Desde que en 1998 Hugo Chávez instruyó dejar pasar la cocaína con la que se financiaban las FARC en Colombia, la droga se ha constituido como un elemento básico del poderío militar, económico y político que gobierna en Venezuela. El autor expone la ruta histórica de estos últimos veinte años, para hacer un diagnóstico actual de la «cocaína oficial» que sale de Venezuela afecta a todos los países de América.
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El tráfico de cocaína es una modalidad criminal latinoamericana, ya que se produce principalmente en Colombia, Perú y Bolivia. En los años ochenta del siglo pasado se hizo mundialmente conocida por el poder y violencia de los carteles de Medellín y de Cali; por su alta capacidad de generar dinero, originó directa o indirectamente múltiples modalidades de delincuencia organizada y fue un factor detonante para la corrupción y la violencia. Antes de 1998, el tráfico de cocaína tuvo cierta penetración en Venezuela. Ocurrieron algunos casos, como el del Clan Cuntrera-Caruana; el del general Ramón Guillén Dávila, quien fue jefe antidrogas; el del sacerdote José Luis Gil Fernández; del diputado Hormócrates Castillo o la Operación «Osso Due», lanzada conjuntamente por Italia y Venezuela. Para esa época ya algunos periodistas habían comenzado a acuñar el término «Cartel de Los Soles» para designar operaciones de tráfico de drogas de altos oficiales de la Guardia Nacional. Pero el tráfico de cocaína entrará en una nueva y particular dimensión a partir del ascenso de Hugo Chávez Frías a la presidencia.
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Inicio y exploración: 1998-2002
El 5 de febrero de 1999, el industrial Antonio Nagen Abraham fue secuestrado en Caracas y entregado al Ejército de Liberación Nacional (ELN) colombiano. Unos días antes, el teniente coronel Hugo Chávez había asumido la presidencia. Rompiendo los protocolos policiales imperantes en materia de secuestros, el flamante mandatario envía a un emisario personal, el capitán Ramón Emilio Rodríguez Chacín, a negociar con los captores, pero no para exigir la liberación del secuestrado o pedir que no secuestrara a más personas en territorio venezolano. Simplemente, se limitó a negociar los términos y montos del rescate que tendría que abonar la familia de la víctima. Pero en los casos de siguientes secuestros cometidos por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), Rodríguez Chacín consiguió una respuesta que iba más allá de su misión. El grupo subversivo propuso que si el presidente Chávez quería realmente apoyarlos, facilitar el financiamiento de la lucha armada y al mismo tiempo debilitar al «imperio» norteamericano, entonces debía permitir el libre paso por Venezuela de la cocaína que entonces manejaba la FARC. El presidente le ordenó a Rodríguez Chacín que, con oficiales de confianza —uno de ellos, Hugo Carvajal, alias «El Pollo», directo de Investigaciones de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM)—, profundicen los contactos con los subversivos colombianos y realicen algunas pruebas. De ese modo comienza la fase de inicio y exploración que se prolongará hasta el año 2002.
