Título: Legalizing Drugs. The Key to Ending the War.
Autor: Steve Rolles.
Año: 2017.
Editorial: New Internationalist, Oxford.
.
Desde el placer que generan las drogas hasta el total fracaso de la guerra contra ellas es el arco que recorre Steven Rolles en esta investigación de sesgo periodístico. La legalización aparece para este autor como la única posibilidad de frenar los efectos perversos que genera el negocio de la droga en el mundo contemporáneo, incluso peores que los de la adicción.
.
La guerra contra las drogas está destinada al fracaso. A esta conclusión llega Steve Rolles después de analizar la historia, los datos disponibles y la experiencia internacional. Al igual que Sísifo en su lucha contra la fuerza de gravedad, la guerra contra las drogas no es sino una lucha contra la condición humana. La experiencia en los últimos cincuenta años revela que la enorme roca que hemos empujado una y otra vez ladera arriba vuelve a caer, volviéndose cada vez más grande y pesada. A diferencia de Sísifo, condenado por los dioses a la inutilidad de su esfuerzo, Rolles nos muestra que la inútil guerra contra las drogas no responde a nuestra tozudez sino a espurios propósitos políticos, que han causado cientos de miles de muertes, estigmatización y persecución de grupos étnicos y minorías, junto con el deterioro de las instituciones democráticas en múltiples países del continente americano.
Las drogas causan placer. Una verdad obvia para cualquiera, pero olvidada en el debate público. Este dato de la causa es clave, pues precisamente ahí radica el fatal destino de la guerra contra las drogas. People like to take drugs. Whether to feel good, to relieve pain, to relax, or find spiritual solace, seeking altered states of consciousness has been part of our culture since the dawn of humanity.(1) Ninguna ley, ninguna guerra podrá cambiar la condición humana, a saber, la búsqueda de placer y la supresión del dolor. El alto consumo de drogas en el mundo da cuenta de ello. Las Naciones Unidas estimó que 246 millones de personas usaron drogas durante 2013, es decir, una de cada 20 personas entre 15 y 64 años. Ese mismo año murieron a causa del consumo 187.100 personas.(2) A pesar del riesgo que conlleva consumir drogas, su uso ha aumentado en la última década.
.
Mercado negro criminal/
Chile posee las tasas más altas de consumo de drogas en niños y adolescentes del continente. Según el informe sobre el Consumo de Drogas en las Américas 2019, elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA), nuestro país se encuentra en el número uno en consumo de estupefacientes. En América del Sur, Chile se destaca con una tasa de consumo de marihuana sobre el 30%, seguido de Uruguay con un registro sobre el 15% y Argentina sobre el 10%. En relación con la cocaína, Chile vuelve a encabezar la lista a nivel continental.
Según el Decimotercer estudio nacional de drogas en población general de Chile (2018), elaborado por el Observatorio Chileno de Drogas, la prevalencia de uso de la marihuana —que la han probado alguna vez en la vida— bordea el 35%, mientras que la prevalencia en uso del último mes es de aproximadamente 8%. La población que más consume marihuana es el grupo joven que abarca desde los 19 hasta los 25 años; en este grupo la prevalencia es de 32,1%.
.
«La guerra contra las drogas ha implicado también la estigmatización y persecución de grupos minoritarios, como son los indígenas, los pobres, afrodescendientes y latinos, llegando incluso a vulnerar sus derechos humanos»
.
La prohibición de las drogas ha hecho de este negocio uno sumamente lucrativo. La Oficina de Drogas y Crímenes de las Naciones Unidas (UNODC, por su sigla en inglés) estimó que el comercio global de droga a nivel de producción vale 13 billones de dólares anuales; a nivel de venta al por mayor su valor aumenta a 94 billones de dólares y al por menor 320 billones de dólares, similar a la industria textil mundial. Las consecuencias no deseadas de la prohibición de las drogas sobrepasan con creces los efectos adversos que produce su consumo. La prohibición ha generado un mercado negro criminal asociado al tráfico de drogas y de armas, al lavado de dinero y a corrupción de los poderes del Estado. La guerra contra el narcotráfico no ha logrado su erradicación, sino sólo desplazarlo temporalmente de lugar. El mercado negro de las drogas ha generado una violencia inusitada, causando cientos de miles de muertos al año. A ello se deben sumar los cuantiosos recursos que gastan los países en la persecución y castigo al narcotráfico, recursos que se dejan de gastar en otras áreas como la salud o educación. Según el «Boletín estadístico de Gendarmería Chile» (2018), el 22% de la población recluida en régimen cerrado en nuestro país se debe a delitos de drogas y 9% por control de armas, que también se asocia al narcotráfico.
El narcotráfico se erige como uno de los principales enemigos de la democracia. Su poder desmedido ha logrado corromper a los funcionarios públicos, tanto de alto como de bajo rango en la escala profesional pública, socavando las instituciones y sus cimientos. La guerra contra las drogas ha implicado también la estigmatización y persecución de grupos minoritarios, como son los indígenas, los pobres, afrodescendientes y latinos, llegando incluso a vulnerar sus derechos humanos.
.
El control social/
En el debate público (es cosa de revisar los intercambios epistolares en la prensa escrita), la discusión se sigue concentrando en los efectos adversos del consumo de drogas y dejan en el punto ciego las consecuencias que conlleva la prohibición. Esto no es por azar. Rolles se encarga de mostrarnos en cada página de este libro cómo las preocupaciones «altruistas» que llaman a declarar la guerra a las drogas se fundan sobre intereses económicos y políticos espurios.
