Antes de los Chicago Boys, las ideas del liberalismo económico ya existían en Chile. Según Couyoumdjian, sus poco conocidos gérmenes intelectuales se remontan al siglo XIX. El autor, por tanto, junto con ofrecer un recorrido histórico del liberalismo económico en nuestro país, muestra que esta corriente de pensamiento adoptada en los 80 no serían ideas extrañas para Chile.
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El acuerdo entre la Universidad Católica y la Universidad de Chicago, firmado en 1955 al alero de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, constituye un hito en materia de la evolución del pensamiento económico en Chile. Si bien una evaluación acerca de este programa y de la influencia en el país de los llamados Chicago Boys va más allá de los objetivos de este trabajo, es incuestionable que éste representó un cambio importante en la enseñanza de la economía y redundó en un mayor nivel de los debates económicos en Chile. En definitiva, ello implicó el establecimiento en el país de una tradición intelectual basada en una confianza en los mercados libres que se ha asociado a la introducción del liberalismo económico en Chile. Desde el punto de vista de la historia intelectual, este es un tema que ha sido estudiado enfocándose tanto en la circulación de ideas como en la preeminencia de las «ideas neoliberales» en el país en las décadas finales del siglo XX.[1]
El liberalismo económico en Chile tiene, en todo caso, una data más amplia. Antes de los avatares que sufrió a lo largo de la mayor parte del siglo XX, en la segunda mitad del siglo XIX existió una vigorosa tradición económica liberal en el país. Un influyente grupo de hombres públicos basaban su quehacer en la vida económica y política (y en la academia) en una defensa de las ideas de la libertad económica; considérese, por ejemplo, a Marcial González, Zorobabel Rodríguez, o a Enrique Mac-Iver, parlamentarios del Partido Liberal, Conservador y Radical, respectivamente, a lo largo de distintos períodos del siglo. Si bien hay que tener cuidado al hablar de economistas chilenos del siglo XIX, por cuanto estamos hablando de una era donde la economía no se practicaba de forma profesional en el país, no es correcto argumentar que la economía liberal era desconocida en Chile antes de los Chicago Boys y que estos trasplantaron a Chile un «neoliberalismo» extraño a la cultura del país. Recientemente, Axel Kaiser se ha referido a la influencia de los Chicago Boys como el «renacimiento» del liberalismo económico en Chile.[2] La tradición olvidada, del liberalismo económico del siglo XIX, merece ser rescatada como antecedente clave del pensamiento económico en el país, y también como parte de un estudio del problema más general de la circulación internacional de las ideas económicas.[3]
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LA TRADICIÓN OLVIDADA
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En la segunda mitad del siglo XIX la llamada escuela del «librecambismo individualista» era bien conocida e influyente en el país. Guillermo Subercaseaux, futuro ministro de Hacienda y presidente del Banco Central, y primero de una nueva generación de economistas nacionales, escribía en 1915:
«Las primeras nociones de la ciencia económica que yo tuve, fueron el producto del estudio de algunas obras de la antigua escuela llamada por algunos “liberal”, por otros “clásica”, “librecambista”, etc., etc. Formado en esta literatura llegué a ser un “individualista” convencido, de aquellos que han leído con emoción las Armonías económicas de Bastiat y han creído como él que “les intérêts sont harmoniques, donce la solution est tout entière dans ce mot: Liberté”»[4]
Subercaseaux, nacido en 1872, ahora desaprobaba esta tendencia liberal que, como se deduce de su recuento, había sido influyente hacia fines del siglo XIX. Pero en 1915 esta ya había perdido su popularidad. De esta forma, y como es bien sabido, durante la primera mitad del siglo XX el proteccionismo y el nacionalismo económico (que en verdad no constituían modelos acabados), y luego, desde los años 1930 y 1940, el keynesianismo y el planificacionismo, serían las ideas económicas en boga en el país. Es probable que haya sido la explanada desde un creciente proteccionismo a un estatismo más generalizado, y un desempeño económico más bien mediocre, lo que haya esculpido la imagen del liberalismo redentor de los Chicago Boys. La tradición económica liberal se estaba olvidando, y en una evaluación posterior Arnold Harberger hablaría de Good Economics Comes to Latin America, un proceso que empezó a partir de 1955 con el convenio entre la Universidad Católica y la Universidad de Chicago.[5] Pero es importante recordar que este mismo año, durante el gobierno del presidente Carlos Ibáñez, la llamada Misión Klein-Saks, contratada para enfrentar una explosión inflacionaria, propuso un importante programa de liberalización económica como parte de un conjunto de reformas macroeconómicas. A pesar de las notables similitudes de este programa con el célebre Ladrillo elaborado años más tarde por los Chicago Boys, éste fracasó al no contar con apoyo político. En efecto, el equipo de la misión no fue capaz de generar suficientes redes para convencer a las autoridades del país sobre la necesidad de un programa como el propuesto.[6] Aparte de esta experiencia, otros hombres públicos a mediados del siglo XX fueron promotores del liberalismo económico desde distintos ámbitos y en un entorno intelectual generalmente hostil. Este fue el caso de Pedro Ibáñez Ojeda (y la fundación de la Escuela de Negocios de Valparaíso, en 1953), y distintos trabajos de Héctor Rodríguez de la Sotta.
