Título: Historia elemental de las drogas.
Autor: Antonio Escohotado.
Año: 1989
Editorial: La Emboscadura.
.
Antonio Escohotado, fallecido en noviembre de 2021, no fue sólo uno de los grandes historiadores sobre las drogas, y uno de sus precursores al experimentar sus variedades contemporáneas, sino un liberal que pensó vitalmente y por sí mismo desde la filosofía a la economía. Leonidas Montes ofrece este agudo perfil, que incluye una memorable visita al CEP hace apenas tres años.
.
La vida y el legado de Antonio Escohotado me recuerda esa hermosa y tan humana cita de David Hume: «Sé un filósofo, pero en medio de toda tu filosofía, sé antes que nada un hombre» (Enquiry Concerning Human Understanding 1.6).[1] Hay pocos pensadores que combinan ese llamado con la vida intelectual. Los filósofos ciertamente piensan, pero pocos viven las ideas como una verdadera aventura intelectual. En esa expedición por el sereno y tortuoso camino de la filosofía, pensar y vivir no suelen ser buenos compañeros de ruta. Y si hay alguien que pensó la libertad mientras vivía, ese fue Antonio Escohotado. Nuestro filósofo vivió libre y aprendió a ser cada vez más libre. Para celebrar su legado, sus 80 años tan bien vividos, comenzaré con algunos recuerdos de su vida y obra para cerrar con su visita a Chile el 2018.
.
Sapos en el sagrario/
Escohotado nació en Madrid el 5 de julio de 1941 y murió hace poco, el 21 de noviembre de 2021, en la Ibiza de sus sueños y su vida. De niño, entre 1946 y 1956, vivió en Brasil, ya que su padre fue agregado de prensa de la embajada española. Volvió a España, transitando así «del trópico pagano al nacionalcatolicismo». En el colegio estuvo a punto de ser expulsado dos veces por haber metido sapos en el sagrario. Quizá el cambio y el contraste de culturas que vivió entre Brasil y España lo llevaron a ser un eterno rebelde.
Estudió derecho, pero se entusiasmó con la filosofía. Aunque ya había aparecido Marcuse, utopía y razón (Alianza, 1968), en 1972 publicó su tesis doctoral La conciencia infeliz. Ensayo sobre la filosofía de la religión de Hegel. Por el lado filosófico, esta obra, junto a Realidad y sustancia (Taurus, 1986), serían para Escohotado los cimientos de su obra intelectual.
Al finalizar la universidad trabajó como asesor jurídico y fue profesor ayudante. A
sus 29 años, en 1970 y en pleno apogeo del movimiento hippie, partió a vivir a Ibiza. Un joven y apuesto Antonio Escohotado, junto a su hermosa esposa e hijos, habitaron una casa sin agua potable ni luz eléctrica. Era literalmente un oikos griego, el hogar y lugar idílico para leer, estudiar, escribir, traducir y experimentar con drogas. Con la herencia que le dejó su madre fundó la famosa discoteca Amnesia. Fue, por cierto, un lugar muy libre y frecuentado por la vanguardia hippie de la época. Era la época psicodélica donde todo se probaba y todo pasaba. Pero en medio de tantas fiestas y lunas llenas en Ibiza, publicó Historias de familia, cuatro mitos sobre sexo y deber (Anagrama, 1978) y De physis a polis. La evolución del pensamiento griego desde Tales a Sócrates (Anagrama, 1982).
.
«“El auténtico problema es que una mayoría no quiere la libertad y aún le tiene miedo. Para llegar a ser libre hay que ser libre, pues la libertad es existencia, concordancia consciente con la existencia, y es el placer, sentido como destino, de hacerla realidad”, escribió Junger, frase que podría ser perfectamente de Escohotado»
.
Quizá lo que marcó su vida y su futuro fue un episodio con la policía y la mafia corso-marsellesa. En 1983, Escohotado fue víctima de una emboscada. Y en enero de 1988 acabó en la cárcel por dos años y un día. Fue un caso bullado. En esa época escribía columnas de opinión en el diario El País y sostuvo un famoso debate televisivo con el comisario jefe del departamento policial para combatir las drogas. Pero como solía recordar, su paso por la cárcel de Cuenca fue un retiro pagado. Basta ver las fotos de la época con el joven Escohotado rodeado de libros en su pequeña celda.
Durante su estadía en la cárcel terminó de escribir, quizá como reacción o justificación ante la injusticia y la defensa de su verdadera libertad, su monumental y provocativa Historia general de las drogas en tres volúmenes (Espasa-Calpe, 1989). Esta obra, más allá de rastrear la historia de las ideas sobre el fascinante tema de las drogas en nuestra historia intelectual, cultural y filosófica, es también el inicio de un proceso intelectual que lo lleva a pensar en la libertad como antídoto frente al miedo. En definitiva, una oda a la libertad entendida en su sentido liberal más profundo.
