Iniciar sesión

Si ya eres usuario registrado ingresa tu e-mail y contraseña.

Mayol en el trampolín

Piscinazos intelectuales

Pablo Paniagua Prieto
PhD © Economía Política, King´s College London Investigador Senior Fundación para el Progreso Santiago, Chile. Á - N.4

Particularmente prolífico, el sociólogo Alberto Mayol acaba de sumar un libro suyo a la serie de publicaciones que tratan de explicar los mecanismos profundos del estallido social de octubre.  Si bien sus diagnósticos son en general acertados, su necesidad insistente de darle al neoliberalismo un carácter de enemigo fantasmal le resta confiabilidad a su diagnóstico.

.

Alberto Mayol

Big Bang: estallido social 2019
Catalonia, Santiago, diciembre 2019

.

Alberto Mayol
Big Bang: estallido social 2019
Año: 2019.
Editorial: Catalonia.

.

.

En su más reciente libro, Alberto Mayol busca iluminar el fenómeno del estallido social ocurrido en Chile el último trimestre del 2019. Este es el sexto libro del sociólogo con relación al tema de las crisis sociales (lo que él denomina el «ciclo de crisis») y el supuesto derrumbe del modelo. Uno podría preguntarse si a estas alturas otro libro del autor sobre el mismo tema sea quizás innecesario o hasta redundante; pero, dadas las circunstancias extraordinarias en las cuales se encuentra Chile, es posible que el sexto libro de Mayol pueda brindar un aire fresco al debate del estallido social.

.

Lo bueno

 Existen cosas interesantes en el libro, que podrían contribuir al debate sobre el estallido social. Por más de ocho años Mayol ha estudiado este ciclo nacional denominado «de crisis». Sin duda su trabajo ha contribuido a «la imperiosa búsqueda sobre el significado del malestar» (p. 171) y por eso deberíamos valorar el esfuerzo personal y de su equipo en proveer conjeturas respecto al profundo significado de éste, ya que hoy —más que nunca— debemos entenderlo y estudiarlo.[1] Este proceso de estudio del «ciclo de crisis» posee importancia ya que Mayol y su equipo —junto con otros centros de estudios como el PNUD—  han logrado identificar que existía un malestar subyacente en la sociedad chilena, en donde otros sólo veían cifras macroeconómicas estables.[2] Hoy debemos reconocer que el malestar sí existía y que lamentablemente estalló de forma violenta. Sin duda uno de los aspectos más positivos del libro —y de todo el trabajo de Mayol— es el hecho de que se haya identificado: primero, la existencia de un malestar social latente y, segundo, un proceso lento de descomposición institucional y de deslegitimación del orden social.

Acertadamente, Mayol identifica el hecho de que en Chile estamos ante un proceso único de deslegitimación institucional y de «desequilibrio normativo» en el sistema de desarrollo.  Ambas categorías conforman el «ciclo de crisis 2011-2019» (p. 22). Sin duda Mayol ha estado en la vanguardia de quienes han registrado prematuramente estos procesos de erosión normativos e institucionales que están en el corazón del malestar. El proceso de desequilibrio normativo ocurre cuando «la sociedad de mercado decía que el mercado era igualitario y que el acceso al dinero era meritocrático, ello implicaba su promesa. Su capacidad de cumplirla era decisiva. La existencia de fallas en la promesa es constitutiva de los órdenes sociales y políticos. (…) Los desequilibrios normativos generan, entonces, ilegitimidad» (p. 190). Lo anterior está directamente relacionado con los casos de abuso y los casos de corrupción que Chile experimentó en estos últimos 10 años. Por lo tanto, «la promesa del estallido social radica en el fin de la impunidad de las élites» (p. 66).

No hay duda de que la acumulación de casos de abuso, corrupción y colusión ha ayudado a exacerbar el sentimiento de desigualdad y de malestar que ha horadado las bases de legitimidad del orden político y del modelo económico de desarrollo. Pero reconocer lo anterior no implica, como cree Mayol, que dichos abusos y desequilibrios normativos sean inherentes al sistema de libre mercado, ni que existan a su vez otros sistemas sociales capaces de evitar dichos abusos y desequilibrios normativos.[3]

.

