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No todo estaba dicho

Germán Reyes Busch
Á - N.2

Acaba de salir al mercado un disco Sony que contiene la Sexta de Mahler dirigida por un joven maestro griego que tiene su orquesta, MusicAeterna, en la provincia rusa de Perm. El director se llama Teodor Currentzis y con aires de pequeño dictador instaló una república totalitaria de la música en este margen europeo. ¿Qué puede decirse de nuevo en esta partitura monumental, quizá la más indiscutida obra maestra del compositor?
 

Me encantaría explayarme sobre cómo Mitropoulos es capaz de navegar al lado de Caronte esta Estigia con los ojos bien abiertos, cómo Scherchen ¾en su edición recortada¾ es capaz de desatar un cataclismo espeluznante de violencia sin control, cómo Karajan logra explayarse en una belleza infinita y dolorosa, cómo Barbirolli logra hacernos caminar entre gigantes, cómo Horenstein ilumina el mal, cómo Chailly revela arquitecturas sorprendentes, cómo Szell hace que cartesianamente todo parezca más fácil, o cómo Tennstedt y Leinsdorf desatan un poderío infinito.
 

Pero acá estaba Currentzis y los primeros acordes se van directo a mi yugular para morder muy fuerte. Sensacional de principio a fin. Termina la audición y voy a las plataformas de streaming a buscar otras cosas dirigidas por el joven maestro. Y sí, veo que todas son interesantes, particularmente una Sexta de Tchaikovsky extraordinaria y una Consagración de la primavera dicha a la primera. Pero esta Sexta mahleriana supera sus otros discos y me temo que es una nueva referencia entre las, al menos, diez mejores lecturas de la obra.
 

¿Cómo lo hizo? Primero el factor orquesta: MusicAeterna, la orquesta que toca de pie ¾literalmente las cuerdas, salvo cellos, tocan de pie¾ es para ser ovacionada de pie. La cuerda tiende a cierta crispación intencional y es capaz de evitar el vibrato cuando lo desea creando efectos cromáticos sorprendentes. Las maderas son de las más virtuosas que podamos oír y los metales se hacen notar con total desenfado: los cornos crepitan que da gusto en el scherzo. Es como si fuera una orquesta de modos barrocos (Currentzis es especialista en ese repertorio) pero más empastada y capaz de cambiar la gramática de su sonido.
 

Segundo factor, Currentzis busca develar las voces internas. A los pocos compases oiremos pizzicatos coloreados que no habíamos escuchado, pero que estaban siempre ahí, aguardando. Oiremos figuras en los metales dichas con un desparpajo digno de Roger Norrington. Y la cuerda hará que absolutamente todas sus figuras y articulaciones se oigan.
 

La sorpresa es que, al contrario de Norrington, esto jamás suena a caricatura o a pieza de museo. Se trata de un Mahler en estado puro que apuesta por una gran intensidad dramática pero que respeta los detalles de una orquestación maestra como pocas veces podremos oír. La belleza del drama está acá, pero también la crispación emocional y Currentzis logra reunir estas condiciones casi antagónicas.
 

Currentzis es un director que debe ser oído y esta Sexta es la más reciente referencia de la obra. Ya era hora de un nuevo Mahler que dijera cosas distintas. Por cierto, la grabación es espléndida, aunque el rango dinámico no es muy amplio, lo que atribuyo más a la intensidad que le imprime Currentzis que a los ingenieros de sonido. Existe edición en LP.