Estimulado por el éxito de este libro y de sus cursos sobre farmacología,[2] entra al mundo del bioensayo, género dedicado a «la teoría práctica de las substancias psicoactivas». Probó múltiples sustancias, clasificando y describiendo los efectos físicos, mentales y psíquicos de todas estas drogas. Estas experiencias fueron finalmente publicadas bajo el título Aprendiendo de las drogas: usos y abusos, prejuicios y desafíos (1992).
.
El viaje del psiconauta/
Antonio Escohotado se convirtió así en un «psiconauta», un navegante del alma que emprendió un viaje intelectual que lo acompañaría toda su vida. El término psiconauta, acuñado por Ernst Jünger (1895- 1998), nos exige detenernos brevemente en este otro personaje que fue un modelo y fuente de inspiración para Escohotado. Jünger fue otro grande que vivió intensamente y pensó con profundidad. Otro aventurero de la vida y las ideas.
A los 17 años, Jünger huyó de su casa, viajó a África y se sumó a la Legión Extranjera francesa. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, partió al frente de inmediato. También participó en la Segunda Guerra Mundial y, como ya era una figura influyente por sus libros, columnas, ensayos y novelas, fue tentado por los nazis, pero se opuso al régimen y no solo ayudó a muchos judíos, sino que escribió contra lo que estaba sucediendo. A comienzos de los años 50, Jünger inicia una amistad con Albert Hofmann, el creador del LSD, quien realizó el primer viaje bajo los efectos del LSD mientras regresaba a su casa en bicicleta. Ernst Jünger se interesó por la farmacología y pasó a formar parte de los psiconautas, experimentando y escribiendo acerca de esas experiencias.
Algunos de sus libros trataron acerca de experiencias psicodélicas. En 1952, después de su primera experiencia con el LSD, escribe Visita a Godenholm (Besuch auf Godenholm). En su otro gran libro sobre el tema de las drogas, Acercamientos. Drogas y ebriedad (Annäherungen. Drogen und Rausch), publicado en 1970, expone sus propias experiencias con varios tipos de sustancias psicoactivas. Es en esta obra donde acuña el término «psiconautas», literalmente navegantes de la psique.
Antonio Escohotado conoció y admiró a Ernst Jünger. Su vida y obra calaron hondo en él. Por ahí escribió: «Le recordaré siempre como era en vida; un anciano coronado de nieve, gentil y distante, que enseñaba a escribir y a mirar cuando tantos otros le sugerían mandar y ser mirado». Y citaba esta frase suya que bien pudo ser de Escohotado: «El auténtico problema es que una mayoría no quiere la libertad y aún le tiene miedo. Para llegar a ser libre hay que ser libre, pues la libertad es existencia, concordancia consciente con la existencia, y es el placer, sentido como destino, de hacerla realidad».[3] Ambos nave gantes del alma eran intelectuales de acción que combinaban la pasión por las letras, las ideas y la vida.
En este período de experimentación, el pensamiento de Escohotado evolucionó. Si en su juventud fue cercano al comunismo e incluso estuvo a punto de combatir en la guerra de Vietnam contra Estados Unidos, se movió desde una posición de izquierda radical a una pasión política por la libertad. En efecto, como buen liberal clásico, solo quería «vivir y dejar vivir», antes que «vivir y dar lecciones a los demás». Todo esto, por supuesto, sin hacer daño al resto: bien sabía nuestro filósofo que su libertad termina donde empieza la nuestra. Para Escohotado, el liberalismo no era una cuestión de izquierdas o derechas. Era algo más profundo que lo llevó finalmente a definirse a sí mismo como un «liberal demócrata».
Su monumental Los enemigos del comercio. Una historia de la moral de la propiedad de tres volúmenes (Espasa-Calpe, 2008, 2013 y 2017) refleja esta posición desde la perspectiva de la historia y la filosofía política. Este trabajo fue para Escohotado «el libro de su vida». Aquí indaga sobre el cómo, el por qué y el para qué del intercambio y el comercio. Con pluma ágil escribe sobre el contexto y lo sucedido con todos los que «han sostenido que la propiedad privada es un robo y el comercio su instrumento». Se pasea por Esparta, por Platón y por esa secta esenia que interpretó el sexto mandamiento como «no comerciarás». En los tres volúmenes también analiza la evolución de instituciones modernas como la banca, los gremios y sindicatos, las primeras empresas, la seguridad social, entre otras. En simple, este libro es una refrescante defensa del comercio, del progreso y de la libertad. Y otra advertencia contra sus enemigos.
.
