Hans Rosbaud conducts Mahler
Sinfonías 1, 4, 5, 6, 7, 9, Das Lied von der Erde
SWR Sinfonieorchester Baden-Baden, Hans Rosbaud
8 CDs
SWR Music, 2020
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Los discos de Mahler hoy son muy comunes, demasiado comunes, innecesariamente comunes. Como sucede con Beethoven, Tchaikovsky o incluso Bruckner, pareciera que todo artista emergente necesita grabar de nuevo aquello que ya está grabado y muy bien grabado. De vez en cuando surgen discos valiosos y entonces podemos referirnos a la Sexta de Mahler de Currentzis o a la Cuarta de Iván Fischer, pero en la mayoría de los casos, artistas talentosos desperdician su tiempo y colman la paciencia de los melómanos con discos que no tienen sentido (en vivo el asunto es otra cosa). Mahler se ha vuelto común gracias a interpretaciones comunes muy bien servidas por la ingeniería y por orquestas que tocan tan inmaculadamente como carentes de toda personalidad. Por esto mismo hay que oír a los pioneros mahlerianos.
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«Rosbaud nos convence de que Mahler no es una moda. Mahler es un clásico y como dijera Furtwängler: Todo clásico tiene la forma exacta y el corazón en llamas».
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Consideraremos el término pionero para clasificar a aquellos directores que abordaron Mahler antes de que comenzaran a surgir ciclos mahlerianos grabados en estéreo, en estudio y en condiciones óptimas. Me refiero a los ciclos de toda la vida: Abravanel, Bernstein, Kubelik y Haitink. Después se sumaría una legión abierta por Solti, Neumann, Maazel… Antes de estos ciclos, las grabaciones mahlerianas se tomaban generalmente del vivo o desde transmisiones radiales. Hoy disponemos de muchas de ellas (y cada día aparecen más, incluso realizadas por aquellos que después grabaron las mismas obras en mejores condiciones técnicas). Rosbaud fue de los pioneros no tanto por fecha de registro como por concepto y contexto histórico. Si bien en ninguno de los registros, Rosbaud fue el primero, sin duda, perteneció a la generación que daba a conocer a Mahler a públicos y orquestas que lo oían o tocaban por primera vez. Es precisamente eso lo que se capta en estos ochos discos.
La Sinfonía 1 fue grabada en 1954 (el primer registro lo hizo desde el vivo Bruno Walter en 1939), la Cuarta fue grabada en 1959 (el primer registro realizado por Konoye en 1930), la Quinta es de 1951 (registro realmente pionero: fue el cuarto de la obra, el primero lo realizó Bruno Walter en 1947), la Sexta es de 1961 (séptimo registro de la obra, el primero lo realizó Adler en 1951), La Séptima, de 1954 (otro pionero, fue el cuarto conocido, el primero lo registró Scherchen en 1950), el Das Lied von der Erde, de 1955 (el primero fue de Bruno Walter en 1937). Como sucediera en los primeros registros de Bruno Walter –ni hablar de los de Scherchen–, la orquesta no es infalible. No obstante, a diferencia de esos primeros registros, el sonido radial de estos discos con Rosbaud es excelente y en algunos de ellos no se nota siquiera que sean monofónicos.
¿Cómo se dirigía Mahler antes de los grandes ciclos, del sonido estéreo y antes de la era digital? La mayoría de los pioneros conoció personalmente a Mahler, así que seguían su premisa de tocar de modo que todo se oyera. Fuera de este precepto, lo que se oye es muy distinto entre estos directores: Bruno Walter era emocional, de gran línea melódica. Por su parte, Scherchen era desquiciado, extremo, furioso. Mitropoulos y Horenstein abordaban a Mahler con gran imaginación, expresión y sentido del color orquestal. Klemperer era más seco, detallado, urgente y nervioso. Rosbaud era simplemente objetivo, emocionalmente muy preciso, clarísimo, revela la partitura de un modo elocuente y muy fluido. Todo es lógico, todo es detalle, pero ninguno está fuera de lugar o descontextualizado. Oyendo a Rosbaud nos percatamos de que el suyo fue el primer Mahler moderno y esto décadas antes de Boulez. Pero Rosbaud lo hizo con mayor riesgo, ya que pese a su objetividad, hay cierta alucinación, cierta crispación en su enfoque, probablemente herencia de una época que recién dejaba atrás el trauma de la devastación en Europa.
Todo este Mahler es revelador. La exactitud de la «Titán» que fluye de modo muy natural; maravillosa la Cuarta, muy detallada, con unos equilibrios que directores actuales con toda la ingeniería del mundo no han podido replicar. Una impresionante Quinta, casi expresionista, al igual que la Sexta. La Séptima llega a lo sensacional. Se oye todo –y hay un solo micrófono–. La novena es una mezcla de exactitud, poesía y tragedia. En el «Das Lied von der Erde» asistimos a una referencia, con un Haefliger inalcanzable y con Rosbaud dirigiendo la obra como si se tratara de Debussy, lo que le viene maravillosamente.
Estos discos son el Mahler más moderno de las últimas dos décadas, pero fueron grabados hace más de sesenta años. Puede que no sean primeras opciones para conocer las obras, pero para un mahleriano serio, la caja es obligatoria. La escucha de estos discos nos permitirá sacudirnos de las telarañas de las retóricas vacías, espectaculares y desarticuladas de tanto novato actual. Rosbaud nos convence de que Mahler no es una moda. Mahler es un clásico y como dijera Furtwängler: Todo clásico tiene la forma exacta y el corazón en llamas.