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Margaret Thatcher, camino a Downing Street

Convicciones, no consenso

Álvaro Iriarte
Profesor de la Universidad San Sebastián, Investigador asociado del Instituto Res Publica. Á - N.8

Iriarte y San Francisco presentan un completo recorrido para entender el thatcherismo. Lo esquematizan en tres dimensiones: política de convicciones, programa político y reformas. Argumentan que muchos análisis sobre esta corriente política son miopes por cuanto solo analizan una acotada parte de sus reformas, las que buscan privatizar y liberalizar a los mercados. El thatcherismo tuvo —y tiene— implicancias locales e internacionales mucho más complejas, entre ellas, nada más y nada menos que una hegemonía ideológica y consenso político que duró tres décadas desde 1979.

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El thatcherismo. Ideas, acción y políticas

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Margaret Hilda Roberts fue conocida mundialmente como Margaret Thatcher (1925- 2013). Fue la Primera Ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990, en un mundo marcado por los años finales de la Guerra Fría.[1]

Estudió Química en la Universidad de Oxford y Derecho en la City University of London. En el ámbito político, en 1959 fue elegida miembro del Parlamento británico y asumió como ministra de Educación y Ciencia en 1970, en el gobierno de Ted Heath. Finalmente, a comienzos de 1975 se convirtió en la líder del Partido Conservador, con lo cual se iniciaría su camino hacia el gobierno, que comenzó tras el triunfo en las elecciones de 1979. Como sostiene Tony Judt, al llegar a Downing Street «Margaret Thatcher no era un candidato con posibilidades de desempeñar el papel revolucionario que más tarde tendría».[2] La historia mostraría exactamente lo contrario, tanto por el ejercicio del gobierno como por el legado conocido como thatcherismo.

En la gran disputa mundial de aquellos años, la década de 1960 había sido positiva para el comunismo, que en términos simbólicos y prácticos parecía contar con los vientos favorables de la historia, que permitían avanzar hacia un futuro victorioso. En los años siguientes la situación se mantuvo más equilibrada, hasta que se produjeron algunos cambios importantes en los liderazgos mundiales. En 1978 fue elegido Juan Pablo II como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica; al año siguiente Thatcher asumió el gobierno en Gran Bretaña y en 1980 Ronald Reagan triunfó en las elecciones en Estados Unidos de Norteamérica.

Fue precisamente en este país donde a fines de febrero de 1981, Margaret Thatcher pronunció un discurso que resultaría histórico: «Hace tiempo que sabemos que los años ochenta van a ser difíciles y peligrosos. Habrá crisis y penurias. Pero creo que la marea comienza a cambiar en nuestro favor. El mundo en vías de desarrollo empieza a reconocer la realidad de las ambiciones y el estilo de vida soviético. Existe una nueva determinación en la alianza occidental. Hay un nuevo liderazgo en Norteamérica, que despierta confianza y esperanza en todo el mundo libre».[3] Eran palabras que mostraban parte del ideario y estilo de lo que se llamaría el thatcherismo.

El gobierno —que se extendió por once años y que contó con dos reelecciones— fue relevante no solo para Gran Bretaña, sino también en el plano internacional. Hubo temas centrales, como la recuperación económica y la lucha contra el terrorismo, otros sobrevinientes —fue el caso de la guerra de las Falklands (Malvinas) contra Argentina— y un importante trabajo político, que fue ratificado en las urnas en junio de 1983 y junio de 1987. Con ello, Thatcher demostraba que no solo tenía convicciones y un estilo político directo, sino que también la popularidad necesaria para llevar adelante su proyecto, que partidarios y detractores lo definirían a partir de su propio apellido. Como asegura un biógrafo, ningún Primer Ministro había logrado ser reelegido por un tercer periodo en la era del sufragio universal, con la excepción lograda por la Dama de Hierro en 1987: «el thatcherismo era ahora el credo dominante de la época».[4]

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Entendiendo el thatcherismo

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Sin temor a imponer etiquetas, es posible entender al thatcherismo como una corriente al interior de la derecha política británica, que recibe su nombre por su figura más representativa, Margaret Thatcher.