Lo malo

Uno de los elementos de confusión es el significado de lo que Mayol entiende por neoliberalismo. A ratos parece que éste combina los términos neoliberalismo, capitalismo y economía de libre mercado de formas indistintas (p. 69, p. 102, p. 116 y p. 179). Alternativamente parece que el neoliberalismo estuviese asociado a un sistema corrupto de explotación, en el cual las élites abusan y substraen rentas al resto de la población (p. 20 y p. 52) (no reconociendo que ésta es una característica perversa de los sistemas totalitaristas y socialistas en el mundo). Y, en otras ocasiones, parece ser un sistema para el cual el Estado debe: decrecer en tamaño, expandir el proceso de mercantilización de la sociedad y no regular (o desregular) los mercados (p. 29-32).

Mayol no define en ninguna parte del libro lo que él entiende por neoliberalismo. De esta forma, el hecho de no crear un marco conceptual claro ni una definición de las características institucionales del neoliberalismo le permite, a través una flexibilidad retórica, otorgar a éste todas las propiedades perversas que el autor estima apropiado y/o conveniente. Resulta extraño que, siendo el neoliberalismo la causa aparente y más importante de todos los males sociales, Mayol no dedique más esfuerzos intelectuales a definirlo de forma clara y coherente. De hecho, el uso del término neoliberalismo ha sido criticado en la literatura debido a que su significado y utilidad se han deteriorado y descompuesto a tal punto, que hoy simplemente representa un mero eslogan antiliberal o un término normativo denostativo asociado a reformas que —por lo general— no son del agrado del autor.[4] El uso impreciso de la palabra neoliberalismo por parte de Mayol reafirma lo establecido por Roger Scruton: «Los términos políticos a menudo son entendidos de manera tan oscura por la persona que los usa como por la persona que está confundida al escucharlos».[5]

De todas formas, estas interpretaciones de lo que es el neoliberalismo no coinciden en lo absoluto con la realidad institucional chilena.

Primero, el Estado ha crecido de forma exponencial en los últimos 20 años. Se estima, por ejemplo, que para el 2024 el Estado ya habrá multiplicado la deuda pública en más de diez veces su tamaño. La burocracia del Estado es hoy enorme y, además, ineficiente. Chile es hoy el país con más ministerios de la OCDE (24 ministerios). Un ejemplo notable: el Congreso Nacional empleaba a menos de 350 personas en 1990, hoy a casi a 3.000. Al 2018, según estadísticas del INE alcanzamos un millón de empleados públicos, con un crecimiento del número de funcionarios de un 26,3% en sólo cinco años. Muy lejos del infierno neoliberal sin Estado que sugiere Mayol.

Segundo, según un informe de la OCDE, Chile es el país que posee la mayor complejidad en sus procesos regulatorios, y el sexto con más barreras legislativas al emprendimiento.[6] El ranking Doing Business 2020 del Banco Mundial —que compara las regulaciones y las trabas burocráticas para hacer negocios—  muestra que Chile está apenas en la posición 59 (de 190 países) en facilidades legales y regulativas para hacer negocios. La OCDE, en su informe del 2019 «Corporate Tax Statistics», señala que Chile es el segundo país —de 94 países del ranking— que más ha aumentado los impuestos a las empresas desde el 2000. De esta forma, Chile se convirtió en el segundo país con la tasa impositiva efectiva cobrada más alta de todo el grupo.[7] Muy alejado del paraíso de la desregulación que insinúa Mayol. Difícilmente esta expansiva realidad legislativa y burocrática se puede asociar a un sistema neoliberal desregularizado en donde el Estado se empequeñece y está supuestamente supeditado al mercado.

De esta forma el concepto de neoliberalismo se diluye en un mero agravio o en una expresión denostativa para representar todo aquello que el autor considera malo y perverso en la sociedad chilena; o como si fuese un fantasma conceptual que permea todo lo oscuro que hay en Chile. Lamentablemente, esta pseudo definición no sirve como una coherente unidad de análisis a la hora de entender las reales causas institucionales y los orígenes del malestar.

