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El pintor fuera del tiempo

Vicente Matte

Catalina Mena
Santiago, Chile Á - N.7

Un color que evocó, una escena familiar, el recuerdo de un cuadro que miró: en las pinturas de Vicente Matte convergen distintas visiones. Personal y raro, este pintor se mantiene ajeno a modas y tendencias. «Me interesa que mis pinturas sean preguntas, capaces de iluminar algo sin que desaparezca la oscuridad. Es hacer un daño menor. Que se mantenga el misterio», dice.

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Si hubiese que dar con una figura atemporal del pintor, podría ser Vicente Matte. Encerrado en su taller, tomando apuntes de sus ideas, fabricando sus colores con pigmentos, lidiando con la tela en blanco.

 

Siempre supo que le gustaba la pintura por sobre el resto de los géneros del arte visual y se comprometió profundamente con su historia, lenguaje y materialidad. Miró libros y cuadros, estableció complicidades con pintores de otras épocas y lugares, observó cómo resolvían el color, la luz, la figura, la emoción. Ya en la adolescencia se puso a pintar. Y nunca más paró.

 

«Ver es haber visto», dijo Pessoa. Y Vicente lo sabe. Observar constantemente ha sido el modo de ejercitar su ojo y su imaginación. Es desde la práctica de una mirada curiosa y crítica al mismo tiempo, que él construye su obra. A los 34 años, más bien solitario, persiste en la búsqueda de materializar ideas y visiones sobre la tela. Aunque ha hecho muchas pinturas, ha expuesto poco. No pinta por encargo, sino que desarrolla un trabajo a ritmo personal, siguiendo sus propias vueltas y derroteros, sin estar bajo la exigencia de un mandato externo.

 

Tras egresar de la carrera de Arte, Vicente guardó silencio. Luego partió a estudiar a Alemania y de vuelta ha comenzado a mostrar un poco más su trabajo, tanto en Chile como fuera. Acaba de hacer una exposición grande en galería Patricia Ready, donde él mismo quedó sorprendido con la favorable recepción que tuvo.

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El nervio de las cosas

 

-Tu pintura es muy personal, se mantiene distante de modas y tendencias.

-Para mí el arte es un refugio, por sobre todas las cosas. Y no sólo es un refugio para mí, sino para todos. Como dijo Nietzsche: «Tenemos arte para no morir de la verdad». Nunca he asociado el concepto de refugio con la moda, así es que no me interesa «estar al día» con lo que sucede en el mundo del arte. Siempre he estado muy metido en lo mío.

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-Hay un vínculo entre pintura y poesía en tu trabajo.

-Sí, para mí la poesía fue un lugar antes que la pintura. En la adolescencia empecé a leer mucha poesía, estaba obsesionado con Rilke, me refugiaba ahí.

 

-¿Por qué la necesidad de refugiarse? ¿Te cuesta el mundo?

-Estoy informado, sé lo que pasa, pero tiendo a estar más en los márgenes. Y en el ambiente del arte es igual. Yo estoy agradecido de que haya gente que considere mi trabajo, pero me mantengo bastante encerrado.

 

-Tus pinturas están en el borde entre lo abstracto y lo figurativo.

-Me gusta estar en ese límite, y que el elástico no se corte. Que sea una experiencia abstracta pero que alcance a tener una figuración.

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-Las formas emergen desde el fondo, de repente aparecen las figuras. Y no se sabe qué es figura y qué es fondo. 

-Claro, hay un punto de ambigüedad. Pero siempre hago que aparezca la figura y ahí se establece otro diálogo, empiezas a codificar la imagen. Eso a mí me interesa, que haya una pequeña historia que interpretar. Y es algo que he ido afirmando con el tiempo, porque en la universidad me metieron el prejuicio contra lo «anecdótico» o «ilustrativo». Yo he tenido que revisar muchos prejuicios para ir armando un camino personal en la pintura.

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-¿Siempre tu relación ha sido específica con la pintura? ¿No te interesan otros lenguajes del arte visual?

-Yo creo que uno siempre está buscando con qué poder tocar el nervio de las cosas. Y a mí eso me pasa con la pintura. Siento que un gesto mínimo de pintura puede encerrar una tremenda transcendencia. Cada vez me interesa más hacer obras que sean extremadamente simples. Tener temas mínimos y desde ahí trabajar. Me interesa el nivel de radicalidad de la pintura, el nivel de confianza que se necesita para creer que en algo muy simple hay algo valioso.

 

-¿Cuando miras tus pinturas, sientes que llegas a ese algo valioso?