«Para Escohotado, el liberalismo no era una cuestión de izquierdas o derechas. Era algo más profundo que lo llevó finalmente a definirse a sí mismo como un “liberal demócrata”. Su monumental Los enemigos del comercio. Una historia de la moral de la propiedad de tres volúmenes, refleja esta posición desde la perspectiva de la historia y la filosofía política. Este trabajo fue para él “el libro de su vida”»
.
Escohotado fue muy prolífico. Escribió múltiples libros, ensayos y columnas. Pero también tradujo más de cuarenta títulos, entre ellos, obras de Newton, Hobbes, Jefferson y Bakunin, además de traducir y divulgar la obra de su admirado Ernst Jünger. Ese calmo y reflexivo ejercicio de la traducción fue clave en su formación. El acto de traducir es, para un intelectual, un momento único donde el autor y sus ideas se abren a la mirada rigurosa y reflexiva del traductor. Dicho de otra forma, en el proceso de traducción las palabras y las ideas del autor adquieren otra profundidad.
Pero su vida y todo lo que aprendió no fue para él. Fue para escribir, enseñar y conversar con su característica sencillez, franqueza y una humanidad que desarmaba a sus oponentes. Su arma no era tener la razón. Eran las ideas que emanaban de su propia vida. No enseñaba, sino que conversaba. No intentaba convencer, sino que persuadía. Un buen ejemplo de todo esto pudo verse cuando estuvo en Chile.
.
Visita a Chile/
En septiembre del 2018 me enteré por casualidad que Antonio Escohotado viajaría a Argentina. Lo invitamos al Centro de Estudios Públicos y, con su ánimo inquebrantable, aceptó «saltar esa maravillosa cordillera de los Andes». Fue una estadía intensa. Aterrizó junto a su hijo, Jorge, un domingo 28 octubre, ya bien entrada la tarde. El lunes habló en el CEP y al amanecer del día siguiente viajó de regreso a España.
En una sala repleta de asistentes tuvimos una conversación con Patricio Fernández. Su única exigencia fue que le lleváramos un whisky que había bebido la noche anterior y que le había gustado.[4] Me atrevo a decir que era un sibarita que privilegiaba la calidad por sobre la cantidad, aunque sin despreciar la cantidad en presencia de calidad. Fumaba y bebía con la misma intensidad con la que vivía y pensaba. Detrás de cada bocanada de su cigarrillo, detrás del humo y de cada sorbo, había ideas, pero también recuerdos y una contagiosa dulzura.
En esa memorable conversación en el CEP fue, como siempre, provocativo e irreverente.[5] Por ejemplo, manifestó que le resultaba insoportable que «vengan mesías autonombrados a llevarme a mí del infierno de la desigualdad al paraíso de la igualdad, como el que tiene ahora Venezuela o como el que montaron en Rusia desde el 17».También habló de las drogas, concluyendo que «una cosa es la ciencia y otra la creencia. En general procuro no creer en nada».
Cuando el encuentro ya finalizaba, le hicieron la siguiente pregunta:
Gracias don Antonio por sus maravillosas palabras, sin duda usted destaca por su solidez intelectual, por su coherencia, por su independencia, realmente un paradigma de sabiduría que a todos nos cuesta mucho alcanzar. Mi pregunta apunta a lo siguiente y quisiera apelar a su buena memoria y se la voy a hacer con mucho respeto, porque tiene referencia a una entrevista que usted dio al periodista Jesús Quintero en España hace un tiempo atrás y la última línea a mí me conmovió y le voy a repetir con mucho respeto lo que usted le dijo a su entrevistador. Usted le manifestó que quería morir solo como un perro enroscadito y que esta última parte de la vida no estaba mal. Eso, yo lo esperaría de un outsider, de un perdedor de la vida, no así de un gran intelectual como lo es usted. De lo que usted explicó se desprende que nos está enseñando que tenemos que ser, que somos personas carentes de afecto, de amor, que no tenemos solidaridad, pero que en contraposición si abunda la soberbia, el egoísmo, frente a un prójimo que está sufriendo hoy lo indecible, ¿podemos interpretar lo suyo como una forma de ir a lo esencial de la vida?
Y su respuesta es digna de reproducirse:
Creo que el instinto de conservación es sagrado hasta que la vida empieza a despedirse de nosotros; a partir de ahí, el instinto de conservación, sagrado sobre todas las cosas, porque tenemos que descubrirnos, tenemos que cumplirnos, tenemos que llegar a nosotros mismos, empieza a ser cada vez más precario, arbitrario, finalmente ridículo. Y si uno no sustituye el instinto de supervivencia por un instinto de despedida, por un instinto de tranquilo, adiós.
Recordemos a Sócrates, ¿cómo murió Sócrates? Bueno, primero le dijeron: «Pon una multa adecuada a tu arrogancia, preguntando sin parar a todos los atenienses y demostrando que somos medio bobos pon una multa y salvarás la vida porque tienes amigos muy ricos y la pagarán con gusto». Sócrates contesta: «No estoy dispuesto a endeudarme».