Un segundo factor de confusión se da cuando Mayol mezcla todas las crisis institucionales y políticas ocurridas entre el 2011 y el 2019 bajo un mismo meta-paraguas conceptual. Mayol amalgama conceptualmente a todas las crisis de la última década como si fueran sólo una, y culpa —otra vez— a dicho fantasma que todo lo corrompe llamado neoliberalismo. Mayol denomina a este meta-proceso de degradación institucional como «la crisis del neoliberalismo en Chile» (p. 22). Pero no es del todo evidente que dichas crisis institucionales y políticas tengan relación con el capitalismo o con el libre mercado. No obstante, en su afán de vincular el subyacente y complejo malestar social directa y exclusivamente con el neoliberalismo (p. 73), Mayol cae en la negligencia conceptual de mezclar las distintas crisis políticas y sociales de los últimos diez años como si fueran partes de una misma raíz neoliberal.

.

En su afán de vincular el subyacente y complejo malestar social directa y exclusivamente con el neoliberalismo, Mayol cae en la negligencia conceptual de mezclar las distintas crisis políticas y sociales de los últimos diez años como si fueran partes de una misma raíz neoliberal.

.

Por ejemplo, Mayol analiza el fracaso del Transantiago, en cuanto un fracaso de la política pública, reconociendo que «el origen del Transantiago supone una crisis consecutiva a la primera crisis relevante de los gobiernos»; esta crisis además generó un «impacto político, [y] la desconfianza producida por este hito respecto al sistema político y la sensación masiva de derrota frente a una modernización fallida» (p. 35). Mayol reconoce que «si bien el ciclo de crisis general partió en 2011 y el estallido se dio en 2019, no es menos cierto que el primer objeto que representa la estructura completa de la crisis actual se dio en el Transantiago en 2006» (p. 37). El libro correctamente identifica esta falla del Estado en particular, y al fracaso de la política pública en general, como uno de los elementos clave en el origen del malestar. Sin embargo, no es evidente cómo el Transantiago se relaciona con el neoliberalismo. Mayol reconoce, implícitamente, que el malestar social proviene en gran parte de la política pública y de la tecnocracia burocratizada, pero luego confunde a éstas con el neoliberalismo.

.

.

El libro además explora otras crisis de legitimidad en distintas instituciones, como por ejemplo la crisis de la Iglesia. Mayol identifica que «el proceso de desplome institucional tiene una causalidad relevante en la crisis de la Iglesia católica» (p. 137); y «parte importante de la explicación del ciclo de crisis de 2011 a la fecha se fundamenta en la enorme crisis de la Iglesia en Chile» (p. 152). Dado este sinnúmero de factores adicionales, no necesariamente relacionados con el sistema económico, queda entonces preguntarse si realmente el malestar y el estallido social pueden explicarse como un producto monocausal del neoliberalismo. Esto sugiere que la crisis de legitimidad en Chile, más que de forma endógena del capitalismo, proviene de shocks vinculados a la política, a las fallas del Estado, a los fracasos de la política pública y a la deslegitimación de la Iglesia y del Ejército.

Dada esta confusión conceptual con las heterogéneas crisis de legitimidad, pareciera que Mayol —en su afán por culpar al neoliberalismo de todos los males— cae en el error de negar la complejidad de los fenómenos sociales, pretendiendo convertir una explicación multicausal del malestar en unidireccional. Podemos reconocer que hay una grave crisis de legitimidad que permea a casi todas las instituciones; pero de ahí a creer que todas estas pueden ser producto del sistema neoliberal —en cuanto meta-estructura— es de un simplismo intelectual maniqueo. De esta forma, Mayol intenta forzar un relato histórico con el mero objetivo de establecer una relación espuria entre las distintitas crisis de esta década y el espectro del neoliberalismo.

Mayol se acerca al fondo del problema social cuando reconoce que el rasgo fundamental de nuestra crisis de legitimidad es «el carácter no administrable de los problemas emergentes» (p. 48) y que «hay también algunas referencias, menores, a un despertar de la democracia o la autonomía del pueblo respecto a sus administradores del poder» (p. 63). Lo paradojal es que, si esto es así, el problema de fondo es entonces de gobernanza y de administración de nuestros problemas sociales y colectivos; y, por ende, son fundamentalmente problemas relacionados al cómo hacemos política y política pública más que un problema del mercado.

