En su obra se convocan símbolos heterogéneos que juegan a tensionarse y abrazarse. Francisco Peró construye situaciones híbridas, donde se cruzan símbolos culturales, religiosos, étnicos e ideológicos. Rompiendo las jerarquías y mezclando todo con todo, arma escenarios de gran precisión y virtuosismo en su factura, lo que contrasta con la polifonía carnavalesca de su significado. En la era de la globalización salvaje y de los grandes movimientos migratorios, se trata de cuestionar los discursos del poder que imponen por la fuerza una identidad fija, homogénea e inmutable. El artista defiende la belleza originaria de la contradicción. Aquí, doce fragmentos de su voz.
I
Cuando uno es niño la izquierda puede ser derecha y el rojo puede ser verde. Pero a medida que uno entra en la adultez los códigos se empiezan a rigidizar y uno comienza a sentirse atrapado. Yo creo que mi trabajo es una forma de resistir a la adultez, un intento de volver a flexibilizar los códigos, apropiarse de ellos y tergiversarlos.
En algunas obras utilizo animales para comentar asuntos sociales. Y es que olvidamos que los humanos somos animales. Por ejemplo, creo una cadena alimenticia con distintas especies, pero mezclo todo y rompo las jerarquías. Generalmente el puma se come al zorro y el zorro se come a la liebre, pero al ponerlos todos juntos desarmo esa estructura depredadora.
II
Mi pintura puede ser muy figurativa, realista, y eso también la vuelve un poco neurótica. A veces necesito soltarme, combatir mi propio perfeccionismo. Eso me ha pasado últimamente. Pero no descuido el acabado y los detalles: cada obra es un desafío.
No creo que un artista tenga que hacer cuadros «bonitos». Los artistas que me interesan son los que lanzan buenas preguntas. Pero creo en la belleza. Hay cosas que son horrorosamente bellas, porque cumplen con su propósito. El horror bien mostrado es bello. En ese sentido, más que el virtuosismo, valoro la idea, pero esa idea tiene que estar bien realizada. Para mí eso es la inteligencia en el arte, es eficiencia visual. Y hoy veo que circula mucha obra aparentemente inteligente, astuta, pero mal realizada. También es cierto que hoy en el mundo del arte hay demasiados estímulos. Entonces falta un poco de oscuridad para que brillen las luciérnagas. De repente hay trabajos que son buenos pero se pierden o no se ven, porque hay muchos otros trabajos no tan buenos utilizando un recurso parecido.
III
Mi obra siempre está cambiando. Encuentro que repetirse a uno mismo es una forma de traicionarse. Yo voy cambiando de técnicas, formatos e ideas según lo que voy necesitando. También varía el tipo de imágenes. Cambiar es inevitable, porque uno mismo sufre transformaciones. A uno le suceden cosas: la muerte de alguien, una ruptura amorosa. Es imposible que esos acontecimientos no te cambien. Pero además el proceso creativo te obliga a moverte. Si uno está honestamente metido necesita jugar, mantenerse activo y experimentar. Yo no quiero ponerme límites y cerrarme al cambio.
«Mi obra siempre está cambiando. Encuentro que repetirse a uno mismo es una forma de traicionarse. Yo voy cambiando de técnicas, formatos e ideas según lo que voy necesitando. También varía el tipo de imágenes».
IV
Hay gente a la que le pasan cosas y reniegan: no cambian. No quieren cambiar, hacen la vista gorda del suceso que les mueve el piso, que les perturba su estructura mental. Entonces siguen repitiéndose y piensan siempre igual, a pesar de las evidencias. Me parece que cambiar es una conducta adaptativa. Lo natural es cambiar de opinión, pero te dicen traidor. Lo loco es negar que todo cambia permanentemente.
V
Percibo que hoy en el mundo está desarrollándose una polarización, una rigidización ideológica que opera como resistencia al cambio. Estamos en tiempos de migraciones masivas y los Estados nacionales están en crisis: todos estos cambios producen reacciones de rigidez y construcciones hipertróficas de la identidad.
«Percibo que hoy en el mundo está desarrollándose una polarización, una rigidización ideológica que opera como resistencia al cambio. Estamos en tiempos de migraciones masivas y los Estados nacionales están en crisis: todos estos cambios producen reacciones de rigidez y construcciones hipertróficas de la identidad».
