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Jason Brennan: «El mundo está encaminado a hacerse más liberal»

Axel Kaiser
PhD Universidad de Heidelberg y Director Cátedra Friedrich von Hayek UAI. Santiago, Chile Á - N.3

Jason Brennan es una estrella ascendente en el mundo liberal norteamericano. Con menos de cuarenta años, se convirtió en el Robert J. and Elizabeth Flanagan Family Professor              of Strategy, Economics, Ethics and Public Policy en la McDonough School of Business de la Universidad de Georgetown. Carismático, amante del metal y provocador, Brennan es autor de decenas de libros y artículos publicados en las revistas y editoriales más prestigiosas del mundo, lo que lo convierte en unos de los académicos más prolíficos de su generación. De todos sus trabajos, sin embargo, ninguno ha causado más polémica y capturado más atención que su libro Against Democracy, que ha sido traducido a diversos idiomas. En esta entrevista exclusiva para ÁTOMO, Brennan profundiza alguna de sus críticas a la democracia y comenta su propuesta alternativa, la llamada «epistocracia».

-¿Cree que es posible tener una democracia sin populismo en el largo plazo? O, por el contrario, ¿hay una tendencia inherente en la democracia que la lleva a degenerar en populismo, e incluso a destruirse en algún punto?

 

-Hay razones para creer que la democracia casi siempre llevará al populismo. Pero eso no tiene que ver con la democracia en sí misma, sino con que el populismo apela muy bien a las masas. Este empuja una actitud tribal, donde lo colectivo es lo que más importa. También alimenta la xenofobia hacia el mundo exterior, genera la pérdida de confianza en las instituciones y normalmente se relaciona con una profunda ignorancia hacia cómo funcionan los mercados y la economía.

«Dichas actitudes suelen acompañarnos a los humanos en lo más profundo porque, como diría Jonathan Haidt, pasamos alrededor de 200.000 años viviendo en pequeños clanes familiares, donde las interacciones se hacían cara a cara, donde era importante expresar solidaridad con el grupo y donde lo externo era una amenaza para el clan. En ese contexto era racional ser desconfiado, y nuestra arquitectura mental y nuestra intuición moral están diseñadas para ese mundo que ya no existe. Sólo hemos vivido en grandes civilizaciones por unos cuantos de miles de años. Civilizaciones donde la colaboración se da en escalas de miles, millones y ahora miles de millones de personas. El populismo expresa esas actitudes mentales y prejuicios que fueron adaptados hace cientos de miles de años. Así que no creo que haya que culpar a la democracia, pero sí que el populismo está arraigado dentro de nosotros».

-¿Cree que estos instintos afloran más en las democracias que en las monarquías, por ejemplo? No es difícil imaginar un rey populista, pero la corona inglesa no es reconocida por serlo. Pareciera que son los dictadores buscando poder los que utilizan más este método, como Hugo Chávez o Adolf Hitler. 

-Si recordamos los tiempos medievales, cuando los reyes y las reinas no eran simplemente figuras simbólicas y, por lo tanto, tenían poder político real, la mayoría propiciaba este tipo de actitudes populistas. Por ejemplo, «el intercambio comercial es malo para nosotros», «los extranjeros no son de confianza, no deberíamos meterlos al país», y «lo único que importa es nuestra gente, no esa gente». Sólo fue con el surgimiento del liberalismo desde el siglo XIX que comenzamos a suprimir las ideas populistas y les dimos prioridad a las liberales.

Por otro lado, es cierto que existe gente que ha llegado al poder a costa de estos prejuicios populistas, así que no sé si existe un sistema de gobierno que sea mejor para limitar el populismo. Sin embargo, mientras más cosas se le dejan al mercado, la discusión se centra menos en las demandas populistas o los prejuicios y, en cambio, gira hacia ver a las otras personas como aliados para el intercambio comercial. Voltaire, en sus cartas inglesas, en 1733-34, describe una visita a la bolsa de valores en Londres. Algo que nota es que hay gente de todos los credos, no sólo cristianos, sino también musulmanes, judíos y otros. Comerciaban entre ellos y no parecían preocuparse de sus diferencias religiosas, porque el comercio los juntaba y los empujaba a superar su desconfianza con los otros. Por lo tanto, creo que el liberalismo económico es un buen mecanismo para frenar el populismo.

-¿Cree que la gente en cargos de representación realmente ejerce la voluntad del pueblo? O es en realidad un mito al que nos hemos acostumbrado.

-No creo que exista tal cosa como la voluntad del pueblo, es sólo un asunto filosófico. Cuando tienes gente con preferencias tan distintas, no existe un mecanismo que pueda sumar dichas preferencias en un set coherente de políticas públicas.

