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Deirdre McCloskey

«La brecha salarial es mucho menor de lo que se dice»

Axel Kaiser
PhD Heidelberg University and Director of the Friedrich von Hayek class UAI Santiago, Chile Á - N.2

Deirdre McCloskey (1942) no deja a nadie indiferente, tanto por su impecable y apasionante trayectoria intelectual como por su sorprendente historia personal. Economista de Harvard, por largos años ha enseñado en la Universidad de Chicago, donde muchos de sus alumnos recuerdan a Donald McCloskey -su nombre hasta 1996, cuando optó por un cambio de sexo- como el mejor profesor que jamás tuvieron. McCloskey partió su aventura académica como exponente del marxismo, el que progresivamente abandonó hasta adherir al liberalismo.

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Entre sus cientos de publicaciones se encuentran textos en la línea más dura de la economía neoclásica, incluyendo libros sobre el uso de estadísticas, teoría de precios, el uso de matemáticas en economía e historia de la econometría. Pero sería erróneo calificar a McCloskey como una simple economista, pues, como Friedrich Hayek  -quien diría que un economista que solo es economista no puede ser un buen economista-, sus intereses atraviesan diversas disciplinas, razón por la cual se desempeña en Universidad de Illinois en Chicago como profesora de economía, historia, inglés y comunicaciones.
En esas áreas, normalmente desconocidas para economistas profesionales, McCloskey ha realizado contribuciones notables, entre las que se destacan sus obras sobre la historia económica de Inglaterra y sus últimos libros de profundo análisis cultural sobre el origen del mundo moderno, Burgeois Virtues, Burgeois Dignity  y Burgeois Equality. En ellos argumentó que todas las explicaciones ofrecidas hasta ahora por economistas sobre el enriquecimiento sin precedentes en la historia humana producido a partir de la revolución industrial  -fenómeno que llamó The Great Enrichment- , son inadecuadas.
En lugar de las instituciones, acumulación de capital, comercio o explotación, que economistas liberales y socialistas han planteado como la causa del mundo moderno, McCloskey afirma que lo que ocurrió fue un cambio ideológico y comunicativo que transformó la manera de ver el mundo y con ello la percepción sobre el rol de los emprendedores, comerciantes y hombres y mujeres de negocio en la sociedad. Fue la nueva dignidad de estos grupos, creada culturalmente por la filosofía liberal del tipo propuesto por Adam Smith, la fuerza que propulsaría la revolución moral y económica que traería democracia, igualdad ante la ley y un aumento del ingreso de un factor de treinta en países históricamente pobres.
En el frente personal, su conmovedor libro, Crossing, que llegara a ser New York Timesʼ book of the year,  narra la historia de su cambio de sexo a los 53 años, luego de casi tres décadas de matrimonio y dos hijos, transición que le permitió conocer y comparar las experiencias de una vida masculina y una femenina. Siempre de buen humor, con un conocimiento enciclopédico, impermeable a las ofensas y abierta a cualquier tipo de diálogo, en esta entrevista para Átomo, McCloskey, una conocida exponente del feminismo liberal, habla sobre esta doctrina, la idea de género, el #MeToo y la situación de la mujer en la historia.

«Es una locura afirmar que el mercado es hostil a las mujeres o que sostiene el patriarcado. El patriarcado es la base de las sociedades agrícolas, más que de las cazadoras recolectoras donde había mayor igualdad. Son las sociedades agrícolas, formadas por grupos más grandes, con cientos de personas que configuran tribus, las que son realmente opresoras. Cuando esa fase comienza a colapsar bajo la revolución industrial la principal beneficiada es la mujer»

 

En Chile hemos tenido un despertar feminista que ha sido tomado por sectores que critican el capitalismo asociándolo al patriarcado y a la opresión. Este reclamo también se ha visto en otros países al punto de haberse convertido en un factor distintivo del feminismo predominante. ¿Podría comentar sobre la evolución que ha experimentado la situación de la mujer bajo el capitalismo y este reclamo feminista?

