Iniciar sesión

Si ya eres usuario registrado ingresa tu e-mail y contraseña.

Poesía

Cecilia Gajardo
Estudió literatura en la Universidad Diego Portales. Actualmente hace clases de cine en la Universidad Santo Tomás. Ha publicado Piel verano (Libros La Calabaza del Diablo, 2015) y Sara Moncada (Ediciones Carlos Porter, 2019). Santiago, Chile. Á - N.3

Silencio I

 

Cuando se apaga la luz

me prendo.

El grito más pensante de mi casa,

las arrugas caídas de mi frente

llegan a estirarse hasta el diafragma

(me puedo ver en el reflejo de una pantalla).

 

Cuando se apaga la luz

me prendo.

Estoy acostada en el borde de un alambre,

el silencio se aproxima

infinitamente se aproxima

el silencio no logra entrar en mi oído.

 

Cuando se apaga la luz

me prendo.

A mí no me pidan que

piense

analice

concluya.

El silencio está dentro y dentro de lo dentro

como un punto rojo que maneja el centro de mi centro.

Cuando se apaga la luz

recibo.

 

(De Piel verano)

 

Higiene personal

 

Me echo desodorante sobre la tela de mi blusa,

me lavo la mitad del pelo que llevo descubierto,

me cepillo los dientes que se ven cuando me río,

me saco los pelos desde donde termina una pollera

hasta donde empieza mi bota,

me lavo el poto con un jarrito sentada en el bidé,

sin sacarme los calzones de los tobillos

me limpio el empeine del pie, y no la planta,

me saco el olor a sexo de los dedos

metiéndolos a un vaso de té,

me borro tus marcas con saliva.

 

Cuando me duele la guata, me la sobo

cuando me duele la cabeza, la masajeo

cuando duele la espalda, me estiro

cuando se trata de ti

no sé dónde tocar o qué mover

tampoco sé qué escribir ni a qué parte de tu cuerpo.

 

(De Piel verano)

 

 

 

 

Me hallo siempre levantando la mano como en el colegio

pero aún no me ceden la palabra

(no te preocupes que ya querrán saber de mis inquietudes

el asunto es que no tengo ninguna)

sólo quiero levantar la voz de hormiga y que me saluden.

 

Ya no tengo miedo a morir

tengo miedo a que no se den cuenta que estoy muerta.

 

*

 

Hay una mancha roja en medio de un camisón

y es una última mancha de sangre

“La Madre no debería sangrar nunca” –las madres nos curan las rodillas peladas–

las madres no tienen manchas, solo lunares en el rostro

que si los unes con un lápiz

verás una constelación inventada.

 

Las madres se inventan pecas

por estar tardes enteras bajo el sol

si las unes con un lápiz

verás un rostro rayado sin direcciones concretas.

No me muestres tu cara, madre

la dibujé en una servilleta de un café.

 

*

 

Las madres sentadas no se preocupan de la sangre

menos de la carne, sí del cuero o la piel

sí de la superficie del mar, no de la vida marina

sí de la arena mojada, no de las pulgas de mar

sí de las sábanas blancas, no de las manos lavándolas

en una tabla de madera.

 

(De Sara Moncada, fragmentos)

 

Ramo

 

Un ramo proviene de la mano de una novia

¿por qué lanzarlo después de dar el sí?

Podría dar un no rotundo

se podría dar un [sí/no] relativo

un [sí/no] eterno.

Te aseguro que el ramo seguirá intacto

para ser lanzado.

¿Por qué no dejar que lo lance el novio?

un velo blanco transformado en sepia

debajo un peinado cano no puede seguir esperando.

 

Mereces que te golpeen con el ramo

éste se construye de

ramas

espinas

astillas

que lentamente desfiguran el rostro.

Te aseguro que los rasguños

resultarán retratar nuestra historia

en las mejillas.

Un mapa nupcial.

 

 

(inédito)