La teoría que te enseñan en la escuela es que los ciudadanos tienen una serie de intereses, forman preferencias políticas basadas en esos intereses, luego encuentran al partido que mejor responda a esos intereses y votan. Finalmente, si todos hacen esto, empujas algún tipo de coalición de gobierno. Pero, en la realidad, cuando las personas se acercan a un partido político es muy raro que esto sea por su ideología o porque saben qué persigue el partido. En general se debe a circunstancias históricas aleatorias que llevan a que gente del grupo con el que te identificas coincidentemente esté ligada a un partido. Es más parecido a ser hincha de algún equipo deportivo.

Cuando tienes una masa tan poco informada e ignorante, que tiene tan poca habilidad para poner atención a lo que hacen los políticos, entonces éstos tienden a actuar independiente a los votantes y no implementan las cosas que prometieron. ¡Y gracias a Dios que no lo hacen!, porque a menudo hacen promesas terribles, que tendrían un resultado devastador. Y saben que, si realmente cumplieran promesas desastrosas, hay una alta probabilidad de que no los reelijan.

 

-Usted ha argumentado en contra de la idea de que es posible tener un debate público civilizado para deliberar sobre qué debiera convertirse en política pública, es decir, en contra de aquella mirada con la que Habermas veía la acción colectiva y la comunicación. ¿Por qué cree que Habermas está tan equivocado? 

-Habermas es muy influyente alrededor de todo el mundo, pero es un filósofo y hace lo que todos los filósofos: sentarse en un sillón y teorizar sobre cómo debieran ser las cosas. No se levanta de su silla para ver cómo el mundo funciona en realidad.

Entonces, lo que Habermas dice esencialmente es: si tú y yo siguiéramos este set de reglas complicadas sobre cómo debiéramos deliberar, entonces nos haríamos más abiertos. Probablemente es cierto, pero la pregunta empírica es: cuando juntas a las personas e intentas hacerlas seguir estas reglas, ¿lo harán? ¿Y cuáles serán los resultados? Los estudios demuestran que cuando realmente intentas que exista un espacio de deliberación, es mucho más probable que haya polarización, que la gente se vaya a los extremos y que sean más antipáticos, antes que entiendan los puntos de vista de los demás y que lleguen a acuerdos.

«Habermas es muy influyente alrededor de todo el mundo, pero es un filósofo y hace lo que todos los filósofos: sentarse en un sillón y teorizar sobre cómo debieran ser las cosas. No se levanta de su silla para ver cómo el mundo funciona en realidad».

-En esa misma línea se argumenta que debiéramos involucrar más a las personas en la política y trabajar por conseguir algo parecido a la idea del ágora griega o el foro romano, donde todos deliberan. Hannah Arendt parece haber idealizado esta «polis» que delibera y discute. ¿Tienes alguna opinión sobre su visión política? 

-Creo que Arendt es más excusable que Habermas, porque ella desarrolló su teoría antes de que comenzáramos a elaborar un estudio serio sobre cómo piensan los votantes y cómo toman decisiones las personas en psicología política. Los estudios en los que baso mi libro Against Democracy son todos posteriores a su trabajo. Entonces, ella presentó una hipótesis política posible para su contexto, pero estaba especulando. Creo que hacer las mismas especulaciones hoy requiere que uno ignore una gigantesca cantidad de literatura. Así que no se la puede juzgar a ella de la misma manera en que lo hacemos con Habermas, que mantiene su teoría pese a toda la evidencia en contra. En ese sentido, creo que Habermas viene a ser un terraplanista hoy y Arendt podría ser una terraplanista antes de que supiéramos que la tierra era redonda.

-Schumpeter era muy escéptico de la democracia. Recuerdo que cuando lo mencionaba o citaba en Alemania mis profesores a menudo se encrespaban porque no les gustaba su teoría al respecto. Pero finalmente uno diría que era realista. 

-Yo diría que estaba en lo cierto, la evidencia demuestra eso. Uno de los problemas con la filosofía sobre democracia, es que es algo que hacen los filósofos políticos. Platón decía que los filósofos deberían ser los reyes y quizá estaba en lo correcto, pero es sospechoso, porque él era un filósofo diciendo eso. Luego Aristóteles dijo que Dios filosofa todo el día y que a lo más alto que puede aspirar un ser humano es a convertirse en filósofo. Quizá está en lo cierto, pero es sospechoso, porque él es un filósofo también. Luego nos adentramos unos 2.500 años y tenemos filósofos políticos diciendo: ¿sabes qué caracterizaría a un ciudadano ejemplar?, que toda la vida se pareciera a los debates que tenemos en los seminarios de discusión filosófica. Y quizás tienen razón, pero tengo mis sospechas porque son filósofos políticos, estás elevando tu modo de vida y las cosas que te gusta hacer como si fueran el pináculo de la existencia humana y estás asumiendo que lo que haría mejor a la humanidad, es básicamente que el mundo fuera como una exitosa conferencia de filosofía.