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Expansión industrial: 2002-2008
Luego del golpe de Estado de abril de 2002, Hugo Chávez decidió apretar el proceso revolucionario. Se reunió con Ramón Rodríguez Chacín, su ministro de Relaciones Interiores, en el Hato Corocito,[1] en el estado Barinas, una hacienda de 1.273 hectáreas que el excapitán de navío había comprado pagando 800 mil dólares en efectivo. Ahí le dio instrucciones para que la cocaína de las FARC tuviera paso libre y salida franca por el territorio. Se pasó entonces a la fase de «expansión industrial». Demasiado expuesto, Rodríguez Chacín dejará el ministerio. Su sucesor, quien instrumentará las medidas, será Diosdado Cabello, otro hombre de confianza del Presidente. Involucrar a generales y almirantes a ensuciarse las manos, haciéndose multimillonarios al apoyar los embarques de cocaína de las FARC, le servirá a Chávez para asegurar lealtades y desestructurar la institucionalidad de las fuerzas armadas, en las que ya no confiaba.[2] En esta fase juega un papel relevante el comerciante de origen sirio Walid Mackled.[3]
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Limpieza de competencia: 2008-2013
El grupo liderado por Mackled creció de forma exponencial. Por una parte, entró de lleno en el negocio del narcotráfico y, por la otra, consiguió manejar almacenes y muelles de carga de Puerto Cabello. Logró obtener, de parte de Petróleos de Venezuela (PDVSA), los permisos necesarios para comprar los productos químicos utilizados como precursores para el procesamiento de cocaína. Luis Felipe Acosta Carlez, su amigo, fue electo gobernador del estado Carabobo en noviembre de 2004. Los años 2006 y 2007 fueron de crecimiento y expansión para el grupo de empresas, y de lujos y disfrute para la familia Mackled. Pero la fortuna, ostentación y visibilidad no pasaron desapercibidas ante la prensa local, mientras la ambición de convertir a su hermano, Abdalá, en alcalde de Valencia causaron malestar político en el partido gobernante. Los oficiales de las fuerzas armadas venezolanas con los que interactuaba Mackled aprendieron rápido cómo funciona «el negocio» del tráfico de cocaína. Uno de ellos, el general Cliver Alcalá Cordones, fue designado como jefe de la guarnición de Valencia y de inmediato entró en conflicto con el gobernador. Walid Mackled se convirtió en un personaje incómodo y prescindible.
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«A partir del 2013, con la muerte de Hugo Chávez, que ejercía un incuestionable liderazgo incluso en el manejo del narcotráfico, se perfilan cuatro grupos de actores principales, quienes irán evolucionando, articulando o chocando entre ellos, en una fase de “expansión criminal”»
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En octubre de 2008, Tareck El Aissami pasó a ocupar la cartera del ministerio de Relaciones Interiores, con la tarea, encomendada con urgencia por el presidente Chávez, de «neutralizar» a Walid Mackled.[4] Sus propiedades son intervenidas, sus hermanos encarcelados, pero Walid logra escapar a Colombia, donde será capturado en el 2011 y luego deportado a Venezuela. El joven ministro inició entonces la persecución, arresto y deportación de todos los grupos de narcotraficantes diferentes a las FARC, eliminando así la «competencia», con un único proveedor, las FARC, para la cocaína que transita por el país. En julio de 2011, le tocará manejar la crisis de la sublevación de la cárcel de El Rodeo II, que finalizará luego de una «negociación» con el líder de los presos.
Tareck El Aissami inició de este modo su relación con grupos de delincuencia común que manejan el microtráfico en el país. Por su parte, Diosdado Cabello, que durante ese período ocupa diferentes altos cargos, continúa haciendo designar a oficiales bajo su tutela en cargos determinantes para facilitar las operaciones del tráfico de cocaína.
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Expansión criminal: 2013-2018
A partir del 2013, con la muerte de Hugo Chávez, que ejercía un incuestionable liderazgo incluso en el manejo del narcotráfico, se perfilan cuatro grupos de actores principales, quienes irán evolucionando, articulando o chocando entre ellos, en una fase de «expansión criminal». Al asumir la presidencia Nicolás Maduro, perder la Asamblea Nacional en el 2015 y usurpar la presidencia luego de las elecciones de 2018 —rechazadas por la mayoría de los países democráticos del mundo—, se instaura una moderna dictadura represiva y cruel. Cada uno de los grupos que existían durante las presidencias de Hugo Chávez compitieron para afianzar su poder, mantener y crecer sus espacios, mientras se fue desdibujando el componente ideológico. Sin embargo, las redes y alianzas que tejieron no dejaron de transformase, mutar y evolucionar. Durante esta fase, Nicolás Maduro hace múltiples concesiones al sector militar para asegurar su apoyo: todo el aparato de seguridad es manejado por altos oficiales, se crea el «Arco Minero» en el Sur del país y se entrega mayoritariamente al control militar para su explotación ilegal y lucro personal. Se incrementa el contrabando de gasolina hacia Colombia, el lavado de dinero, la construcción de grandes torres de oficinas en Caracas y otras ciudades sin financiamiento bancario; se trafica y especula con los alimentos regulados. El régimen, durante los años 2014 y 2017, reprime protestas en las calles, principalmente la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional Bolivariana y las bandas paramilitares conocidas como «Colectivos», con un considerable saldo de asesinados, detenidos, torturados y perseguidos.
