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Populismo y sentido común

Aquí y ahora

Ernesto Silva M.
Facultad de Gobierno Universidad del Desarrollo Santiago, Chile. Á - N.3

Título: Right Here, Right Now: Politics and Leadership in the Age of Disruption.

Autor: Stephen J. Harper.

Penguin Random House Canada

2018

 

La verdad sea dicha, el nombre del libro no es muy bueno. Right Here, Right Now: Politics and Leadership in the Age of Disruption suena a eslogan de campaña o a la amenaza de una película de acción con final conocido y esperado. De esos finales que a nadie sorprenden pero que todos esperan. Algo así como un aspirante a best seller. El libro daba para un título algo mejor. Pero tiene un mérito: efectivamente busca hacerse cargo del aquí y el ahora, no de lo que fue o lo que nos gustaría que fuera hacia el futuro. Es un ejercicio entusiasta de competir por respuestas para los desafíos presentes. Y eso, a mi juicio, tiene valor.

 

Más allá del título, se trata de un libro interesante. Es el intento de un ex líder del G7 -exprimer ministro de Canadá- para dar una respuesta desde las ideas del mundo conservador a los desafíos que el progreso, la globalización y la inestabilidad global plantean al mundo de hoy.

 

Harper no escapa a la obsesión conservadora con el fenómeno Trump y el Brexit, pero no se inmoviliza por ellos. Sale a la cancha a proponer una mirada práctica y concreta, que no busca superar un examen de intelectuales, sino ofrecer una alternativa para líderes políticos y dirigentes activos de la cuestión pública. ¿Serán tan separables estos mundos? ¿Será posible ofrecer un camino de soluciones prácticas sin definir precisamente los fundamentos que iluminan su criterio de acción? ¿Será posible aplicar el «método Harper» en distintas latitudes sin arriesgar que quede sumido y dependiente de quién sea el líder que lo implemente?

El planteamiento de Harper se sintetiza en lo siguiente: el progreso promovido por las ideas conservadoras ha generado rezagados y postergados, y es necesario empatizar con ellos, buscando soluciones prácticas donde se combinan los mercados con el Estado, la libertad individual con la regulación estatal, sin precisar cuándo, de qué forma y bajo qué criterios se debe tomar una decisión. Se trata de un intento práctico por rescatar el enfoque conservador pero matizado, diluido y ⸻ante todo⸻ sometido al cedazo del pragmatismo.

 

El autor, su historia y sus propósitos

 

Harper se define a sí mismo como un «populist political outsider and a G7 head of government». Su carrera electoral empezó en un partido que igualmente se describía a sí mismo como «populista». En efecto, a fines de los ochenta participó en la conformación del Reform Party of Canada. Es curioso denominarse populista cuando el partido se identifica con ideas conservadoras en lo económico: disciplina fiscal y libre mercado. Pero -según Harper- la base populista habría estado dada por la conformación de la base electoral del partido, una base de trabajadores pobres y de clase media, y la falta de apoyo de los grandes grupos empresariales. Así, la connotación populista del partido de origen de Harper estaba dada por sus integrantes más que por sus ideas.

 

Su partido evolucionó hacia la Canadian Reform Conservative Alliance, para luego fusionarse con el Progressive Conservative Party. El resultado de la fusión fue la creación del Partido Conservador de Canadá, el cual Harper lideró hacia el gobierno entre 2006 y 2015. En la actualidad, Stephen J. Harper está dedicado al mundo empresarial y mantiene su vínculo con la política a través de la presidencia de la International Democratic Union, la asociación mundial de partidos conservadores.

Harper asoma como un emprendedor en política, de esos que tienen ambición y ganas de conquistar espacios y encontrar soluciones. Ello es lo que motiva su libro. Desafiado por el what the hell is going on? de Donald Trump, y por las tensiones propias de la era de la disrupción, Harper se ofrece a dar respuestas prácticas sobre cómo los líderes conservadores deben responder y navegar en la turbulencia de la política actual. Su aspiración central, según él mismo la define, consiste en promover una visión para un «capitalismo democrático reformado, con renovadas oportunidades para la clase media trabajadora y con una cohesión social mayor».

La audiencia del libro, por tanto, no es necesariamente el mundo académico, ni el de la filosofía política, ni el de la ciencia política. Quizás tampoco el mundo de las políticas públicas. La audiencia central pasa a ser el mundo práctico, aquel de líderes y partidos desconcertados por los fenómenos actuales y que buscan respuestas rápidas y prácticas que les ayuden a definir sus propios líderes y sus políticas. Es en esa cancha donde se sitúa el aporte y la reflexión de Harper. Los destinatarios de este libro son los políticos.