Volviendo a Subercaseaux, su referencia a Frédéric Bastiat y sus Armonías económicas apunta a la tradición olvidada del liberalismo económico chileno: la escuela liberal clásica francesa. El ascendiente de Francia y de lo francés en el siglo XIX chileno, en el ámbito de la cultura, la moda y de las ideas, es bien conocido y, por lo tanto, una influencia en el espacio de las ideas económicas. La vía a través de la cuál dicha influencia se reflejó en materia económica tiene, sin embargo, características especiales en las que vale la pena detenerse. El personaje clave aquí es el profesor francés Jean Gustave Courcelle-Seneuil, que fue contratado por el gobierno nacional en 1855 para hacerse cargo de la sistematización de la cátedra de economía política en la Universidad de Chile, que hasta antes de su visita se enseñaba de forma bastante poco rigurosa. Como parte de sus labores en el país, Courcelle-Seneuil sería también asesor económico del gobierno, y es a partir de estas labores que su influencia perduró más allá de su estadía en el país (que se prolongó hasta 1863).[7]
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«Es probable que haya sido la explanada desde un creciente proteccionismo a un estatismo más generalizado, y un desempeño económico más bien mediocre, lo que haya esculpido la imagen del liberalismo redentor de los Chicago Boys»
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La economía clásica en su vertiente francesa, propugnada en Chile por Courcelle-Seneuil, viene de la recepción de Adam Smith en Francia, siguiendo a su vez el trabajo de Jean-Baptiste Say. A mediados del siglo XIX, Bastiat sería el más famoso exponente y propagandista de esta tradición que, como sugiere Subercaseaux, destacaba sin ambigüedades la importancia de la libertad económica para el progreso de las naciones. De esta forma, para Bastiat la acción humana basada en el interés propio tendería a promover la armonización de las acciones de todas las personas. Esto en el contexto de lo que hoy en día llamamos un marco institucional apropiado, esto es, un sistema basado en la defensa de los derechos de propiedad y la competencia.[8]
El concepto del «libre cambio» está asociado a la libertad de comercio, pero esta idea va también más allá y engloba la libertad de trabajo y la libertad de emprender. La contraparte del librecambismo es el proteccionismo; en un mundo donde los grupos de interés buscan capturar el Estado surgirá una demanda por privilegios especiales (siendo este, recordemos, un tema que ya preocupaba a Adam Smith). En este punto es importante anotar que para los economistas clásicos el carácter científico de las doctrinas económicas es lo que le da peso a sus recomendaciones de política; de ahí las apelaciones a la autoridad de los economistas clásicos ingleses y franceses que aparecen en tantos debates, y que menciona Subercaseaux. Y de ahí también las críticas al carácter acientífico del modelo proteccionista de Frederich List y sus seguidores.
La estadía en el país de Courcelle-Seneuil fue un hito importante en el Chile de mediados del siglo XIX, siendo éste un evento que tiene mucho de imprevisto y una contratación accidental. Los obituarios aparecidos a su muerte en Francia dan cuenta de la importancia de quién fue profesor en la Universidad de Chile; por ejemplo, en el Journal des économistes, Gustave de Molinari anotaba que «Courcelle-Seneuil ha sido y seguirá siendo uno de los maestros de la economía política, y el digno seguidor de Turgot, de J.-B. Say, de Dunoyer, de Bastiat».[9]
En una época donde en Chile, y en general en el mundo, la difusión de los principios de la economía política era considerada como un factor clave para el progreso económico y social, la labor en el país del profesor francés adquiría una importancia adicional. En cuanto a sus clases, Courcelle-Seneuil basaba sus lecciones en los preceptos de la escuela clásica francesa, como se puede deducir de su Tratado de economía política, publicado en 1859. Como lo atestiguan diversas fuentes reseñadas en los trabajos que hemos citado, sus alumnos chilenos quedaron muy influenciados por sus lecciones.