En este sentido puede ser considerado como un cuerpo de pensamiento o ideas más o menos coherentes o, si no se acepta esta premisa, a lo menos como una serie o conjunto de principios no negociables. A ello se suma un estilo de acción política que caracterizó a la líder conservadora.[5] Es importante señalar que originalmente el concepto fue acuñado en forma peyorativa en círculos cercanos al Partido Laborista y teorizado por la izquierda marxista en Reino Unido, para ser paulatinamente adoptado por Thatcher y sus partidarios.[6]

Como corriente política, podemos considerar que el thatcherismo tiene al menos tres manifestaciones o dimensiones claramente identificables desde una perspectiva de análisis político, y cada una de ellas es lo que podríamos considerar un elemento constitutivo. Todas tienen la misma importancia a la hora de analizar este concepto y su impacto tanto en Reino Unido como más allá de sus fronteras. Desde esta perspectiva podemos entender el thatcherismo como: (i) una forma de hacer política basada en convicciones; (ii) una plataforma o programa político; y (iii) un conjunto de políticas públicas y reformas económicas, laborales, sociales destinadas a promover una sociedad libre.

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Una forma de hacer política

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Nada permite entender mejor esta dimensión que una frase de la propia Margaret Thatcher: «No soy una política de consenso. Soy una política de convicciones». Mantendría esa misma claridad en las relaciones internacionales, como quedó reflejado en su visita al Kremlin en 1986, cuando recordó a Mijail Gorbachov la doctrina Brezhnev y los deseos de dominio mundial del comunismo. Aseguró también que en Occidente se podía observar «una sociedad abierta, una sociedad libre, que desata la iniciativa de los individuos», asegurando que era natural «mantener los combates ideológicos».[7]  La política, y en consecuencia la labor de los líderes, debe estar construida ante todo sobre convicciones sólidas. En una perspectiva amplia, el thatcherismo marcó una ruptura con el consenso establecido en la política británica posterior a la Segunda Guerra Mundial, que habían compartido todos los gobiernos hasta la llegada de Thatcher. El consenso se basaba en el acuerdo y continuidad de la economía mixta y el Estado benefactor, el cambio institucional puntual e incremental —en oposición a reformas generales o comprensivas—, donde las diferencias en políticas y programas eran resueltas a través de un proceso de compromiso y negociación para buscar aquellas aceptables para la mayoría de los grupos e intereses involucrados.[8]

La defensa y promoción de convicciones puede implicar apartarse de la corrección política, para marcar una diferencia con los adversarios, tanto dentro como fuera del propio partido. Adicionalmente, motivado por la tensión entre consensos de la élite social y cultural con principios que inspiraron sus ideas políticas, el thatcherismo tiene incorporado lo que se podría considerar una sana dosis de antielitismo, tanto respecto de la dirigencia tradicional del propio partido como respecto de la sociedad en general. De alguna manera, la historia personal de Thatcher representa esta dosis de antielitismo: una mujer, de familia de esfuerzo y trabajo, que se abrió paso gracias a sus capacidades intelectuales y esfuerzo personal, en contraposición a varones de familia tradicional que se dedicaban a la política.[9] Ella era producto de un cambio político y, a la vez, la voz que manifestaba la necesidad de nuevas políticas. Thatcher era una outsider en términos sociales y políticos, como muchos otros casos en el Partido Conservador pero que, a diferencia de esos casos, no pretendió mimetizarse con la jerarquía y élite partidista, sino derechamente cambiarla.[10]

En tanto, su estilo era confrontacional. Por tanto, asumía los problemas y contradicciones de cuestionar y discrepar con el consenso. En esta línea, el lenguaje del thatcherismo es directo, simplificado y frecuentemente moralista. Los mensajes —aquello que se quiere comunicar al público— se transmiten con convicción, claridad e insistencia; removiendo palabras y frases grandilocuentes con la finalidad de tratar un asunto sin rodeos.[11] Como consecuencia, no titubeaba en correr el eje tanto del debate político como de lo políticamente correcto, lo que hacía que fuera calificada como rupturista e incluso «revolucionaria». Desde esta perspectiva, para ella lo importante era conseguir los objetivos propuestos, aunque esto implicara molestar o herir intereses significativos, fueran estos particulares, gremiales o políticos.[12]

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El programa político

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Esta segunda dimensión del thatcherismo hace referencia a su propuesta política, que refleja una visión de sociedad cimentada en torno a determinados valores.