-Usted también declara que, pese a todas sus falencias, la democracia, en comparación a otros sistemas, ha producido mejores resultados. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es sólo porque el poder no está concentrado en las manos de unos pocos?

-Creo que el mejor argumento en favor de la democracia es la dispersión del poder. Si tú lees Por qué fracasan los países, de Acemoglu y Robinson, hay buena evidencia que indica que, si quieres una economía que funcione bien y un sistema político que funcione bien, debes dividir el poder. Eso suele llevar a una conducta menos destructiva.

Pese a que son conceptualmente distintos, la democracia moderna y el liberalismo llegaron y se desarrollaron juntos en la práctica. Hay bastante evidencia que demuestra que las democracias son mucho más proclives a promover valores liberales que sistemas no democráticos. No obstante, también hay que entender que la democracia tiene falencias sistemáticas, y sabemos qué es lo que las causan. Son problemas intrínsecos que no pueden ser resueltos con cosas como ampliar la educación pública o mejorar la calidad de los medios de comunicación, pues no atacan la raíz del problema. En algún momento deberemos aceptar que la democracia incentiva a los ciudadanos a ser ignorantes e irracionales. Y dado que estamos poniendo el poder en las personas, si incentivamos a las personas a ser ignorantes e irracionales, entonces lo que hacemos es incentivar al grupo que tiene el poder fundamental a usarlo de manera negligente.

«En algún momento deberemos aceptar que la democracia incentiva a los ciudadanos a ser ignorantes e irracionales. Y dado que estamos poniendo el poder en las personas, si incentivamos a las personas a ser ignorantes e irracionales, entonces lo que hacemos es incentivar al grupo que tiene el poder fundamental a usarlo de manera negligente».

 

Hay autores que insisten en que la democracia está muriendo. Pero si la democracia muere, nadie nos asegura que vendrá algo mejor o que se respetarán las libertades personales. ¿Cómo cree que será el futuro si mantenemos este culto a la democracia o este sistema de instituciones? ¿Cree que algo terrible podría pasar?, ¿que podríamos tener sólo líderes autoritarios aprisionando las instituciones democráticas?

 

-No estoy tan preocupado como otros lo están. Es verdad que la democracia está decayendo, también que ciertas formas de liberalismo están decayendo en países muy liberales, pero al mismo tiempo, están surgiendo en países que solían ser muy iliberales. Así que es difícil proyectar en qué dirección va el mundo.

-¿Pero en Occidente?

-Incluso en lo que concierne a Occidente me considero menos pesimista que la mayoría, y no creo que mucha de esa gente sea tan pesimista como dicen serlo. Porque si yo hubiera escrito un libro llamado Occidente está en decadencia, puedo sacarle mucho dinero, porque a la gente le encanta gastar dinero en las cosas que les preocupan, y hacer predicciones apocalípticas siempre vende. Paul R. Ehrlich predijo una hambruna masiva cientos de veces y siempre ha estado equivocado, pero sigue siendo famoso y sigue ganando dinero por decir lo mismo.

Cuando ciertos movimientos populistas ganaron, como Trump en los Estados Unidos, algunos de mis amigos y colegas hicieron predicciones como que la Tercera Guerra Mundial iba a estallar. Mi respuesta para ellos fue: dime cuál es el punto mínimo para que tu predicción se cumpla. Cuando me lo dicen, les respondo: perfecto, te apuesto 5.000 dólares a que eso no pasará en los próximos cinco años. Nadie ha aceptado mi apuesta, lo que me ha llevado a concluir que, cuando la gente hace estas predicciones apocalípticas, a menudo no lo creen realmente. No estamos en posición de saber qué pasará en los próximos 200 años, y si alguien dice poder hacerlo, sólo está tratando de venderte un libro.

«Cuando ciertos movimientos populistas ganaron, como Trump en los Estados Unidos, algunos de mis amigos y colegas hicieron predicciones como que la Tercera Guerra Mundial iba a estallar. Mi respuesta para ellos fue: dime cuál es el punto mínimo para que tu predicción se cumpla. Cuando me lo dicen, les respondo: perfecto, te apuesto 5.000 dólares a que eso no pasará en los próximos cinco años. Nadie ha aceptado mi apuesta, lo que me ha llevado a concluir que, cuando la gente hace estas predicciones apocalípticas, a menudo no lo creen realmente. No estamos en posición de saber qué pasará en los próximos 200 años, y si alguien dice poder hacerlo, sólo está tratando de venderte un libro».