En el ámbito de las políticas públicas en Chile la influencia de la escuela clásica es todavía materia de alguna discusión. Pero algunos proyectos claramente tienen la impronta de Courcelle-Seneuil: la ley de bancos de emisión de 1860, que estableció un sistema de «banca libre» en el país, es probablemente el ejemplo más claro en este sentido. La banca libre supone un sistema bancario competitivo en el cual los bancos privados emiten billetes, con un respaldo en metálico (o en una moneda fuerte), sin que exista un emisor monetario monopólico. En el caso nacional, el sistema establecido en la ley de 1860 era bastante libre en un sentido formal en cuanto a las barreras de entrada, la emisión de billetes y en cuanto a la regulación del sector bancario. De esta forma, la cantidad de dinero y la estabilidad del sistema financiero se autorregulan por las fuerzas del mercado. Los mecanismos claves aquí tienen que ver con los incentivos a la competencia, y las regulaciones planteadas en materia de la presentación de información para aumentar los niveles de transparencia del mercado y sobre las responsabilidades legales de los banqueros. Si bien un sistema de este tipo parece inaudito en la actualidad, existe bastante consenso de que funcionó bien entre 1860 y 1878, garantizando la estabilidad monetaria y del sistema financiero en el país.[10]
Esta primera fase del liberalismo económico chileno estuvo asociada a un importante progreso económico, en particular en términos de una convergencia del PIB per cápita a los niveles de las principales economías del mundo. Pero eventualmente también va a estar asociada a una pobreza más visibilizada y a una sensación de desigualdad con el surgimiento de la «cuestión social» de fines del siglo XIX. Este fue un fenómeno que afectó a muchos países, y el liberalismo económico, y junto con él la escuela clásica francesa, sufrió una crisis internacional en este contexto.[11]
En el caso chileno, una falla sensible que profundizó los efectos de la «cuestión social» se observa en la capacidad del Estado para hacerse cargo de los principales problemas sociales de esta época (llegando hasta las primeras décadas del siglo XX), muchos de los cuales se arrastraban hace mucho tiempo. El concepto de la capacidad del Estado suena antinómico al liberalismo económico, pero no tiene por qué serlo. Éste está basado en la importancia de contar con un Estado que sea eficaz en, a lo menos, el apoyo al desarrollo de los mercados, a través de una infraestructura jurídica apropiada (lo que incluye también establecer orden y seguridad); que provea bienes públicos para la colectividad; y que tenga la capacidad de recaudar impuestos, para llevar a cabo las actividades señaladas.[12]
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«Las tradiciones del liberalismo económico de la escuela clásica francesa y de la escuela de los Chicago Boys están asociadas a una influencia externa: al trasplante de ideas económicas. Cada proceso ha tenido sus héroes nacionales y también extranjeros»
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En este sentido, las fallas del Estado no surgen sólo producto de la acción de votantes desinformados, o desde un punto de vista más general, no se deben solamente a problemas de agencia en política, o a la acción de grupos de interés. La incapacidad del Estado de garantizar el orden público, o de proveer otros tipos de bienes públicos, genera problemas políticos y sociales graves, y limita el desarrollo de la actividad económica. En este sentido es interesante anotar que, como muestran Besley y Persson, en verdad no hay muchos ejemplos de sociedades con baja capacidad estatal y alto desarrollo económico. A su vez, la acción política retrasada en esta línea lleva a que la demanda por un mejor Estado vaya aparejada de una sensación de que los costos no importan, lo que puede resultar muy gravoso. Esto fue lo que terminó pasando en Chile a inicios del siglo XX.
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LA EVOLUCIÓN Y CIRCULACIÓN INTERNACIONAL DE LAS IDEAS
ECONÓMICAS
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Las tradiciones del liberalismo económico de la escuela clásica francesa y de la escuela de los Chicago Boys están asociadas a una influencia externa: al trasplante de ideas económicas. Cada proceso ha tenido sus héroes nacionales y también extranjeros (en el caso de los Chicago Boys podemos mencionar a Arnold Harberger, cuya cercanía con Chile y sus exalumnos nacionales es conocida). Pero es importante anotar que la circulación internacional de las ideas no tiene nada de extraño desde el punto de vista de los procesos históricos globales.
Durante la mayor parte del siglo XX las ideas económicas liberales, sin ser desconocidas en el país, nunca lograron tener una masa crítica y por lo tanto nunca tuvieron un rol prominente en el «mercado de las ideas» (incluyendo aquí, por cierto, la academia). Los ciclos en materia de las ideas económicas en boga en distintas sociedades merecen ser entonces sujeto de un estudio más cuidadoso. En términos de algunos hitos bien conocidos, en Chile la Gran Depresión de los años 1930 representó el golpe de gracia al liberalismo económico que, como hemos anotado, ya venía sufriendo una profunda crisis. De alguna manera la Gran Recesión de 2008-09 también afectó el liberalismo económico a nivel global, pero la crisis reciente del liberalismo económico en Chile parece tener otras causas.