Desde esta perspectiva, siempre existieron voces críticas al interior del Partido Conservador que abiertamente cuestionaron la plataforma o programa político del partido en la época de posguerra, por considerarlo demasiado colectivista y hasta socialista. Sin embargo, eran una minoría, sin capacidad efectiva para alterar el rumbo institucional del partido.

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«ningún Primer Ministro había logrado ser reelegido por un tercer periodo en la era del sufragio universal, con la excepción lograda por la Dama de Hierro en 1987: “el thatcherismo era ahora el credo dominante de la época”»

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En esta línea, la propuesta del thatcherismo se alejó del consenso y actitud adoptaba por el Partido Conservador después de 1945, que paulatinamente había asumido una suerte de «socialismo de centro» como inevitable.[13] Esto se traducía  en que, dependiendo de quién gobernara, existirían tan solo pequeñas diferencias, sólo en cuanto al grado y velocidad en una serie de elementos: intervención del Estado en todo el quehacer nacional, tendencia a mantener altos niveles de carga tributaria e incluso aumentarla, una expansión de las funciones y atribuciones del Estado en diversas áreas y a la vez una reducción de ellas en materias de ley, orden y seguridad, una suerte de sometimiento a grupos de interés a la hora de gobernar, en especial a poderosos sindicatos.[14] ¿Cuáles fueron los temas centrales del programa propuesto por el thatcherismo? Abarcan un abanico amplio que tanto críticos como partidarios están de acuerdo en que incluyen los siguientes elementos mínimos:

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  • oposición a una creciente intervención estatal en la economía y el bienestar social, promoviendo la disminución de esta intervención, así como el alcance de la misma;
  • oposición al aumento sistemático de la carga tributaria, promoviendo precisamente una disminución de la misma como motor para la activación de la economía;
  • oposición a la expansión sistemática de la burocracia estatal, promoviendo un uso racional y eficiente de los recursos y limitando la expansión de la fuerza laboral estatal;
  • oposición al aumento sistemático de regulaciones para la actividad económica, promoviendo una política de mercados abiertos;
  • promoción de una postura firme en materia de defensa nacional y seguridad;
  • revaloración de la autoridad legítima y del respeto por la ley y el orden al interior de la sociedad;
  • promoción de los valores tradicionales y del patriotismo;
  • promoción de una sociedad civil autónoma;
  • denuncia del comunismo y socialismo como doctrinas contrarias a la naturaleza del ser humano, por negar su libertad y dignidad.

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Si se considera la dimensión anterior del thatcherismo —como forma de hacer política—, se entiende la necesidad en aquella época de acuñar un concepto directo y simple que englobara este programa político. ¿Cuál fue la expresión que adoptó? Técnicamente fueron dos: capitalismo popular[15] o democracia de propietarios. Ambas buscaban reflejar dos ideas centrales —y conectadas íntimamente— para la corriente conservadora, como era la necesidad de entregar las decisiones económicas y sociales en la vida nacional a las personas (capitalismo), devolviendo a su vez el poder a la gente, al pueblo. Como ha remarcado el historiador Niall Ferguson, desde esta perspectiva, para el thatcherismo la idea de una democracia de propietarios llegó a ser una manifestación de movilidad social, algo que no había ocurrido durante la posguerra en Gran Bretaña.[16]

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«De alguna manera, la historia personal de Thatcher representa esta dosis de antielitismo: una mujer, de familia de esfuerzo y trabajo, que se abrió paso gracias a sus capacidades intelectuales y esfuerzo personal, en contraposición a varones de familia tradicional que se dedicaban a la política»

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Varias fuentes de inspiración decantaron en el núcleo de esta corriente:

1.- La idea de la tradición británica, representada por los valores morales victorianos y la revaloración de la democracia, el parlamentarismo y el Estado de Derecho. La idea de que Reino Unido había perdido su gloria pasada y que ahora solo administraba su decadencia se incrementó con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. El atractivo de los totalitarismos en la juventud, la violencia y la idealización de la revolución ganaban rápidamente espacio al orgullo británico que defendía la democracia representativa y el Estado de Derecho. Por otro lado, la responsabilidad individual, la disciplina, la ética del trabajo, el esfuerzo y el rol de la familia se diluían en visiones permisivas de la sociedad. Margaret Thatcher transmitió al thatcherismo la visión en torno a que un componente importante de la crisis de la sociedad británica de la década de 1970 era precisamente la crisis de valores, y por lo tanto era necesaria una remoralización de la misma.[17] Este llamado, construido sobre los «valores tradicionales británicos», fue una de las razones para penetrar profundamente en la cultura social inglesa tradicional y convencional.