Otro elemento relevante relacionado con los problemas de administrar el poder y la participación y gobernanza ciudadana es que Mayol, en su análisis, pasa por alto el contexto internacional en el cual se han generado distintos estallidos sociales en disímiles partes del orbe. Los últimos años han sido caracterizados por impredecibles movimientos de protestas y estallidos sociales inorgánicos en partes tan diversas del mundo como: Argelia, Brasil, España, Sudan, Chile, Francia, Haití, Indonesia, Bolivia y Hong Kong para mencionar algunos.

Cabe destacar que estos fenómenos sociales han ocurrido en las más diversas realidades imaginables: democracias liberales, regímenes autoritarios, países pobres, países ricos, países capitalistas y países socialdemócratas. Todos bajo una ola de manifestaciones internacionales marcadas por demandas de ciudadanía, representación y derechos de ciertas minorías. Algunas de estas protestas fueron capaces de derrocar gobiernos como en Bolivia y Argelia y, en otras, fueron capaces de modificar políticas públicas como en Francia y Chile. Todo esto ocurrido —no obstante— en situaciones diametralmente dispares con relación a los sistemas políticos, libertades sociales, cultura y modelo de desarrollo económico que poseen estos países. Lo anterior sugiere que estos procesos han sido más bien fenómenos globales y culturales-demográficos —exacerbados por la tecnología, hashtags y las redes sociales— más que fenómenos locales aislados o relacionados con algún modelo económico o político específico.[8]

Mas aún, dichos fenómenos son líquidos, descentralizados y con múltiples voces; totalmente diferentes a los fenómenos sociales conocidos hasta ahora. De ellos y su surgimiento se conoce muy poco; lo que si podemos reconocer es que son extremadamente volátiles, efectivos para desestabilizar gobiernos de toda índole, son guiados por pulsiones y redes sociales más que por ideologías y, por lo tanto, no relacionados a ningún modelo de desarrollo en particular. La generalidad de estas manifestaciones sociales —prescindiendo del modelo de desarrollo económico específico del cual surgen— ilustra tanto su popularidad y pulsación fácilmente transferible entre los países como la vaguedad y multiplicidad de sus demandas.

De esta manera, revisando el contexto internacional y cultural-global en el cual se encuentran inmersos estos nuevos fenómenos sociales, podríamos conjeturar que lo ocurrido en Chile no es necesariamente un problema endógeno al «modelo», o una falla estructural del «modelo de desarrollo neoliberal». Estos nuevos fenómenos sociales se caracterizan por no encajar fácilmente con las viejas dicotomías de izquierda-derecha y socialismo-capitalismo. Entonces, al considerar el contexto global, podemos reconocer que hay evidencia suficiente para cuestionar que lo que estamos experimentando sea una revuelta radical contra el neoliberalismo, tanto en Chile como en el mundo. Esto además podría cuestionar seriamente la tesis monocausal expuesta por Mayol a lo largo de este libro, en cuanto a que lo que sucede en Chile sea un problema endógeno y local producto de tener un modelo de desarrollo de corte neoliberal.

Es indispensable, para el progreso del país, ser rigurosos y responsables con las ideas y al separar aguas conceptuales. Cuestionar partes del modelo de gobernanza de lo público y escrutar aspectos negativos de nuestros sistemas jurídico-culturales que no han penalizado y condenado los abusos, son sin duda tareas valiosas. Pero éstas distan mucho del estéril ejercicio de profetizar el derrumbe inexorable de nuestro modelo de progreso.

.

Cuestionar partes del modelo de gobernanza de lo público y escrutar aspectos negativos de nuestros sistemas jurídico-culturales que no han penalizado y condenado los abusos, son sin duda tareas valiosas. Pero éstas distan mucho del estéril ejercicio de profetizar el derrumbe inexorable de nuestro modelo de progreso.

.

