Luis Humberto Salgado
Salgado: The 9 Symphonies
Cuenca Symphony Orchestra / Michael Meissner conductor
2021
3 CD
Brilliant Classics
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Una orquesta de la provincia ecuatoriana, la Sinfónica de Cuenca bajo la batuta de Michael Meissner, se lanza a un proyecto titánico: grabar en su ciudad de residencia las nueve sinfonías del más importante compositor de su país: Luis Humberto Salgado. El asunto no sobrepasaría el interés local si no fuera por el hecho de que las obras grabadas son deslumbrantes, y por el detalle de que una disquera tan importante como Brilliant Classics las distribuye mundialmente en una caja de tres compactos. Agreguemos un dato sorprendente: en el mes de su lanzamiento fue una de las veinte cajas de música selecta más vendidas, al menos en Inglaterra. Decimos que la orquesta es provinciana, pero el proyecto rezuma entusiasmo. Es cierto que la Sinfónica de Cuenca no es del todo precisa y segura, pero acá hay bastante arrojo y momentos muy musicales. Por su parte, el director Michael Meissner se nota muy a gusto en el repertorio, se encarga de escribir las excelentes notas de la publicación, edita las partituras e incluso orquesta una sinfonía completa (la Quinta). Sin duda, estos discos le otorgan pleno sentido a un proyecto discográfico en un universo plagado de repertorios archivisitados en lecturas muchas veces prescindibles.
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«Estos tres discos son muy importantes. Son discos no definitivos de música definitiva. Necesitamos que Salgado logre llegar al repertorio de las grandes orquestas. El viaje es largo».
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Sería fácil –y algo vergonzoso- titular esta reseña como «Salgado, el Beethoven ecuatoriano» o «Salgado, el Milhaud ecuatoriano», «Salgado, el Malcolm Arnold del centro del planeta» o «Salgado, el Rodrigo de Sudamérica». Fácil, porque ciertamente presenta similitudes con los compositores aludidos. Vergonzoso, porque una crítica que se titule así, estaría dando cuenta de una subordinación, de un remedo, lo que no puede estar más lejos de la realidad. Me temo que Salgado es mejor que Milhaud y me temo que no se queda atrás del genio que era Malcolm Arnold. Milhaud cultivaba un exotismo que haría retroceder con cierto estupor al viejo Alejo Carpentier, mientras que Salgado es pura verdad y sincretismo auténtico: desde la música andina, hasta el dodecafonismo, todo dicho con una soltura y naturalidad desarmantes. Con Arnold compartirá la condición de en ocasiones parecer música liviana, pero siempre con un guiño de auténtica profundidad, ironía o simplemente gracia. Con Beethoven, Salgado comparte un sentido de construcción de lo «ineludible», de una lógica discursiva inapelable y con Rodrigo, probablemente ese don lírico con cierto aire folk pero modernista en el planteamiento. En fin, digámoslo de una vez, podemos encontrar muchos puentes entre Salgado y el canon moderno de la música europea, pero Salgado tiene su propia grandeza y un estilo claramente reconocible, que habla muy claro y fuerte en medio del campo musical del siglo XX.
Las Nueve Sinfonías abarcan casi treinta años de la vida del compositor (desde 1949 a 1976). Son composiciones muy distintas, pero de un estilo claramente único que permite que puedan ser oídas en una continuidad muy interesante: desde el bello inicio de metales a lo Parsifal andino de la Sinfonía 1, sus células rítmicas hipnóticas y su inventiva melódica, hasta la concentradísima síntesis y modernidad de la Novena. El eco vernáculo está en la Sinfonía «Andina», pero no como cita exótica. Salgado construye un lenguaje universal a través de las formas y recursos de la música de su región. Los movimientos tienen nombres de danzas ecuatorianas (Sanjuanito, Yaraví, Danzante, Albazo). Es casi una obra fundacional en su propuesta de renombrar los movimientos clásicos. Sin duda, lo logra. Es una declaración de principios. Los ritmos andinos pueden ser la base danzable de la academia tal como lo fueron los bailes de las suites de Centroeuropa en la tradición de Occidente.
La Sinfonía 2 «Sintética» es una miniatura de 14 minutos de muy sabia construcción, mientras la Sinfonía 3 «En estilo Rococó» es el homenaje sensible e irónico para un modo de hacer música que ya se ha ido. En cierto modo es la analogía sonora de los cuadros de ángeles con maracas que se presentan en algunas catedrales barrocas de América. La Sinfonía 4 «Ecuatoriana» es quizá la que más se asemeja a los postulados de un Villa-Lobos y presenta un último movimiento de gran virtuosismo e increíble complejidad.
La Sinfonía 5 se titula «Neo romántica». El nombre sorprende porque es quizá la más moderna de todas. La obra está orquestada por el mismo Michael Meissner y quizá es la mejor interpretada del ciclo. Los dos primeros movimientos son fruto de un compositor dominador absoluto de sus recursos estructurales e imaginativos. El segundo movimiento (moderato assai) podría haber sido compuesto por Shostakovich. Hablamos de música muy importante, quizá lo mejor de estos tres discos.
La Sinfonía 6 es para cuerdas y timbales. Lamentablemente la orquesta da una lectura muy cruda de una obra espléndida y que podría estar en el repertorio universal para el conjunto, al lado de Bartok, Hindemith o Britten. La Sinfonía 7 la pudimos oír en vivo en Chile en 2004, en una lectura más acabada (Sinfónica de Ecuador) que la de este registro. La obra es magnífica, de un poder de síntesis extraordinario. Los elementos locales y modernos confluyen en ella con una fluidez incuestionable. Por su parte, la Sinfonía 8 es una obra conmemorativa de la Batalla de Pichincha, pero no esperemos oír nada externo o belicoso en ella; es, afortunadamente, más una sinfonía de réquiem y de reflexión que una obra conmemorativa. El ciclo cierra con otra miniatura perfecta de 13 minutos: La Sinfonía 9 «Sintética II». El lenguaje de Salgado se depura al máximo y cierra el conjunto de sinfonías más sólido de la música de América del Sur (y esto con el permiso de Villa-Lobos, Camargo-Guarnieri o Becerra, por nombrar solamente a quienes presentan ciclos completos grabados).
Estos tres discos son muy importantes. Son discos no definitivos de música definitiva. Necesitamos que Salgado logre llegar al repertorio de las grandes orquestas. El viaje es largo. Hace unas tres décadas, ni las sinfonías ni bachianas de Villa-Lobos poseían grabaciones a su altura, ahora poseen un par de referencias. Estaremos atentos a nuevas ediciones de estas sinfonías o a publicaciones de su otro ciclo igual o más impresionante: el de los conciertos. Para los seguidores de la música de América del Sur o buscadores de nuevos repertorios, estos discos son imprescindibles.