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2.- Economistas como Friedrich Hayek y Milton Friedman habían desafiado abiertamente el consenso económico keynesiano. A ellos se sumó el trabajo del Institute of Economics Affairs (IEA), centro de estudios fundado en 1955 por Anthony Fisher, liderado por Ralph Harris y con el trabajo editorial de Arthur Seldon, cuyo objetivo era promover las ideas de una sociedad libre, cuestionando la aproximación socialista en una serie de materias económicas, pero también en otros temas percibidos como sociales: vivienda, sindicatos, etc. Asimismo, la creación del Centre for Policy Studies (CPS) al interior del Partido Conservador en 1974 con un claro sello de libre mercado y cuestionamiento a las ideas establecidas del partido, serían parte de los actores en materia económica de los cuales se nutrió intelectualmente al proyecto. El núcleo económico del thatcherismo fue primero teoría antes de transformarse en políticas públicas, y desde esta perspectiva fue influenciada considerablemente por una minoría intelectual.[18]

3.- El reconocimiento del comunismo y el socialismo como doctrinas totalitarias, inherentemente contrarias a la libertad y dignidad del ser humano.[19] El thatcherismo surgió en el contexto de la Guerra Fría, y se enmarcaba en la dicotomía libertad/totalitarismo. Desde esta perspectiva, estos regímenes fueron denunciados abiertamente por sus violaciones a los derechos humanos y eran cuestionados moralmente. De esta manera, se ponía énfasis en la comparación de las condiciones de vida entre los distintos regímenes.

 

En el orden internacional, al terminar su gestión de gobierno, Thatcher pudo mirar hacia atrás y ver el inmenso cambio operado a nivel mundial en la última década, en lo que reconocía la gran labor de Ronald Reagan. Había sido una época «abrumadoramente positiva: derrota del comunismo, restablecimiento de la libertad en sus antiguos países satélite, fin de la cruel división de Europa, la Unión Soviética recibiendo ayuda para emprender el camino de la reforma, la democracia y los derechos humanos, y Occidente, en concreto los Estados Unidos, dueños del campo, mientras sus valores políticos y su sistema económico van siendo asumidos tanto por sus antiguos adversarios como, cada vez más, por los países del Tercer Mundo».[20] Era un gran triunfo en el plano de las ideas.

 

Un conjunto de reformas

 

Finalmente, la tercera dimensión es el conjunto de reformas implementadas para materializar la visión política propuesta por el thatcherismo. Este aspecto es probablemente el más práctico y, asimismo, la más internacional de todas. Entre las que tuvieron más repercusiones en Gran Bretaña y en otros países, se cuenta la reducción de impuestos, las privatizaciones de empresas estatales, la responsabilidad fiscal, la reducción de gasto público (en especial aquel considerado ineficiente) y el término de actividades que generaban pérdidas económicas para el Estado. En efecto, este último eslabón —debido a la capacidad que tiene de ser replicado— capturó la atención de otros países por décadas. En algunos casos, se llega a identificar el thatcherismo solamente con esta dimensión, como si únicamente se tratara de reformas, y particularmente de carácter económico para liberalizar los mercados y privatizar. Esta visión reduccionista e incompleta nos permite entender el impacto del thatcherismo dentro y fuera de Reino Unido.

En primer lugar, porque las reformas y políticas públicas propuestas e implementadas durante los tres gobiernos sucesivos de Margaret Thatcher, encontraban su fundamento final precisamente en la propuesta o programa político sobre el que se articuló, por lo cual tenían una justificación a partir de los valores, ideas y principios que se consideraban éticamente correctos. Lo que hizo el conjunto de reformas fue poner en movimiento profundas transformaciones en Reino Unido. Si bien pueden resonar con mayor fuerza la liberación de los mercados, el control del gasto público y de la inflación, así como las privatizaciones, también existen otras medidas como la venta de viviendas estatales a los arrendatarios o la sujeción de los sindicatos y sus líderes al Estado de Derecho y a reglas democráticas para las elecciones.