 

Tras declarar que el triunfo de Trump y del Brexit son en parte el fracaso de las ideas conservadoras, especialmente por la desconexión entre las elites y los ciudadanos comunes y corrientes, Harper se declara optimista hacia el futuro y se lanza con su manifiesto, que descansa en dos fundamentos. El primero es el respeto por las instituciones sociales como el Estado-nación, la comunidad, la fe y la familia. Ello es consistente con la forma natural en que las personas actúan y se desenvuelven, y, por tanto, las ideas conservadoras sintonizan y calzan. El segundo fundamento para Harper es que los conservadores se focalizan en problemas prácticos del mundo real. De hecho, tiene la audacia de señalar que la visión conservadora consiste en «ver el mundo como es y no como nos gustaría que fuera».

 

 

Populismo sin miedo

 

Harper invita a los conservadores a perderle el miedo al populismo, a desmitificarlo, e invita a trabajar para dar solución a los problemas que el populismo activa y señaliza. Plantea que el populismo no siempre es incompatible con el mercado, el comercio internacional, la globalización y la inmigración. Para eso recuerda a su propia experiencia como líder de gobierno en Canadá, algo a lo cual recurre insistentemente a lo largo del libro: su historia personal de líder populista y popular, como un camino de solución para los conservadores del presente y del futuro.

Recurrentemente pareciera que Harper quiere reconocerle un punto al populismo. Por ejemplo, al analizar la economía de mercado, donde reconoce su potencia pero critica el dogmatismo económico que domina la escena conservadora. En una de las frases que mejor define el estilo y aproximación del autor, Harper señala que el «policy-making does not occur within a textbook version of reality. It happens in the real world, with trade-offs, imperfect options, and non-economic considerations. Markets are a tool of good economic policy, but they are not an objective in and of themselves». Se trata de algo evidente, de hecho, nunca los problemas reales han sido abordados en escenarios idílicos o de texto, siempre han sido algo complejo, multivariable y cambiante. Pero Harper pretende usar esta descripción para argumentar una especie de matiz en la forma de aplicar las ideas de mercado ante los problemas reales.

 

Algo diferente plantea respecto de las consecuencias de la globalización. Señala que no se debe sucumbir a la tentación de respuestas proteccionistas o a generar dependencia del estado. Argumenta que las personas aspiran a tener dignidad a través de un trabajo significativo, y que los conservadores son los mejor preparados para ofrecer eso.

 

Harper descarta la visión dominante que se ha ido instalando y que promueve que estamos en la era posnacional. No está de acuerdo con los modelos globalizantes, sino más cerca de los populistas y nacionalistas. Así, se rebela señalando que las sociedades saludables tienen un nivel razonable de nacionalismo, tal como tienen una valoración de la familia, la fe y la comunidad. La agenda conservadora debe promover esos valores nacionales como fundamentos de un capitalismo democrático próspero.

 

En términos de inmigración, se define compartiendo una visión con los populistas, aunque un observador sensato diría que más que populismo se trata de sentido común. Promueve que la política migratoria de los países debe estar definida en función del país que recibe la inmigración. De hecho, Harper plantea que la inmigración es un privilegio que se otorga, no un derecho a ser reclamado.

Todo esto constituye para Harper una base fundamental del pensamiento conservador, que aborda problemas concretos y que sigue vigente en un mundo de la globalización y el populismo.

 

Al abordar el comercio internacional, Harper plantea nuevamente que no todos los acuerdos son positivos. Valora, por supuesto, el comercio y el intercambio por los enormes beneficios que produce para los países. Pero se detiene a identificar a quienes son afectados negativamente por los acuerdos comerciales Así, por ejemplo, detalla los efectos negativos que ha tenido para una parte de los trabajadores de Norteamérica la incorporación de China a la Organización Mundial del Comercio y la forma en que dicho país ha manejado la regulación del mercado del trabajo, afectando la competitividad, empleo e ingresos en otros países. La línea argumental de Harper, en este tema, es nuevamente casuística, difícil de generalizar y sistematizar en una línea de acción. Plantea como telón de fondo que existen buenos acuerdos y malos acuerdos, y que el comercio internacional será positivo o negativo para los habitantes de un país, dependiendo de la calidad del acuerdo negociado. Este criterio de bondad o maldad, conveniencia o inconveniencia, hace muy difícil operativizar los criterios con los cuales se debe negociar en la esfera internacional. En efecto, ante todo acuerdo comercial que suscriba un país, surgirán ganadores y perdedores, y si la vara es no generar perdedores, entonces será muy difícil que surjan nuevos acuerdos de intercambio. La pregunta más interesante sería -a mi juicio-, ¿cómo abordar la situación de los afectados negativamente por un nuevo acuerdo comercial que beneficia a la mayoría del país? ¿cómo compensar a los «perdedores» del comercio internacional integrado? Una falta de respuesta a este desafío puede llevar a que el criterio de paralización domine a los gobiernos nacionales al momento de negociar sus futuras inserciones internacionales.