La asamblea entonces vota mucho más cerrada contra Sócrates, son quinientos el voto total, y lo condenan a muerte, pero le dan el privilegio increíble de la cicuta, porque hay que tomar en cuenta que los atenienses no se andaban con chiquitas respecto de los malos delitos, les metían en una celda y sabían que a los 5 días morían de sed y no se gastaban ni una pelada del erario público en ese miserable. De modo que si la persona realmente tenía un crimen atroz a sus espaldas ni un céntimo le costaba al erario público. Se le dio a Sócrates el privilegio de la cicuta. Sócrates lo aceptó, y allí, rodeado de unos cuantos discípulos, los cuatro creadores de las cuatro escuelas, o sea cínicos, epicúreos, estoicos y escépticos. Ahí estaban los cuatro y otras cuatro personas más. Y bueno, según cuenta Platón, yo no me lo creo, pero bueno, estuvo dialogando con ellos después de beberse el vaso y cuando vio que empezaban a dormírsele los pies, luego los tobillos y subía por la pantorrilla, él pidió una sábana. ¿Por qué? Porque quería dormirse como un perro enroscado tranquilamente y sin que le vieran. Se tapó. Y con eso todo el mundo dice: ya, se va, ahora se muere. Bueno, se quita un momento aquello —esto es testimonio tanto de Platón como de Jenofonte con lo cual podemos dar por buena la fuente (risas)—, le dice: «Critón, le debes un gallo a Esculapio». ¿Como que un gallo a Esculapio? Pues sí, veinte años antes caminando por el mercado, pasando por delante del altar de Esculapio, el dios de la medicina, Sócrates dijo «me parece a mí que todas estas ofrendas a Esculapio para tener una vida mejor no sirven de nada». Y le dijo Critón: «Veremos si en el día de tu muerte mantienes lo mismo». «Si tú sales ganando, si tú tienes razón, Critón, le debo un gallo a Esculapio. Si tengo razón yo, se lo debes tú».
Por algún motivo, Sócrates se quitó la túnica y le dijo a Critón: «le debes un gallo a Esculapio». Se tapó y se murió.
Esto me parece un ejemplo: yo sinceramente estoy deseando morirme, pero de verdad. Lo que pasa es que, por otra parte, quiero mucho a toda mi gente, tengo mucho cariño por todo, la vida se ha portado muy bien conmigo, creo que lo que ha habido de coraje y de tesón en mi existencia ha sido recompensado muy por encima del coraje y del tesón que le he puesto. De modo que me abstengo, tengo un poderoso botiquín en casa, por supuesto, cuando empiezan a fastidiarme los ya fastidiosos achaques, para ponerles término. Pero comprendo que dejaré sola a mi mujer, a mis hijos. En fin, es todo un temita. Pero cuando llegue el momento, la sábana es sagrada, no me la quita nadie. Y eso es lo que quiero decir con un perro enroscado en un rincón solo. Hay que estar solo. No quiero que se vea la cara
No sabemos cómo partió Antonio Escohotado en sus ochenta años. Sabemos que nos dejó en su querida Ibiza, tranquilo y acompañado por su familia, posiblemente tapado con su sábana. Pero también sabemos que nuestro filósofo y psiconauta fue, pese a toda su filosofía, un hombre que vivió y pensó con tesón y coraje.
.
[1] El original en inglés dice: «Be a philosopher; but amidst all your philosophy, be still a man». Hume, D. (1963) [1748]. An Enquiry Concerning Human Understanding. Oxford: Clarendon Press. Página 9.
[2] Para sus concurridos cursos invitó a Albert Hofmann (1906-2008), que descubrió, ingirió y experimentó por primera vez los efectos psicotrópicos del LSD; a Thomas Szasz (1920-2012), un conocido psiquiatra que practicaba y defendía la libertad para experimentar con las drogas, y Alexander Shulgin (1925-2014), uno de los pioneros en la investigación y el uso del MDMA (éxtasis), entre otros invitados (el lector atento podrá notar que fueron muy longevos).
[3] Escohotado, A. (18 de febrero de 1998). https://www.escohotado.org/ articles/ernstjunger.htm
[4] De hecho, el lunes en la tarde, al llegar al Centro de Estudios Públicos en la calle Monseñor Sótero Sanz, Escohotado pidió cerveza. Al responderle que no había, recuerdo vívidamente que me contestó «y qué tipo de lugar es este». Inmediatamente alguien partió a comprar un pack de cervezas que consumió antes de empezar el seminario.
[5] La conversación se encuentra en https://www.youtube.com/watch?v=6sgvecbwBKk