En segundo lugar, porque con independencia del éxito o fracaso de las reformas y políticas públicas implementadas, esto se implementaron gradual y prudencialmente. Fue progresivo, no instantáneo, sobre todo en materia de reformas al poder de los sindicatos y de privatizaciones: se iban logrando avances todos los años, hasta que se generaba un entorno favorable a las medidas.[21]

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Extensión y alcance temporal

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Existe una tendencia inevitable a considerar como punto de partida para ubicar temporalmente al thatcherismo, el hito que representa la elección de Margaret Thatcher como Primer Ministro de Reino Unido en mayo de 1979, para luego extender su presencia en la política británica y mundial hasta la renuncia al referido cargo en noviembre de 1990. Se trataría de poco más de una década, comprensiva de los tres gobiernos sucesivos que encabezó Thatcher, con sus éxitos, fracasos y temas pendientes. Autores críticos de Thatcher y de su administración como Anthony Giddens —el teórico británico de la Tercera Vía—, han sostenido que la Dama de Hierro no tenía una ideología definida al llegar al poder, y que la habría desarrollado durante sus años como Primer Ministro. La verdad es que esta visión, habitualmente adoptada por muchos críticos de Thatcher, dentro y especialmente fuera de Reino Unido, es muy restrictiva y en definitiva no permite entender el origen, el desarrollo y la proyección del thatcherismo, y tampoco comprende la expresión de las ideas de la líder conservadora antes de 1979.

En efecto, es posible considerar que el thatcherismo tuvo sus comienzos unos años antes, ante el estrepitoso fracaso del gobierno conservador de Ted Heath, y si es necesario fijar un hito, no podría ser otro que la decisión de Margaret Thatcher de competir por el liderazgo del Partido Conservador en 1975. Probablemente la experiencia de la administración de Ted Heath (1970-1974), de la cual ella formó parte, fue una suerte de catalizador del proceso de articulación y organización de lo que sería posteriormente conocido como thatcherismo. Heath llevó a los conservadores al gobierno sobre una plataforma que proponía, entre otras cosas, una serie de reformas, incluidas aquellas que ponían límite al poder de los sindicatos —sobre los propios trabajadores y las empresas—, así como también una serie de medidas para controlar el gasto público y la inflación. Sin embargo, una vez en el poder, el gobierno terminó cediendo igualmente ante estos grupos y otros, apartándose de la plataforma original, profundizando los problemas que había prometido enfrentar y eventualmente solucionar. Esta fue la primera ocasión en que se articuló lo que llegaríamos a conocer como thatcherismo de manera ordenada y sistemática: un discurso con definiciones políticas en temas domésticos e internacionales; presentados como una alternativa real tanto al socialismo como a las propuestas de otras corrientes al interior del Partido Conservador que abogaban en la línea de estatismo y el corporativismo (vinculadas a Heath y a la elite del partido). Con todo, se trataba de una identidad más bien descriptiva: un relato que permitió abrir el camino para respuestas políticas a las diversas crisis que aquejaban al Reino Unido, y no todavía un programa de políticas públicas o de reformas específicas.[22] Fue en este primer campo de batalla donde esta «corriente política», que no era la predominante en el Partido Conservador, así como tampoco en la opinión pública general, midió su capacidad comunicacional y política.