Finalmente, fuera del concepto del «abuso», «desigualdad de derechos» y de «no al lucro» (que para Mayol es otra forma de abuso) (pp. 20, 54, 65 y 139) el libro no proporciona mayores detalles institucionales del supuesto desequilibrio estructural del neoliberalismo. Mayol reconoce que el «abuso», referido y nombrado de diversas maneras, era «la clave de la crisis de legitimidad» (p. 20-21). Pero lamentablemente esto no explica: 1) por qué el abuso impune y el malestar son inherentes al capitalismo; ya que basta observar otros ejemplos de sociedades más capitalistas y más de libre mercado para reconocer que no hay causalidad entre capitalismo y abuso generalizado e impune. Y, 2) si existe acaso otro sistema económico —fuera del capitalismo liberal— que sea capaz de erradicar o disminuir de mejor manera los abusos generalizados de las élites (basta con ver los casos de Rusia, China y Venezuela para darse cuenta de que, comparativamente, el sistema capitalista es superior a la hora de controlar abusos y sancionar a sus perpetradores).

Todos estos problemas conceptuales hacen confundir al lector y ofuscar el problema social de fondo. Y, si a esto le sumamos los capítulos en donde mezcla el análisis semiótico de los grafitis y el análisis antropológico de las fiestas-rituales de los indígenas (potlatch) junto a un psicoanálisis con ribetes proféticos, el lector podría creer que, más que un ensayo de un cientista social, estamos leyendo la Qabbaláh —en clave música pop de San Miguel— del estallido social.

.

Lo feo

Como bien dice Mayol cerca del final del libro, «reemplazar un complejo entramado de economía, política y sociedad por una negativa al mismo y por un par de ideas sueltas era evidentemente una frivolidad» (p.192). Lamentablemente no sigue su propio consejo para poder evitar la frivolidad; y, por ende, no es convincente respecto a que estemos ante un inevitable derrumbe del modelo. Una de las cosas más cuestionables del libro es que Mayol cree que los eventos del 2019 unilateralmente confirman su hipótesis del derrumbe del modelo neoliberal; y por ende la evidencia —post 18-O— es tan notoria y clara que «la discusión se torna innecesaria» (p. 71). Por cierto, no es evidente que exista tal evidencia contundente como para hacer tal aseveración.

.

Una de las cosas más cuestionables del libro es que Mayol cree que los eventos del 2019 unilateralmente confirman su hipótesis del derrumbe del modelo neoliberal; y por ende la evidencia —post 18-O— es tan notoria y clara que “la discusión se torna innecesaria”.

.

Mayol bordea el determinismo histórico cuando expone que «no era casualidad lo ocurrido en 2011, que la historia continuaría por un camino trazado por esos hechos [el supuesto desequilibrio normativo] (…) Hoy vuelvo a decir que la historia no juega a los dados» (p. 189). Esto se asemeja al historicismo, en el cual el autor cree que ha descubierto las leyes trascendentales de la evolución de la sociedad capitalista; y, por ende, pretende predecir su futuro colapso. Esta forma maniquea de hacer ciencias sociales ha sido desacreditada por el trabajo metodológico y filosófico de Karl Popper y tantos otros.[9] Además, esto no es del todo admisible ya que trata de hacer predicciones facilistas de fenómenos extremadamente complejos. Pretender verificar tamaña hipótesis acerca de un sistema social (el derrumbe del modelo) con un solo dudoso punto de observación —que además es bastante espurio y posee infinitos matices— es de un voluntarismo pasmoso que bordea la charlatanería.[10]

Hay además un gran número de aseveraciones a lo largo del libro que no tienen mucho fundamento, o que son simplemente «piscinazos intelectuales». Por mencionar sólo dos a modo de ilustración:

1) Mayol profesa que «puesto a producir calidad de vida, el neoliberalismo simplemente fracasa» (p. 193) o que «Chile ha sido el experimento más radical del neoliberalismo» (p. 22); pero no argumenta más allá de la mera consigna. Chile no aparece ni en el top diez de los países con más libertades económicas y más capitalistas del mundo según el Index of Economic Freedom. Con respecto a generar calidad de vida, la mayoría de los indicadores apuntan en la otra dirección (a una creciente calidad de vida) desde hace más de 20 años. Véase, por ejemplo: OECD Better Life Index; Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial y un largo etcétera. En fin, como sostiene el último informe del PNUD: «[p]ara cualquier observador informado, es innegable el enorme desarrollo que Chile ha logrado impulsar en las últimas décadas».[11]