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Los principales actores y altos funcionarios que manejan el tráfico de cocaína, de acuerdo a las sanciones tomadas por Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá y otros países, así como casos judiciales adelantados en tribunales y múltiples informaciones de prensa y de agencias de inteligencia, serían: Nicolás Maduro, el alto mando militar de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), principalmente el jefe de turno de su Comando Estratégico Operacional (CEOFANB),Tareck Zaidan El Aissami Maddah y Diosdado Cabello Rondón.
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La cocaína oficial: 2018 – 2021
Al desatarse la crisis generalizada en Venezuela en el 2017 —híperinflación, caída de los precios del petróleo y de la producción, emigración masiva forzada, hambruna, deterioro sostenido de los servicios de salud, transporte, electricidad, sumadas a los efectos de las sanciones internacionales—, los diferentes grupos de poder que manejan el tráfico de cocaína entran en una especie de «modo sobrevivencia», tanto en lo personal, acumulando y asegurando fortuna, y en lo grupal, buscando la manera de mantenerse en el poder a toda costa. Esto les lleva, pese a las diferencias, rivalidades, odios e intereses, a pactar entendimientos y acuerdos producto de la necesidad compartida. La generación de divisas, tanto legales como ilícitas, se convierte en una urgente necesidad. Se puede asumir que en algún momento, a fines del 2017, los diferentes actores que manejan el tráfico de cocaína acuerdan que los ingresos generados por esta actividad criminal no deben ir sólo a los «bolsillos personales» de ellos y de otros cómplices, sino que también deben contribuir, mediante algún porcentaje o fórmula, a suplir las necesidades comunes para mantenerse en el poder. Así nace lo que puede llamarse la «cocaína oficial» del régimen.
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Dimensión del tráfico de cocaína en 2021
Existe una evidente dificultad en poder dimensionar una actividad criminal clandestina y además tolerada, promovida o auspiciada por autoridades cómplices, pero, a lo largo del tiempo, surgen diferentes indicios que ayudan a formular una idea de la cantidad de cocaína que maneja el régimen de Nicolás Maduro.
El 24 de mayo de 2021, el diario El Tiempo de Bogotá publicó la investigación «Así delinquen en Venezuela 1.500 integrantes del ELN y las disidencias», basado en un informe de inteligencia colombiano, el cual afirma: «El narcotráfico es la base de financiación de estos grupos. Desde territorio venezolano —entre junio de 2020 y lo corrido de 2021— inteligencia ha detectado 623 trazas de vuelos irregulares que habrían despegado cargados con toneladas de cocaína con destino a mercados internacionales. Este jueves, la Fuerza Aérea Colombiana, FAC, dijo que en los últimos veinte días se ha evidenciado un incremento del 100 por ciento de los vuelos ilegales del narcotráfico desde Venezuela». Sobre la base de estas cifras, se puede estimar que para el 31 de diciembre de 2021, unos 1.600 vuelos irregulares habrían salido de Venezuela. Otro indicador que confirmaría ese incesante trajinar de aeronaves del narcotráfico entrando o saliendo de Venezuela, está en el índice del reconocido portal Aviation Safety Network, plataforma de la Flight Safety Fundation. Las referencias de casos y situaciones ahí reportadas como ilegal flights ocurridas en Venezuela sobrepasan con creces a las de cualquier otro país del continente y quizás del mundo. Según esta base de datos, unida a informaciones procesadas, en el 2021 habrían ocurrido 26 casos de incidencias comprobadas con vuelos relacionados con el tráfico de cocaína, cifra muy superior, comparativamente, a las reportadas para Colombia, México, Honduras, Guatemala, Bolivia, Perú, República Dominicana o Panamá. La frecuencia con la que suceden este tipo de incidencias ha hecho surgir una hipótesis. Estas aeronaves que aparecen incendiadas en tierra, «neutralizadas» según el lenguaje oficial, y sobre las que no se abren investigaciones o expedientes, ni interviene el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), no pertenecerían a bandas internacionales que penetran ilegalmente el espacio aéreo, como se quiere hacer ver, sino que estarían al servicio del manejo de la «cocaína oficial». Ya sea por sufrir desperfectos mecánicos, por llegar al límite de horas de vuelo, por ya no estar en condiciones de volar o que son simplemente «desechadas» luego de haber cumplido su misión, son entonces destruidas y quemadas por los propios actores secundarios. La noticia, a veces difícil de ocultar ante residentes o testigos locales, es entonces presentada como un «nuevo éxito en el combate al narcotráfico».