Asimismo, respecto al otro extremo temporal del thatcherismo —esto es, hasta cuándo se extendería— existe cada vez un mayor consenso en cuanto a que pervivió más allá de la salida de Thatcher de Downing Street. Los dos gobiernos conservadores encabezados por John Mayor entre 1990 y 1997 fueron resultado de esta corriente política. Sin perjuicio de algunas particularidades y diferencias en algunas materias, fue una verdadera continuación del thatcherismo. Se sostiene que el surgimiento y ascenso del movimiento New Labour al interior del Partido Laborista —que llevaría a Tony Blair al poder en 1997— fue un producto o una consecuencia del thatcherismo y de su impacto en la política británica, pero sin que pueda considerarse como continuidad exacta del mismo. Tony Judt sostiene que Blair debía su victoria a una «triple herencia» de Thatcher, claves para su ascenso al poder: primero, que la Dama de Hierro desmanteló el sector público y el representante de la Tercera Vía cantaba loas a la Gran Bretaña privatizada; segundo, que ella destruyó al antiguo Partido Laborista, facilitando la tarea de quienes deseaban reformarlo; y el tercer factor tiene que ver con las características personales de Blair, como «su aspereza y su intolerancia con la disidencia y el desacuerdo».[23] Sea que se trate de un cambio radical de ideas o simplemente porque fueron forzados a pagar tributo a estas ideas formalmente para conquistar al electorado, el liderazgo del Partido Laborista, el partido mismo y sus electores, fueron transformados por el thatcherismo.[24] Independiente de las razones que se argumenten para este cambio, se trataba en definitiva de un tributo al predominio intelectual de las ideas de Margaret Thatcher, desarrolladas en dos décadas ininterrumpidas de gobiernos conservadores: el Partido Laborista se vio en la necesidad de ofrecer al electorado británico su propia versión de la «economía de mercado».[25]

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«Un buen criterio para medir el éxito de una corriente política es alcanzar una parte importante de su programa y eventualmente lograr un cambio duradero en la agenda gubernativa. Bajo este criterio el thatcherismo fue exitoso, y materias como la carga tributaria, las privatizaciones, la política macroeconómica y la reforma a los sindicatos, por nombrar solo algunas, experimentaron profundos cambios que alteraron el eje de la discusión»

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El legado del thatcherismo

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En las tres dimensiones revisadas, el thatcherismo supuso un cambio profundo en la política británica. Lo que ha sido llamado thatcherismo no puede ser reducido solo a un conjunto de medidas políticas, la tercera dimensión propuesta en este artículo. Comenzando por una serie de reformas cuyo objetivo fue estimular el esfuerzo individual y el emprendimiento para liberar a los ciudadanos de la dependencia estatal, terminó siendo un catalizador para una verdadera revolución socioeconómica que los gobiernos siguientes no pudieron revertir. Es posible constatar que, una vez en el poder, las políticas del thatcherismo reforzaron una serie de cambios que ya se encontraban en proceso a lo largo de la sociedad.[26]

Un buen criterio para medir el éxito de una corriente política es alcanzar una parte importante de su programa y eventualmente lograr un cambio duradero en la agenda gubernativa. Bajo este criterio el thatcherismo fue exitoso, y materias como la carga tributaria, las privatizaciones, la política macroeconómica y la reforma a los sindicatos, por nombrar solo algunas, experimentaron profundos cambios que alteraron el eje de la discusión.[27] Mirado desde una perspectiva de la historia de las ideas, la «creciente hegemonía ideológica» de esta derecha liderada por Reagan y Thatcher logró «atenazar» al mundo, «alterando los parámetros en los que se movían todos los gobiernos, incluidos los que se consideraban de centro-izquierda».[28] Este éxito es aún mayor si se considera que todas estas transformaciones eran consideradas políticamente imposibles en 1979. Por supuesto que al analizar en detalle los años de Margaret Thatcher y su extensión natural, esto es, los años de Mayor, se pueden realizar una serie de prevenciones o reparos al evaluar los logros y fracasos.

Por otra parte, la capacidad de conectar con amplios grupos de la población, en especial con grupos socioeconómicos de sectores medios, fue sin lugar a dudas una de las fortalezas del thatcherismo, en sus tres dimensiones. Esa realidad ha sido reconocida incluso por figuras que podríamos considerar más bien críticas de Margaret Thatcher y de sus ideas.  En la otra vereda política, el Partido Laborista fue afectado directamente por el thatcherismo, al correr el eje del debate político hacia la derecha, debiendo realizar un proceso interno y reajustar su propuesta programática, lo que implicó aceptar elementos y diagnósticos de esta corriente para lograr retornar al poder en 1997.

El thatcherismo, al menos durante las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI, se transformó en el nuevo consenso político, lo que se transformó sin duda en un logro fundamental.

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[1] La narración autobiográfica de aquella época en Thatcher, M. (1993). Los años de Downing Street. Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

 

[2] Tony Judt, T. (2012) [2005]. Postguerra. Madrid, Taurus. Página 779.