 

Siguiendo la lógica dicotómica, Harper perfila dos grupos de individuos afectados por las políticas económicas. Los denomina los de «cualquier parte» (Anywheres) y los de «alguna parte» (Somewheres). Los Anywheres son aquellos amparados en una visión internacional, que suelen tener estudios universitarios, que viven en grandes ciudades y que podrían cambiar de país o ciudad sin mayores restricciones, que están preocupados de los grandes temas globales, que consideran el nacionalismo como un llamado anticuado y propio de las emociones locales. Los Somewheres, en cambio, están atados a un lugar y territorio. Su formación no les permite esa movilidad que caracteriza a los Anywheres. Están movilizados por el llamando nacional, son escépticos de la inmigración, desconfiados de la globalización y se sienten abandonados por los líderes políticos, pues son los Anywheres quienes están dominando la política global. Como es de esperar, Harper hace un llamado al mundo conservador a hacerse cargo de los Somewheres, de aquellos postergados y desplazados. En este punto, el desafío del mundo conservador debiera ser permitir a todos los Somewheres tener la opción de transformarse ⸻si así lo quieren⸻ en Anywheres, con toda la libertad, movilidad y flexibilidad que ello implica. Pero Harper dedica menos energía en su texto a la transición y solución, concentrándose más en la descripción y perfilamiento del problema. Con todo, la mirada sigue siendo valiosa e interesante.

 

¿Derecha populista o derecha popular?

 

En el tema de la inmigración, en cambio, Harper es más concreto. Tal como he señalado previamente, el autor establece un eje ordenador: la inmigración debe beneficiar al país y su concesión es un privilegio que se otorga, no un derecho para quien la solicita. A partir de ese eje se plantea que la inmigración debe ser concebida como un camino hacia la ciudadanía en base a cuatro principios. Debe ser consentida por la ciudadanía local, lo que requiere un esfuerzo comunicacional y pedagógico de los gobiernos. Debe resguardar la seguridad nacional por sobre otras consideraciones económicas y sociales. Debe privilegiar el interés económico del país, definiendo por tal, el beneficio económico para la gran base y mayoría ciudadana. Por último, la política migratoria debe promover la integración efectiva de los llegados a un país. Bajo estos cuatro principios rectores, Harper promueve una inmigración con sentido, conducida -y no desbordada- y capaz de ser explicada y defendida ante la ciudadanía, porque la presenta como un beneficio y no una carga para el país y para la mayor parte de sus habitantes. Así, la inmigración se transforma en un camino hacia la ciudadanía.

 

Para terminar esta breve descripción del texto de Harper, es necesaria una nota sobre su visión de los mercados. Los define -con sentido común pero sin sorpresa alguna- como poderosos pero imperfectos. Trata de acotar su importancia y espacio dentro del pensamiento conservador. Así, declara que el pensamiento conservador no se centra en los mercados y en el libre mercado. Se debe centrar en hacer funcionar la economía. Para ello los mercados suelen ser útiles, pero si no lo son, se deben buscar otras herramientas, cuidando y evitando tener que recurrir a intervenciones gubernamentales masivas que suelen terminar en grandes fallas e ineficiencias. Harper dice sí y no a los mercados en una misma idea. Su aproximación pragmática hace sentido para muchos líderes que buscan soltar las amarras de un enfoque o modelo, aunque sin guías muy claras, ya que no ofrece criterios claros ni sistemáticos de razonamiento que permitan determinar con mayor precisión cuándo recurrir a una mirada y cuándo recurrir a otra.

 

Donde Harper si se juega con la defensa de la economía de mercado es al momento de hablar de la creación de trabajos. Promueve que los conservadores deben ser los «campeones» del trabajo remunerado, no sólo por la capacidad de los mercados de generar empleos, sino por la dignidad y autoestima que el trabajo produce para cada individuo.

 

Harper es un economista, exparlamentario, expresidente de partido, exlíder de un gobierno del G7, consultor internacional y actual presidente de la IDU. Su libro trata de explicar por qué y cómo ha debido flexibilizar y adaptar su ideario en un mundo complejo, cambiante y desafiante. Los triunfos de las ideas conservadoras en el mundo han generado ganadores y perdedores. Para estos últimos, Harper dedica su mirada y energía, y se pregunta cómo encontrar un camino de respuesta para estos nuevos ciudadanos. Sugiere que el camino es una mirada pragmática, anclada en ideas conservadoras, pero sin miedo a los dolores que levantan los populistas. El libro acierta en los temas que identifica, en los ángulos que promueve, pero no siempre alcanza claridad en los conceptos (qué se entiende por pensamiento conservador), ni en los criterios para distinguir qué camino tomar (cuándo es necesario dar mayor o menor rol al estado).

 

Más que una derecha populista -a la cual Harper mira con no tanta distancia, con algo de anhelo y simpatía-, en el texto se pueden percibir los fundamentos de una derecha popular y concreta, una que sí puede ser compatible con las ideas del mundo conservador. Es tarea de otros tomar la posta y seguir elaborando las ideas.