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En su manera de informar sin precisar, para aparentar que se hace una gran lucha contra el narcotráfico, los altos oficiales del régimen han desarrollado y perfeccionado un lenguaje «críptico», confuso, que dice sin decir y deja más dudas que certezas. Por ejemplo, el 4 de noviembre de 2021 el comandante del Comando Estratégico de las Fuerzas Armadas (CEOFANB) tuiteó: «Las aeronaves TANCOL que intentan evadir nuestros radares violando las normas internacionales al ingresar al espacio aéreo sin códigos de identificación para sacar sus drogas desde Colombia a través del territorio nacional, ¡Serán neutralizadas, nuestra Soberanía se respeta!». En la escueta información sobre otra aeronave «neutralizada» no se da más información y se refuerza el curioso término «TANCOL», una palabra usada por Nicolás Maduro, iniciales de «Terroristas Armados Narcotraficantes Colombianos», estrategia comunicacional desarrollada desde hace años para generar confusión, tales como las también usadas «OLP», «Zonas de Paz», etcétera.
Un tercer indicio sobre el volumen de los vuelos ilegales lo aportó el 28 de diciembre de 2020 el portal especializado Insight-Crime en el trabajo «GameChangers 2020: El resurgimiento de la autopista de la cocaína en Centroamérica», acompañado por imágenes de tres mapas de «Evolución de trazas aéreas en Centroamérica». La primera imagen corresponde al 2016, la segunda del 2017 y la tercera del 2018-2020, en las que destacan y sobresalen las trazas de vuelos que salen desde Venezuela
y cómo estas han evolucionado. En cada una de ellas se menciona «Fuente: Elaboración propia con información de autoridades locales en Centroamérica y del Departamento de Estado y el Departamento de Justicia de Estados Unidos».
Además de estas señales, hay que sumar las declaraciones de expertos o funcionarios, como el almirante Craig Faller, quien se desempeñó hasta finales de 2021 como jefe del Comando Sur de Estados Unidos y señaló repetidas veces al régimen de Nicolás Maduro como implicado directamente en el tráfico de cocaína. Pero los alijos de cocaína no salen sólo por vía aérea.
La cocaína, de origen colombiano, entra a Venezuela principalmente por el estado Táchira; pero también por Zulia y Apure, suministrada por el ELN y Disidencia FARC. Y sale del país, como «cocaína oficial», por diferentes puntos:
– Pistas clandestinas en la zona de Machiques, Zulia, operada por o para el Cartel de Sinaloa, con el apoyo logístico de la banda Los Leal.
– Desde el estado Apure en avionetas operadas para el ELN y Disidencia FARC, con la protección de las autoridades militares.
– En el estado Carabobo opera la red que, con apoyo oficial, reemplazó a la proscrita banda de «Chiche Smith», con ramificaciones en el estado Falcón, operando por vía marítima, con lanchas pequeñas hacia Aruba y Curazao o con tipo «Go Fast» hacia República Dominicana.
– En el estado Bolívar, el ELN y la banda de Johan Petrica, además de tráfico de minerales, extorsión y control de vastas zonas, pasan cocaína hacia la vecina Guyana, utilizando vías fluviales o pasos terrestres.
– En la península de Paria opera una subsidiaria de la megabanda Tren de Aragua, apoyada por el régimen y que trafica armas, personas y cocaína a las islas del Caribe.
– En el delta Amacuro, sobrevivientes de la banda de Evander, ahora tolerados por el régimen, pasan cocaína a Guyana y Surinam.
– En Los Roques, violando las leyes ambientales, se han construido «mansiones» con muelles desde donde, eventualmente se recibe la cocaína por vía aérea o por mar y se traslada en yates, veleros o pequeñas embarcaciones a barcos de mayor calado, que reciben los alijos en alta mar.
