestra, Semyon Bychkov

1 CD

Supraphon, 2022

 

Una obra difícil en su estructura que gracias a Semyon Bychkov logra consolidarse como una nueva referencia.

 

 

El Mahler de los checos es colorido. Las maderas y metales de la Filarmónica Checa o de la Sinfónica de Praga son inconfundibles, se retuercen como si fueran instrumentos venidos de otras épocas. Su cuerda es brillante. Sumémosle a esto que estos instrumentos son dirigidos por genios como Ancerl, Neumann o Kubelik, la calidad referencial está servida. No hay Mahler mediocre que venga de la República Checa, quizá porque Mahler venía también de esas regiones y su paleta sonora se formó con esos sonidos militares, con esos ritmos internos y bien marcados, en medio de ese universo sonoro.

 

«Bychkov evita la charanga, hace que la cuerda exponga con claridad absoluta todos los contrapuntos mientras maderas y metales se sueltan como primas donnas»

 

El asunto es que hemos debido esperar varias décadas para que un Mahler checo de primer nivel vuelva a posicionarse en medio del universo de registros venidos de Estados Unidos, Alemania o Inglaterra. A cargo de este nuevo desembarco eslavo está la Filarmónica Checa (el ciclo de Vaclav Neumann con esta orquesta es de referencia hace décadas) y su titular, el ruso Semyon Bychkov, quien ya había mostrado sus credenciales con un notable ciclo Tchaikovsky. Es el turno de Mahler. La crítica se había hecho cargo de una Cuarta Sinfonía candidata a disco del año, increíblemente detallada, coherente y sentida; lo más importante, novedosa en su planteamiento. En esta Quinta, se mantiene el mismo nivel de excelencia y de novedad.

 

La Quinta Sinfonía es una de las favoritas de los mahlerianos. Sin embargo, siempre se afirma que es una obra con problemas estructurales, que es de una extensión desmesurada (de hecho es la más extensa en número de compases), que requiere un director de mano firme si no se desea que se desarticule en una serie de episodios inconexos. Pues, Bychkov le otorga a la obra una coherencia que quizá solamente antes la habíamos apreciado en Karajan y en Vaclav Neumann, precisamente con esta misma orquesta en la década de los setenta. Para lograr esta proeza, Bychkov asegura el trazo discursivo con tiempos moderados, dejando que las fluctuaciones ocurran en las transiciones. Lo inaudito sobreviene en los detalles. Por ejemplo, en el primer movimiento, se oye todo claramente en equilibrio perfecto (maravillosa tuba), incluso en los pasajes más complejos la cuerda jamás es estridente, los metales son muy expresivos (esos pequeños deslizamientos antes de atacar la nota en los cornos son impresionantes) y se dejan oír en el siempre esquivo registro bajo. Una gozada en términos sonoros. En el segundo movimiento quizá alguien eche de menos mayor explosividad, yo no. Bychkov evita los platillazos y los cataclismos para ganar en expresión, articulación fanática en todos los instrumentos: acá no hay notas planas, todos parecieran estar tocando en el borde de su silla. De verdad estamos ante una lectura muy sentida y plena de lirismo: el abandono de las maderas en diálogo con la cuerda (nuevamente hay que ir a Neumann para oír algo tan bello y desolador). Podemos seguir describiendo cómo Bychkov sortea exitosamente todos los desafíos del terrible segundo movimiento: la entrada de los cellos bajo el redoble de timbales le rompe el corazón al más duro y la irrupción del coral en metales, seguido de toda la orquesta, es tan gloriosa como la de Bernstein en Viena. El tercer movimiento es preciso: vaya manera de marcar el tiempo de danza y esos timbales que parecen bien marcados a modo de punto seguido para que la atmósfera se enrarezca con la tragedia inminente. A estas alturas no nos cabe la menor duda de que la Filarmónica Checa es una de las verdaderamente grandes orquestas del mundo, con una fila imbatible de maderas y metales. El Adagietto es perfecto en su función de bisagra, sentido, muy emocional, incluso abiertamente romántico, pero sin exageraciones para desembocar en un impresionante rondó final cuya cantidad de matices nos hará creer que lo oímos por primera vez. Bychkov evita la charanga, hace que la cuerda exponga con claridad absoluta todos los contrapuntos mientras maderas y metales se sueltan como primas donnas. Pocas veces la explosión de alegría de la coda ha sonado tan enfática y sincera. Una gloria.

 

«Estamos ante una nueva referencia de la amada Quinta de Mahler»

 

Estamos ante una nueva referencia de la amada Quinta de Mahler. Debe sumarse a las ya conocidas de Neumann-Checa, Karajan, Chailly, Bernstein-Viena, Tennstetd-Concertgebouw, quizá Barshai. No son muchas. Esta es apuesta segura. Un disco obligatorio.