 

[3] Esta parte de la conferencia en «Defensa de la Libertad», en Estados Unidos, está reproducido en Thatcher, M. (1993). Los años de Downing Street. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Página 161.

[4] Moore, C. (2016). Margaret Thacher. At her zenith: in London, Washington and Moscow. New York, Alfred A Knopf. Página 708.

 

[5] Evans, E.J. (2004). Thatcher and Thatcherism. New York, Routledge, Segunda edición. Página 3.

 

[6] Jackson, B. & Saunders, R. (2012). Introduction: Varieties of Thatcherism, en Ben Jackson And Robert Saunders (Ed.) «Making Thatcher’s Britain». Cambridge, Cambridge University Press. Página 12.

 

[7] El recuerdo aparece en Gorbachov, M. (1993). Memorias de los años decisivos (1985-1992). Madrid, Acento Editorial.

[8] Kavanagh, D. (1990). Thatcherism and British Politics. The End of Consensus? Segunda Edición. New York, Oxford University Press. Página 6.

 

[9] La Primera Ministra destaca este aspecto en Thatcher, M. (1993). Los años de Downing Street. Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

 

[10] Kavanagh, D. (1990). Thatcherism and British Politics. The End of Consensus? Segunda Edición. New York, Oxford University Press. Página 43.

 

[11] Blundell, J. (2008). Margaret Thatcher. A Portrait of the Iron Lady. New York, Algora Publishings. Página 199.

 

[12] Kavanagh, D. (2003). Margaret Thatcher A test case of political Leadership, en Stanislao Pugliese (Ed), The Political Legacy of Margaret Thatcher. Página 289.

[13] Blundell, J. (2008). Margaret Thatcher. A Portrait of the Iron Lady. New York, Algora Publishings. Página 202.

 

[14] Weinberg, C.W. (2003). The Thatcher Years: Repudiating the Coventional Wisdom, en Stanislao Pugliese (Ed.), The Political Legacy of Margaret Thatcher. Página 337-338.

 

[15] Blundell, J. (2008). Margaret Thatcher. A Portrait of the Iron Lady. New York, Algora Publishings. Página 201.

[16] Ferguson, F. (2016). Always Right. How Margaret Thatcher Saved Britain. London, Odyssey Editions.

 

[17] Grimley, M. (2012). Thatcherism, morality and religion, en Ben Jackson And Robert Saunders (Ed.), «Making Thatcher’s Britain». Cambridge, Cambridge University Press. Página 78.

 

[18] Ferguson, F. (2016). Always Right. How Margaret Thatcher Saved Britain. London, Odyssey Editions.

 

[19] Evans, E.J. (2004). Thatcher and Thatcherism. Página 107.

[20] Thatcher, M. (1993). Los años de Downing Street. Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Página 695

 

[21] Blundell, J. (2008). Margaret Thatcher. A Portrait of the Iron Lady. New York, Algora Publishings. Página 202.

[22] Saunders, R. (2012). Crisis? What crisis? Thatcherism and the seventies, en Ben Jackson and Robert Saunders (Ed.) «Making Thatcher’s Britain». Cambridge, Cambridge University Press. Página 26.

[23] Judt, T.  (2008).El gnomo en el jardín: Tony Blair y el ‘patrimonio’ británico, en Tony Judt, Sobre el olvidado siglo XX. Madrid, Taurus. Páginas 213-225.

 

[24] Evans, E.J. (2004). Thatcher and Thatcherism. Páginas 128-136, y Kavanagh, D. (2003). «New Labor as a Thatcher Legacy» en Stanislao Pugliese (Ed.), The Political Legacy of Margaret Thatcher, pp. 355-362.

 

[25] Hartley, A. (1989). «After the Thatcher Debate», Foreign Affairs, Vol. 68, Nº 5 (Winter, 1989/1990).

 

[26] Giddens, A. (1998). The Third Way. The Renewal of Social Democracy. Wiley.

 

[27] Kavanagh, D. (2003). Margaret Thatcher A test case of political Leadership. en Stanislao Pugliese (Ed.), The Political Legacy of Margaret Thatcher. Página 283.

[28] Steven Lukes, La gran dicotomía del siglo XX, en Terence Ball y Richard Bellamy (eds.), Historia del pensamiento político del siglo XX (Madrid, Akal, 2013), pp. 609-633; la referencia en p. 630.