VI
En mi obra construyo situaciones donde mezclo y combino símbolos de identidad. Ser gay, ser afroamericano, ser chileno, ser mapuche, ser hombre, ser mujer ¿de verdad es eso lo que nos define? Por ejemplo tú eres chilena, pero te gusta la comida asiática y escuchas rock sinfónico de los setenta: tremendo, sicodélico. No tienes religión pero crees en todo. ¿Qué tienes tú de chilena? Hace poco hice una obra en donde saqué fotografías de inmigrantes y recorté sus siluetas en acrílico. Después las rellené con impresiones de mapas superpuestos que muestran las distintas rutas desde las cuales se ha emigrado a Chile. Quise señalar que, en el fondo, todos somos quiltros. Si empiezas a rebobinar para atrás no paras nunca. Desde los romanos que conquistaron otros pueblos: somos producto de puras mezclas.
VII
No sólo se trata de cuestionar la noción de identidad, sino también la forma en que funciona: uno no puede imponer su identidad a otro. Eso es muy problemático: creer que el otro tiene que coincidir con la definición que yo tengo de mí mismo. Pero además esa definición que yo tengo de mí no es la que tiene el otro. Y eso es fácil de comprobar. Cuando uno habla se escucha a sí mismo de una cierta manera, pero cuando se escucha grabado suena de otro modo. Y eso sucede porque tenemos un oído interno y un oído externo. Yo escucho mi voz con el oído interno pero tú me escuchas con tu oído externo. Me imagino que la personalidad es una mezcla de esas dos voces.
VIII
Hoy existe una especie de compulsión a autodefinirse y esa definición muchas veces es mentirosa, porque no integra las contradicciones y responde a un «deber ser» coherente. Al final eso se transforma en una jaula, donde hay que caber. Y para caber hay que recortar todo lo que no cabe en la jaula. Es sorprendente cuánta gente está dispuesta a recortarse para poder caber en la jaula.
«Hoy existe una especie de compulsión a autodefinirse y esa definición muchas veces es mentirosa, porque no integra las contradicciones y responde a un “deber ser” coherente. Al final eso se transforma en una jaula, donde hay que caber. Y para caber hay que recortar todo lo que no cabe en la jaula».
IX
Me gusta interrogar los discursos con pretensiones de verdad porque contienen una actitud fascista. Encuentro que actualmente el mundo está súper fascista y eso me preocupa. Estamos llenos de discursos fanáticos que excluyen automáticamente la versión de un «otro». ¿Qué pasa si alguien es racista y le dicen «¿tú no puedes ser racista?» Lo vuelven loco, porque queda excluido y puede polarizarse mucho más, y eso es peligroso. Yo no digo que haya que respetar su racismo, pero hay que aceptar esa incómoda diferencia. Se necesita que las dos partes se expresen para que se comprenda la complejidad del fenómeno. Creo que mi trabajo responde a la necesidad que tengo de recordar que las cosas son complejas. Quiero apostar por la posibilidad de sostener el conflicto e integrar la diferencia.
X
Mi trabajo es también una forma de cuestionar las lógicas del poder. La operación del poder es dividir. Muchas veces las personas creen que sostienen ideas libertarias y rebeldes, pero terminan operando con las lógicas del poder. Los discursos activistas son discursos de poder: imponen superioridad. Por eso sus revoluciones se vuelvan totalitarias y esto es un problema, porque de todas maneras las revoluciones son positivas, empujan el cambio, pero tienen ese costo de imponerse sobre lo existente, de eliminar lo anterior. Pasa lo mismo con el feminismo. En su proceso se despliegan discursos de superioridad moral, pero es inevitable que eso suceda, hasta que se pueda lograr la igualdad y se llegue a una normalización.
XI
Yo no me siento un tipo rebelde. Me siento más como alguien curioso, como alguien que no sabe y quiere saber. Si hubiese que buscar el hilo de esta preocupación mía por la identidad, podría decir que nunca he sabido muy bien quién soy. Eso me pone frente a una hipótesis abierta de lo que podría ser. Y la metodología para transitar esa hipótesis es hacer mi trabajo de arte.
Por el lado materno soy descendiente directo de Ignacio Domeyko, que era polaco. Él es algo así como tataratatara abuelo mío. Este personaje arrancó de los rusos y muchos años después, mi abuelo, descendiente de Domeyko, se casó con una mujer rusa. Además, era de origen judío, aunque nunca se habló mucho de esto. Así, como el judaísmo se transmite por la madre, yo sería entonces judío. Eso es una cuestión curiosa tomando en cuenta que tuve una formación católica pero inconsciente de estas fuertes raíces durante mucho tiempo debido a la omisión que se hizo.