2) Un ejemplo quizás un poco más embarazoso es cuando Mayol sugiere que: «Si a Borges le habían quitado el premio [Nobel] por visitar a Pinochet, a Friedman no sólo se lo dieron a pesar de lo mismo, sino que, probablemente, se lo otorgaron precisamente porque estaba avanzando con su modelo en Chile, bajo la dirección del dictador» (p. 116). Esta conjetura es simplemente falsa y hasta sectaria; basta con visitar el sitio web del Premio Nobel para saber que esto no es verdad.[12] Mayol así sugiere, de forma tendenciosa, que Friedman prácticamente conducía la económica chilena desde su escritorio en Chicago bajo la dirección de Pinochet. Esto no es sólo falso,[13] sino que hasta vergonzoso proviniendo del vicedecano de la Facultad de Economía de la Universidad de Santiago.

Con lo anterior sólo he querido evidenciar ejemplos de los «piscinazos intelectuales» de Mayol, los cuales hacen dudar de su prolijidad e imparcialidad. Quizás uno podría darle el beneficio de la duda y creer que se trata de meros errores que ocurren cuando se escribe de forma vertiginosa; pero, considerando la frecuencia de éstos y su uso argumentativo, se podría entrever que, más que errores, Mayol está alterando los hechos para así poder modificar la realidad a sus intereses y sesgos ideológicos.

.

.

Finalmente, uno podría contrargumentar que estoy siendo academicista y que este libro es un ensayo de persuasión. No obstante, este libro falla también en eso, ya que no logra persuadir al lector de que aquel llamado fantasma omnipresente del neoliberalismo está detrás de los males sociales en Chile. Quizás debemos esperar el séptimo libro de Mayol al respecto para así finalmente ser persuadidos y entender los orígenes (¿neoliberales?) del malestar y su próxima aseveración ⸻aparentemente ya verificada por un sólo dato de observación— de que el derrumbe del maléfico modelo neoliberal (sea lo que esto signifique) está a la vuelta de la esquina.

.

[1] Véase también Peña, C. (2020). Pensar el Malestar. Editorial Taurus.

[2] Ya en 1998 el PNUD elaboró un informe en donde llamaba la atención ante un posible malestar subyacente y las paradojas de la modernización en Chile. Véase PNUD. (1998). Informe de Desarrollo Humano: Las paradojas de la modernización. Véase también Araujo, K. y Martucelli, D. (2012). Desafíos Comunes: Retratos de la sociedad chilena y sus individuos. Santiago: Lom.

[3] Véase Zingales, L. (2012). A Capitalism for the People. Basic Books.

[4] Véase Boas, T. y Gans-Morse, J. (2009). «Neoliberalism: From New Liberal Philosophy to Anti-Liberal Slogan». Studies in Comparative International Development, 44: 137-161.

[5] Ver Scruton, R. (2007). The Palgrave Macmillan Dictionary of Political Thought. Palgrave Macmillan. p. ix.

[6] OECD. (2017). «Chile: Evaluation Report: Regulatory Impact Assessment». OECD Reviews of Regulatory Reform.

[7] OECD. (2019). Corporate Tax Statistics. OECD Corporate Tax Statistics Database.

[8] Véase Wright, R. (2019). «The Story of 2019: Protests in Every Corner of the Globe». The New Yorker.   

[9] Popper, K. (2014) [1944]. La miseria del historicismo. Alianza Editorial. Véase también Hayek, F. (2003). La contrarrevolución de la ciencia: estudios sobre el abuso de la razón. Unión Editorial.

[10] Véase Hayek, F. (2012) [1964]. «La Teoría de los Fenómenos Complejos». Publicado en Hayek, F. (2012). Estudios de Filosofía, Política y Economía. Unión Editorial.

[11] PNUD. (2017). Desiguales: Orígenes, Cambios y Desafíos de la Brecha Social en Chile. Página 19.

[12] A Friedman le otorgaron el Premio Nobel por: «sus logros en los campos de análisis de consumo, historia y teoría monetaria y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización» The Nobel Foundation, 1976.

[13] Véase Montes, L. (2016). «Milton Friedman y sus visitas a Chile». Estudios Públicos, 141: 121-171.

.

.