Saint-Saëns edition
Varios intérpretes
34 CDs
Warner Classics, 2021
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La anécdota del momento siempre es injusta porque se encarga de sepultar lo importante. Una lástima si lo sepultado es una obra brillante y elegante, plagada de emoción y de sentido del humor. Una injusticia si un genio solamente es conocido por un par de brillantes humoradas y por una sinfonía que es ideal para probar equipos de Alta Fidelidad. Sin duda, Saint-Saëns es mucho más que su precioso Carnaval de los animales, su Danza macabra, la Habanera o su Sinfonía con órgano. Saint-Saëns es más, incluso, que Sansón y Dalila.
Lo que hace Warner Classics es, precisamente, intentar hacer justicia, publicando en 34 discos gran parte de la sustanciosa y numerosa obra del genio francés. Se trata de la mayor edición con música de Saint-Saëns que se haya editado a la fecha ¿Por qué no se trata de una integral como si lo fueron las ediciones Berlioz, Ravel y Debussy en el mismo sello? Pues bien, simplemente porque no toda la música de Saint-Saëns se ha grabado. Al parecer la condición académica acompañada de una virulencia e ironía digna de Bernard Shaw, nos legó la imagen de un Saint-Saëns académico y reaccionario, implacable con las nuevas tendencias. Digámoslo, esta imagen está muy bien ganada. Además fue un hombre a veces cruel, como cuando destruía cada vez que podía el nombre de Debussy o cuando se encargaba de martirizar a su mujer con modos que hoy lo habrían llevado a la cárcel ¿Un canalla de lengua y modos sádicos? Puede ser. El asunto es que ese canalla componía con una destreza y habilidad que causaba la admiración de sus mismas víctimas, incluyendo los elogios de Debussy, quien lo consideraba un genio. Un hombre lleno de defectos, menos el de componer mal. Si Saint Saëns tenía un mérito destacado era su don melódico, uno de los más grandes que nos ha dejado la música, y su imaginación para los efectos orquestales o colorísticos, tan simples, pero tan efectivos.
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«La música de Sait-Saëns no es ni proclama estilística ni soflama ideológica, es música bien compuesta, imaginativa, elegante y con unos modos que la vuelven más moderna de lo esperado para nuestros actuales y colmados oídos contemporáneos»
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Imposible mencionar todas las cualidades de esta caja. Los 34 discos están bellamente presentados con una pintura distinta de artista francés en cada uno de ellos, aunque el libreto es menos sustancioso que el de las otras ediciones mencionadas. Las Sinfonías están servidas por el genio de Martinon. La Tercera es una obra maestra (se elige acá la lectura con Marie Claire Alain en el órgano, Martinon grabó posteriormente otra que me parece ligeramente mejor). La Sinfonía con órgano es quizá la única obra conscientemente bombástica del repertorio que no suena grandilocuente. Es simplemente bellísima (nada más efectivamente hermoso que ese piano a cuatro manos en el final, que ojalá sea tocado por un par de señoras del Conservatorio de París). La Tercera sinfonía es de una grandeza tan sincera que nos arrastra sin el menor atisbo de culpa en su retórica pomposa. Sin embargo, las otras sinfonías también son obras sorprendentes. Oigan nada más esa epigonal sinfonía juvenil en La mayor que parece haber salido de la mano de Schubert pasado por Mendelssohn o Schumann, y todo funciona con una frescura increíble. La obra es perfecta, Saint-Saëns tenía 15 años cuando la escribió. Mejores incluso son los cinco conciertos para piano que cada año ganan más adeptos y merecidas grabaciones. Todos ellos presentan momentos que están entre lo mejor del pianismo francés, como ese primer movimiento del Concierto 5, que ya lo hubiese querido componer Fauré o Franck. En esta edición hay dos ciclos, uno con Jean-Philippe Collard / Previn (un referencia) y otro histórico que de Jeanne-Marie Darré / Fourestier que es de aquellos registros históricos que debemos poseer (inubicable en CD hace un par de décadas, yo tenía mi copia en unos viejos LP).
Reiteramos que no se trata de una edición completa. Se incluye solo una ópera (Sansón y Dalila) de las trece que compuso. Se encuentran dos lecturas integrales: una referencia con Georges Prêtre en el podio y la histórica dirigida por el adalid del músico francés: Louis Fourestier. Por otra parte, encontraremos la integral de la música de órgano y prácticamente todos sus poemas sinfónicos, varios de ellos duplicados, al igual que algunas sinfonías. En la dirección, aparte de Martinon y Prêtre, no hay desperdicio con Dervaux, Fremaux y el experto en obras que nadie graba: Michael Plasson. Lo mismo sucede con los pianistas y cantantes (incluyendo a Caruso). En la música de cámara hay muchas maravillas. Si alguien no lo ha oído, haga la prueba con el Cuarteto con piano op.41. Una obra maestra que debería estar más visitada por auditores y músicos. Por el lado histórico, la edición es generosa y en ese apartado nos enteramos de lo extraordinario pianista que era el mismo compositor. Creo que la única omisión notoria es uno de los Conciertos para cello, de los cuales Warner tiene sobradas referencias, un descuido que no resta méritos al interés de la caja.
Llegó la hora de Saint-Saëns. Hemos dejado atrás la absurda idea — probablemente sacralizada por esa mente brillante que era Teodor Adorno — de juzgar la música de acuerdo con sus circunstancias históricas. En efecto, Saint-Saëns no fue ni un adelantado, ni un visionario ni un reflejo inequívoco de su época. No lo necesitaba, sus modos tradicionales eran suficientes para darle alas a una imaginación inagotable. Saint-Saëns no solamente fue un genio literal (niño prodigio, científico, escritor dotado), sino que además lo fue en lo que corresponde ser genio a un músico. La música de Saint-Saëns no es ni proclama estilística ni soflama ideológica, es música bien compuesta, imaginativa, elegante y con unos modos que la vuelven más moderna de lo esperado para nuestros actuales y colmados oídos contemporáneos.
Esta caja es más que recomendable, es muy necesaria.