– Por Santa Elena de Uairén, en la frontera con Brasil, estado Bolívar. Ruta en fase inicial y en espera de acuerdos con la poderosa banda brasilera Primer Comando de la Capital (PCC).
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Adicionalmente, los principales puertos comerciales y mercantes del país, Puerto Cabello, La Guaira y Maracaibo, así como diferentes pequeños puertos de la península de Paraguaná, han sido usados y pueden volver a ser utilizados para sacar alijos de cocaína hacia el exterior. De hecho, el 14 de diciembre de 2021 en Panamá, el Servicio Nacional Aeronaval decomisó en un contenedor procedente de Puerto Cabello un alijo de 829 kilos de cocaína.
El régimen ha intentado imponer el «monopolio» de la «cocaína oficial», pero algunas bandas delictivas locales se han negado a aceptar los términos y condiciones y buscan sus propias fuentes de suministros en Colombia. Son violentamente reprimidas. También surgen iniciativas personales o de pequeños grupos, de oficiales y suboficiales que quieren hacer dinero rápido, e igualmente son perseguidos
implacablemente por las autoridades. Sólo la «cocaína oficial» circula impunemente por Venezuela.
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«Al desatarse la crisis generalizada en Venezuela en el 2017—hiperinflación, caída de los precios del petróleo y de la producción, emigración masiva forzada, hambruna, deterioro sostenido de los servicios de salud, transporte, electricidad, sumadas a los efectos de las sanciones internacionales—, los diferentes grupos de poder que manejan el tráfico de cocaína entran en una especie de “modo sobrevivencia”»
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Sobre la base de las referencias citadas, se puede plantear la hipótesis de que el régimen de Nicolás Maduro saca anualmente unas 600 toneladas de cocaína, aproximadamente el 50 por ciento de la producción de Colombia, lo que representa en el mercado internacional un valor de venta entre 12 mil y 18 mil millones de dólares. Entendiendo que el régimen funciona como un gestor, intermediario para organizaciones internacionales y a veces como operador directo, se puede asumir que la «cocaína oficial» le puede general al régimen entre 6 mil y 9 mil millones de dólares de ingresos, de los cuales un porcentaje iría para los altos funcionarios involucrados y otro porcentaje, quizás el mayor, serviría para ayudar a mantenerse en el poder.
En enero de 2021, el reconocido periodista norteamericano Jon Lee Anderson afirmó sabiamente que «Venezuela es como un hoyo negro que se abrió en las Américas». Entender cómo el régimen de Nicolás Maduro se nutre del criminal tráfico de cocaína, puede ayudar a «abrirle los ojos» a dirigentes, organismos internacionales, medios de comunicación y ciudadanos, quizás todavía un tanto incrédulos y que pueden pensar que el problema del narcotráfico en Venezuela es similar al que ocurre en otros países del continente. El altísimo movimiento de cocaína por el país sería imposible sin la participación directa de las autoridades, que en paralelo sostienen una campaña de simulación y distracción. Informar sobre este «escenario del narcotráfico» puede ayudar a poder enfrentar de manera más asertiva la cruel dictadura que tiene sometido al país y arrojar algo de luz en ese «hoyo negro».
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[1] Scharfenberg, E. (02 de marzo de 2013).«Viaje al epicentro del chavismo». El País. https://elpais.com/internacional/2013/03/02/ actualidad/1362237652_850692.html
[2] Himiob, G. (07 de julio de 2017). «¿Por qué los militares venezolanos no le dan la espalda a la dictadura?». New York Times. https://www.nytimes.com/ es/2017/07/07/espanol/opinion/por-que-los-militares-venezolanos-no-le-danla- espalda-a-la-dictadura.html
[3] InSight Crime (21 de septiembre de 2021). «Walid Makled». https://es.insightcrime.org/venezuela-crimen-organizado/walid-makled/
[4] El Aissami, T. (s.f.). «Walid Makled (Expediente de un narcotraficante)». https://es.scribd.com/document/55041218/Walid-Makled-Expediente-de-un- Narcotraficante