-Milton Friedman solía decir que los humanos han vivido bajo tiranías durante toda la historia. Fue sólo hace un tiempo muy limitado y ni siquiera alrededor de todo el mundo que hemos disfrutado ciertos niveles de libertad. Quizás -y estoy exagerando- aquel sentido tribal que tenemos arraigado en nuestros instintos se durmió y hoy quiere regresar. ¿Cree que nuestros instintos nos puedan llevar de vuelta a la edad oscura?

-Siempre está la posibilidad de colapsar hacia una nueva edad oscura, pero pensemos sólo desde la Segunda Guerra Mundial. Si vemos fuentes como el «Indice de libertad económica» del Fraser Institute, o tomas cualquier índice sobre libertad humana y libertades civiles, lo que vemos desde la Segunda Guerra Mundial es una tendencia significativa al alza y, después del colapso de la Unión Soviética, la tendencia es aún más fuerte. China no tiene una economía libre, pero es significativamente más libre de lo que era hace 20 ó 30 años. Hace poco 58 naciones firmaron un tratado de libre comercio. El acuerdo tenía más de una página así que no era totalmente de libre comercio, pero aun así es un mundo más libre. Así que creo que, en general, el mundo está encaminado a volverse más liberal. Aunque vemos a algunos países liberales desviarse y alejarse del liberalismo, tenemos que ser cuidadosos en no exagerar la escala de ese desliz, siempre puede haber bajos, pero no indica una tendencia. Entonces, considerando la historia reciente, si tuviera que apostar, diría que el promedio del índice Fraser tenderá más hacia la libertad que hoy.

-Sobre su propuesta de la epistocracia podríamos decir que busca deshacerse de ciertos sesgos. El gran problema de la democracia es que hay personas ignorantes o a las que no les importa lo que ocurre y que, al mismo tiempo, están tomando las decisiones para todos los demás. Los que se movilizan realmente son fanáticos, los hinchas o hooligans políticos. Lo que aún no entiendo sobre esta propuesta de epistocracia es si sería éste un sistema donde no se necesita un congreso. ¿Cómo sería el escenario de este modelo?

-El sistema epistocrático que prefiero es lo que llamo «preferencia ilustrada o informada» (enlightened preferences) de votos. Funciona así: en cualquier tipo de sufragio que se esté realizando, todos tienen derecho a votar, incluyendo niños. Participan de manera igualitaria en el proceso, pero cuando votan deben decir: 1, lo que quieren, su preferencia; 2, quiénes son, información sobre sus características demográficas; y 3, les hacemos un examen con treinta preguntas sobre información política básica con preguntas como: quién los representa en el Congreso, qué partidos controlan el Congreso y algunas estadísticas sobre el país. Con estos tres sets de datos puedes utilizar métodos estadísticos básicos (que cualquier graduado en ciencia política puede hacer) y predecir cómo hubiera votado la población si ésta hubiera tenido un puntaje alto en la prueba de conocimientos políticos. Esto porque ya tienes la información demográfica y, por lo tanto, conocer cuáles pueden ser factores que sesgan sus respuestas, como ingresos o raza. Así puedes aislar estos factores y determinar cómo hubiera votado la población de Chile o el Reino Unido si sus ciudadanos hubieran sido políticamente informados.

Mi recomendación es que, si tienes que consultar sobre algo a los ciudadanos, debieras preferir el voto informado por sobre un voto regular pero soy agnóstico sobre qué tipo de cosa debiera someterse a sufragio. Dicho eso, si el sistema de preferencia informada o ilustrada funciona, quizá no tendremos necesidad de tener representación. La gente que ama tener democracia directa, tiene el mismo problema que los filósofos políticos. ¿No sería genial que todo el mundo, todos mis amigos y todos mis vecinos hicieran lo que yo hago todo el tiempo, es decir, votar y participar en política? Creo que hay un costo de oportunidad muy grande relacionado a la participación política. Si eres un fontanero, aportas más a la sociedad de lo que nadie nunca ha aportado al votar. Entonces quiero disminuir la cantidad de tiempo que una persona invierte en la política para que puedan ir a hacer aquellas cosas mucho más importantes, que son las que ellos hacen día a día. Esa es una razón para mantener un sistema representativo, porque de la misma forma en que la gente se especializa en fontanería, o en pastelería, en el mundo intelectual o en el arte, probablemente queremos que haya gente especializada en hacer política. Pero claro, muchas veces esto degenera y conseguimos personas con incentivos perversos.

-¿Cuál es hasta ahora la mejor crítica que ha leído de su propuesta?

-La mejor crítica externa que he recibido es la «conservadora»,  la cual expresa que, ya que cualquier idea nueva va a tener desventajas que no puedes anticipar, tienes que ser muy cauteloso al intentarlo. Por eso digo en el libro que no recomiendo implementar esto en todas partes de la noche a la mañana, sino que quiero experimentar a pequeña escala en democracias relativamente no corruptas para ver cómo funciona. Y si funciona, entonces difundirlo a más lugares.