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Un genio más allá del cine

Cien años de Malcolm Arnold

Germán Reyes Busch
Santiago, Chile Á - N.8

Arnold: Complete symphonies and dances-Centenary edition

National Symphony Orchestra of Ireland, Queensland Symphony Orchestra, Andrew Penny

6 CD

Naxos, 2021

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Todo el mundo ha tarareado o silbado la marcha de Un puente sobre el río Kwai, película de 1957 dirigida por Davin Lean. Sin embargo, es probable que el gran público desconozca que dicha marcha, tan famosa como La Macarena, fue escrita por un genio inglés nacido en 1921. Malcolm Arnold ganó un Oscar por la música de la película. No fue la única  en la cual dejó inscrito su nombre. Su colaboración con el cine de mediados del siglo XX fue fructífera y quizá por esta razón, incluso para el melómano promedio, Arnold se suele asociar a la gran pantalla. Probablemente la única excepción sea su Concierto para guitarra, debido a que ha acompañado a algún infaltable Concierto de Aranjuez de Rodrigo en más de algún disco. Sin embargo, Malcolm Arnold es mucho más que su importante aporte a la industria cinematográfica. Sus conciertos, para múltiples instrumentos, y sus sinfonías están dentro de las músicas más destacadas del siglo XX. Se trata de un músico mucho más conocido de lo que se cree y menos valorado de lo que merece.

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«Esta es una adquisición obligatoria para cualquier melómano serio, para cualquiera que quiera ampliar su horizonte sobre un músico demasiado popular y demasiado desconocido»

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Es difícil encontrar cajas con música de Arnold, por eso, si las encuentran, no duden en adquirirlas. La más importante hasta la fecha es la insuperada recopilación de Conifer distribuida por Sony. Son 11 discos compactos que comprenden sus sinfonías (dirigidas por Vernon Handley), conciertos, danzas, suites y otras obras. Una maravilla tristemente descontinuada hace años. Otra caja, en vías de desaparecer, es la de Chandos con todas sus sinfonías (dirigidas por Richard Hickox y Rumon Gamba). Por eso es bienvenida esta recopilación de 6 CD en Naxos con las nueve sinfonías y las danzas. La caja recicla un lanzamiento anterior de 2007 que comprendía solamente las sinfonías. Ahora se relanzan con motivo de los 100 años del nacimiento del compositor y se incluyen las danzas. La caja presenta otro atractivo: Arnold estuvo en las sesiones de grabación, lo que convierte a esta recopilación, con ventaja, en la más autorizada hasta la fecha.

 

Las sinfonías de Arnold son increíblemente complejas. Parecen fáciles de oír porque el compositor conocía las zonas erógenas de la estimulación auditiva gracias a su dilatada experiencia en el cine. Pero no nos confundamos, Arnold va mucho más allá de John Williams cuando incursiona en lo más académico, mucho más allá de Morricone o de Preisner. Arnold en esto es un compositor a la par de Prokofiev o Schnittke. Asume, en especial en las primeras sinfonías, el lenguaje mahleriano. Es capaz de montar marchas fúnebres colosales y contrastes entre la vulgaridad y lo lírico con una eficacia e instinto de maestro, pero su retórica es distinta a la mahleriana. Mientras el cliché mahleriano viene de los cantones militares y de la música popular austríaca o bohemia, Arnold explora los lugares comunes más contemporáneos venidos de la música ligera de la época y de su experiencia en el cine. Eso generará esa absoluta obra maestra que es la Quinta Sinfonía, con un tercer movimiento que parece haber sido influido por Henri Mancini, pero con un espesor y alcance mucho mayores.

 

El ciclo sinfónico de Arnold abarca desde 1946 a 1986. En el camino se vuelve más personal y sus influencias se oyen como ecos lejanos siempre sinceros. La música de Arnold puede brillar, pero puede ser muy dramática, como sucede en la que algunos consideran su mejor obra: la Cuarta sinfonía. Sin embargo, me parece que la cumbre de Arnold se encuentra en su Sinfonía 9. Acá está Tchaikovsky en estado casi puro, pero también lo está Arnold, camuflado en modos tardo románticos diciendo cosas muy de nuestra época. Arnold fue un hombre que luchó contra la depresión toda su vida y nos deja un testimonio muy emocionante de lo que es la tristeza, de su profundidad, de su terrible soledad y humanidad. La grabación de Naxos le hace plena justicia y es probable que esta lectura de Penny se imponga por sobre las de sus competidores. En la Novena de Arnold existe una simplicidad de ideas que solo puede venir de alguien que domina el oficio de modo muy acabado. Pocas obras son tan elocuentes, tan perfectas.

 

Las danzas son maravillosas y son un agregado no menor. Estas danzas resisten perfectamente la comparación con las Danzas húngaras de Brahms y con las Danzas Eslavas de Dvorak, lo que son palabras mayores.

 

Esta es una adquisición obligatoria para cualquier melómano serio, para cualquiera que quiera ampliar su horizonte sobre un músico demasiado popular y demasiado desconocido.