En este breve libro de carácter periodístico, Steve Rolles reúne y organiza la información accesible para contar por qué la prohibición de las drogas ha fracasado, revela los obstáculos que impiden un cambio en la estrategia mundial y entrega recomendaciones de políticas para abordar una de las principales amenazas de las democracias latinoamericanas. Este libro está escrito desde la perspectiva de un estadounidense, cuyo país ha sido el principal actor en la guerra contra las drogas. En este sentido, el libro no aborda el rol que ha tenido la droga en los países donde se cultiva, tanto en la dimensión de la violencia y corrupción como en su dimensión económica para determinados grupos. El libro se estructura en cinco capítulos. El primero relata la génesis de la lucha contra las drogas en la década del 30 y muestra cómo en la década del 60 experimenta un giro, al incluir la marihuana en el listado de drogas prohibidas y luego, en la década del 70, a las drogas sintéticas. En estas décadas comienza un período de mayor persecución a quienes consumían marihuana como instrumento de control social, disfrazando así el objetivo político de acallar a los disidentes, izquierdistas y pacifistas: For those in power who saw the emergent youth culture and its more relaxed view of drug use (and sexual liberation) as a threat to their traditional way of life, the new drug laws that criminalized these alien behaviors quickly became a tool for social control. What they perceived as daviant behaviors […] could be criminalized – both enhancing the otherness of the population, and allowing it to be suppressed along with its politically undesirable left-leaning, anti-war sentiments.(3)
El segundo capítulo muestra los costos que ha traído consigo la guerra a las drogas. Por una parte, se explicitan los costos que genera el consumo de drogas en la salud pública y las muertes directas que ocasiona, la mayoría de ellas por sobredosis, afectando especialmente a la población juvenil. Estos datos se complementan con los costos indirectos y no deseados de la prohibición, que en suma son peores que los ocasionados por las mismas drogas. El narcotráfico es una amenaza para la seguridad de la población y las naciones, tiene efectos adversos sobre la economía y la democracia, desincentiva la inversión y corrompe a los poderes políticos, militares y de justicia: The huge illicit drug profits fund the arming of criminal organizations that are, in many cases, now able to outgun law enforcers. Drug money can also fuel conflict by providing a ready supply of income for insurgent, paramilitary and terrorist groups. […] These expanding domestic enforcement budgets, and diversion of aid funds into militarized drug responses, have serious opportunity costs, starving health and social development programs of resources.(4)
El tercer capítulo, tal vez el más relevante del libro, muestra cómo la legalización y regulación de las drogas permite a los gobiernos quitarles el control a las bandas narcotraficantes y supervigilar la producción, provisión y uso responsable de drogas, tal como ocurre hoy con las drogas legales (medicinales). Rolles entrega múltiples medidas de política pública que buscan regular la producción y provisión de las drogas junto con cuidar la salud de la población, evitando un aumento masivo del consumo. La regulación del opio es un ejemplo de cómo se puede regular su producción legal para medicamentos. A partir de la evidencia accesible hasta ahora, basada principalmente en políticas para la regulación del alcohol y el tabaco, se muestra que la legalización no necesariamente conlleva un aumento del consumo; aunque el autor reconoce que la experiencia con el alcohol y el tabaco no es directamente transferible al resto de las drogas.
.
«El tercer capítulo, tal vez el más relevante del libro, muestra cómo la legalización y regulación de las drogas permite a los gobiernos quitarles el control a las bandas narcotraficantes y supervigilar la producción, provisión y uso responsable de drogas»
.
Este tercer capítulo se complementa con el cuarto, que recoge la experiencia reciente
de países como Portugal, Uruguay, Nueva Zelandia, Canadá y Suiza, entre otros, que han implementado reformas a la ley de la droga para avanzar ya sea en su descriminalización o en su legalización y regulación con buenos resultados.
Finalmente, el quinto capítulo analiza los obstáculos para avanzar en la legalización y regulación de las drogas y entrega recomendaciones para abordar dichos obstáculos. El autor es categórico en mostrar que las políticas antidrogas no han sido diseñadas sobre la base de la evidencia, sino bajo criterios populistas que buscan réditos políticos: Whether we consider the launch point of the mainstream approach to be the early prohibitionist treaties from more than a century ago, their formalization into a global prohibitionist infrastructure under the 1961 UN Single Convention on Drugs, or Nixon´s launching of a war on drugs in 1971, the drug-policy debate has always been driven more by populist posturing, geopolitical pressures and sensationalist media headlines than by rational analysis. Despite the progress in recent years, this undoubtedly remains the case across much of the globe.(5)
Como muchos de los problemas que hoy enfrentamos, la política ha fracasado en darles una solución. Este fracaso no se debe a las dificultades propias del problema que enfrenta, sino a la falta de incentivos para abordarlos de forma rigurosa y desde la evidencia. Tal vez el principal problema del narcotráfico es que al ser un problema global, poco incide en lo que haga uno u otro país si no hay un cambio significativo a nivel global. Con todo, algunos cambios importantes se empiezan a observar de a poco a lo largo del planeta y los buenos resultados que están generando pueden inspirar a otros a recorrer el mismo camino y así provocar una reacción en cadena que permita terminar con el crimen organizado del narcotráfico.
(1) Rolles, S. (2017). Legalizing Drugs. The Key to Ending the War. Oxford:
New Internationalist. Página 9. Página 9.
(2) United Nations. (2015). World Drug Report. Viena. Páginas 1 y 11.
(3) Rolles, S. (2017). Legalizing Drugs. The Key to Ending the War. Oxford:
New Internationalist. Página 9.
(4) Ibíd. Página 46.
(5) Ibíd. Páginas 95-96.