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[1] Un trabajo muy influyente en esta línea es Juan Gabriel Valdés, Pinochet’s Economists: The Chicago School in Chile, Nueva York, Cambridge University Press, del año 1995; ver, también, Hira, A. (1998). Ideas and Economic Policy in Latin America: Regional, National, and Organizational Case Studies, Westport: Praeger Publishers.
[2] Kaiser, A. (2021). «The Chicago Boys and the Revival of Classical Liberal Economics in Chile», The Independent Review, vol. 26 (3), 2021, pp. 407-428. Sobre los antecedentes tempranos del liberalismo chileno, véase el “Prólogo” de Lucía Santa Cruz, en Padres fundadores del liberalismo chileno, Ediciones LYD, 2020, pp. 5-16. En su tesis doctoral de fines de los años 1950s Robert Will ya apuntaba a un conocimiento de la economía clásica en Chile a principios del siglo XIX; véase su «The Introduction of Classical Economics into Chile», Hispanic American Historical Review, vol. 44 (1), 1960, pp. 1-21.
[3] Para un primer paso en el primer sentido, véase Juan Pablo Couyoumdjian, “Jean Gustave Courcelle-Seneuil (1813-1892)”, en: Padres fundadores del liberalismo chileno, op. cit., pp. 17-38.
[4] Guillermo Subercaseaux, “El liberalismo individualista, y el nacionalismo, el libre cambio y la protección, bajo su aspecto científico. Conferencia dada en la extensión universitaria”, en Andrés Estefane (editor), Cuando íbamos a ser libres. Documentos sobre las libertades y el liberalismo en Chile, Santiago, Fondo de Cultura Económica y Universidad Adolfo Ibáñez, 2021, pp. 432-433.
[5] Arnold C. Harberger, A.C. (1996). «Good Economics Comes to Latin America, 1955-95», History of Political Economy, vol. 28 (Supplement), pp. 301-311.
[6] Sobre estos temas, véase Rolf Lüders, “La Misión Klein-Saks, los Chicago Boys y la política económica,” y Juan Pablo Couyoumdjian y Cristián Larroulet, “Epílogo: La importancia del capital humano y de las instituciones en un proceso de reforma económica: dos programas comparados”, en Juan Pablo Couyoumdjian (ed.), Reformas económicas e instituciones políticas: La experiencia de la Misión Klein-Saks en Chile, Santiago, Universidad del Desarrollo, 2011, pp. 207-239, y pp. 241-253, respectivamente.
[7] Sobre la influencia de Courcelle-Seneuil en el pensamiento económico nacional en el siglo XIX, véase Juan Pablo Couyoumdjian, «Importando modernidad: La evolución del pensamiento económico en Chile en el siglo XIX», Historia, vol. 48 (1), 2015, pp. 43-75.
[8] Bastiat, F. (1979) [1850]. Economic Harmonies (traducido del francés por W. Hayden Boyers), Irvington, Foundation for Economic Education, véase especialmente p. xxi y siguientes.
[9] Gustave de Molinari, “Nécrologie. J.G. Courcelle Seneuil”, publicado en el Journal des économistes en 1892, citado por Couyoumdjian, “Jean Gustave Courcelle-Seneuil”, op. cit., p. 29 (la traducción es nuestra).
[10] Véase los textos de Pedro Jeftanovic y Rolf Lüders, «Como operaba la banca libre en Chile. Análisis y funcionamiento», e Ignacio Muñoz, «Los mecanismos de autoregulación de la banca libre chilena», en Juan Pablo Couyoumdjian, J.P. (ed.) (2016). Economía sin banco central. La banca libre en Chile (1860-1898), Santiago, Ediciones El Mercurio, pp. 41-67 y 69-111, respectivamente.
[11] Sobre estos temas, véase la discusión de Juan Pablo Couyoumdjian, «Economía clásica y pauperismo: debates maltusianos en Chile en el siglo XIX», Historia, vol. 53 (II), 2020, pp. 375-405.
[12] Sobre estos temas, y una reivindicación de este concepto desde el punto de vista de la economía política, véase Timothy Besley y Torsten Persson, «The Origins of State Capacity: Property Rights, Taxation and Politics», American Economic Review, vol. 99 (4), 2009, pp. 1218-1244. Recientemente, Tyler Cowen ha examinado la importancia que los movimientos liberales clásicos tomen en cuenta el concepto de la capacidad del Estado; veáse: https://marginalrevolution.com/marginalrevolution/2020/01/what-libertarianism-has-become-and-will-become-state-capacity-libertarianism.html#print, revisado 2/3/2022.