-A veces mirando una pintura descubro cosas que se me escapan. Y luego hago otra pintura donde trato de desarrollar eso que descubrí. Es un proceso que va de una pintura a otra. Hay pinturas que se ha demorado 5 años en hacer, que abandono y retomo. Las pinturas van cobrando una vida propia, les pasan cosas. De repente miro una pintura antigua mía y veo algo que antes no había visto, quizás porque no estaba preparado para verlo. Es así. Uno va revisando y reelaborando su propio trabajo.

 

-Son misteriosas tus pinturas, son raras, por así decirlo…

-Eso me han dicho.

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-¿Tú no las encuentras raras?

-En general toda la pintura es rara. Yo me nutro mucho de pintores de otras épocas, miro la historia de la pintura. Y cuando veo un cuadro de Van Gogh puedo ponerme a llorar. Y digo: «qué raro es esto». Hay algo muy puro en la pintura, muy singular. Porque si fuera un asunto técnico Van Gogh podría hacer la misma pintura en mi taller, con los mismos materiales que yo tengo acá. Pero no. Hay algo único e indescifrable, algo raro en sus cuadros. La pintura es como una niebla, está hecha de puros sentimientos. Eso hace que esté fuera del tiempo y que pueda cambiar en el tiempo. Una pintura de Edvard Munch ahora es distinta a la que pintó hace 100 años atrás, sin embargo es la misma. Si un mismo objeto es capaz de cambiar es porque hay algo vivo en él y uno no sabe lo que es. En ese sentido la pintura siempre es misteriosa.

 

-La clave de la pintura es habitar ese misterio.

-Y el misterio se escapa. Nunca está donde se le busca. Por eso creo que no hay que buscarlo.

 

-Tienes un rollo metafísico con la pintura.

-Me interesa que mis pinturas sean preguntas, sí. Preguntas capaces de iluminar una zona de la experiencia sin que desaparezca la oscuridad. Es hacer un daño menor. Que se mantenga el misterio.

 

-¿Eres creyente?

-No sé si creo en Dios pero converso con él.

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El factor desconocido

 

-Hay algo primitivo en tus pinturas, algo no del todo resuelto. No son perfectas, tienen error, crudeza. 

-Yo a los 15 años hacía pinturas realistas mucho más perfectas que las que hoy hago. Ahora lo que me pasa es que si veo una mano muy bien pintada lo que veo es la mano, y a mí lo que me interesa no es la exactitud de la figura representada, sino la pintura misma. Lo que yo quiero es que hable la pintura misma.

 

-¿De dónde viene tu imaginario?

-De varios lados. Por un lado está mi vida cotidiana, que es muy presente: mi espacio, mi familia, mis rutinas. Por otro lado está la historia del arte, que es algo que reviso continuamente. Y hay un tercer factor que no sé lo que es, es un misterio, algo más azaroso que de pronto aparece.

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-¿Qué pintores te gustan?

-Me interesan pintores ligados al expresionismo alemán.

 

-Tu pintura tiene harto de expresionismo, y también algo un poco naif. 

-No sé si es naif. Lo único que puedo decirte es que cuando uno está buscando la forma de las cosas de pronto el sentimiento se siente más cómodo en una forma, se encarna mejor. Lo que manda es el sentimiento.

 

-Cuando pintas ¿lo pasas bien o sufres?

-Las dos cosas. Cuando recién inicio una pintura es difícil. Me desvelo, pienso en las distintas posibilidades, y las expectativas fracasan.

 

-¿Cómo así?

-Cuando mejor va una pintura, termina peor y cuando peor va, termina bien. Quizás cuando una pintura va mal uno es más libre. En ese sentido la vulnerabilidad es muy importante. Y los errores y fracasos son una oportunidad de hacer una buena pintura. Cuando no hay fracaso la oportunidad de hacer algo realmente bueno disminuye muchísimo.

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-¿Por qué?

-Porque el fracaso tiene la función de sacarte de ti mismo. Te hace ser capaz de encontrar algo valioso afuera. Es una forma de superarte completamente a ti mismo.

 

-¿Qué te parece el éxito de haber vendido 3 pinturas grandes en tu última exposición?  

-Me parece genial, puedo pagar las cuentas, pero el verdadero éxito no tiene que ver con eso.

 

-¿En qué consiste el verdadero éxito?

-En hacer una buena pintura.

 

-Hay artistas que hacen carrera. Y que su gran logro es ir a tal o cual bienal.

-Lo que pasa es que yo soy alguien a quien le gusta estar solo. Lo paso bien solo. Por otro lado siento que es un mal negocio hacer carrera. La vida en el arte es difícil. A mí me cuesta mucho ser pintor, no me sale fácil pintar. Entonces los únicos réditos que puedo sacar son intelectuales, es lo que me impone la misma tarea. Uno no puede traicionarse a sí mismo.