– Mira, antiguamente eras traspasada de tu padre a tu marido, porque no existía ninguna forma de ingreso independiente. Esa fue la forma en que funcionó la sociedad agrícola por miles y miles de años. Cuando hay industrialización y comercio las mujeres tienen la oportunidad de ganar su propio dinero. En la Inglaterra de la revolución industrial había mujeres que vivían en las fábricas de algodón y claro, había restricciones, pero ganaban su dinero y por tanto entraban al matrimonio con experiencia en el mercado, lo cual cambiaba su relación. También en Inglaterra y Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, las mujeres debieron suplir a los hombres que iban al combate y esa experiencia fue una experiencia de mercado, no de ir de un hogar a otro. Así es que es una locura afirmar que el mercado es hostil a las mujeres o que sostiene el patriarcado. El patriarcado es la base de las sociedades agrícolas, más que de las cazadoras recolectoras donde había mayor igualdad. Son las sociedades agrícolas, formadas por grupos más grandes, con cientos de personas que configuran tribus, las que son realmente opresoras. Cuando esa fase comienza a colapsar bajo la revolución industrial la principal beneficiada es la mujer. Antiguamente en las sociedades agrícolas era vergonzoso, desde la perspectiva del hombre, que la mujer trabajara, porque el hombre sentía que no era capaz de proveer. Así es que es simplemente absurdo decir que el mercado es el enemigo de las mujeres.
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¿Por qué cree que tantas feministas defienden esta idea de que el capitalismo es opresor y discriminador?
– Porque parten al revés: primero son marxistas y luego adoptan el feminismo o a veces lo hacen paralelamente e intentan hacer coincidir sus teorías. Creen que el feminismo es algo bueno  -yo también lo creo- y creen que el socialismo es algo bueno, entonces intentan combinar los dos. Tal vez se pueda decir que algunos aspectos del socialismo han sido, en el corto plazo, no en el equilibrio de largo plazo, beneficiosos para las mujeres. Por ejemplo, Mao, que liberó en parte a las mujeres de los roles chinos tradicionales. No quiero ignorar la contribución que han hecho algunos sistemas socialistas a la liberación de la mujer, pero tampoco la que ha hecho el mercado. Ahora bien, una de las ventajas de las mujeres, cuando se presentan en el mercado, es que, al ser más baratas, pueden competir y desplazar a los hombres de roles que han ocupado tradicionalmente. Eso que muchos critican funcionó como ventaja para ellas. Una y otra vez, lo que el mercado libre ha conseguido gracias al enriquecimiento es que las oportunidades de ocupación crecen más y más para mujeres y minorías. Eventualmente suben también sus ingresos y sus hijos están mucho mejor que ellas.

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«Se trata de ser adulta y una adulta dice no cuando realmente significa no y dice sí cuando significa sí. Una dama sabe exactamente lo que quiere y lo deja claro, no cae en jueguitos que confunden. Esta madurez es lo que en general se requiere para tener una sociedad con personas responsables y capaces de ser realmente libres»

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– ¿Cree en la brecha salarial de género?
– Es mucho más pequeña de lo que se dice. Claudia Goldin en Harvard ha hecho los estudios y la conclusión es que la brecha es mucho menor de lo que se dice. Y tener hijos afecta, pero la diferencia está cayendo y la segregación ocupacional también porque los trabajos físicos están desapareciendo y eso es gracias a sociedades de mercado.

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Usted dijo que el feminismo es algo positivo, ¿pero cómo lo define? Hay diversas versiones.
– Yo soy una feminista de primera ola. Yo creo en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, nada más. Se trata de una aproximación liberal clásica al tema que busca igualdad ante la ley y oportunidades abiertas para todos. En esa línea, no creo que deba interferir el gobierno y por lo mismo no soy partidaria de las cuotas impuestas por el Estado. Si una empresa las quiere introducir voluntariamente eso es otra cosa.
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Hay gente que dice que sin cuotas las mujeres no van a lograr incrementar su movilidad porque las estructuras sociales lo impiden.
– Hay mejores maneras de hacer eso. Que las empresas faciliten la maternidad, no obligadas por el Estado, sino con políticas voluntarias, que procuren mentores para mujeres, etcétera, pero no cuotas. Una de las desventajas de las cuotas es que, si te promueven como mujer, siempre existirá la sospecha de que no fue por méritos sino por cumplir con la cuota. Además, genera reacciones nacionalistas en sectores que alegan que grupos de minorías son privilegiados y eso es terrible porque, cuando hablamos de afroamericanos, por ejemplo, aún hay discriminación racial en Estados Unidos.

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¿No cree que las diferentes preferencias que hombres y mujeres tienen en promedio marcan también un devenir profesional distinto y que eso puede tener una base biológica?
– Absolutamente, no hay duda de eso. Es decir, no creo que haya algo que haga a las mujeres inherentemente menos capaces para ser pilotos de avión que a los hombres. Tal vez tienen otro estilo, pero quizás pueden ser mejores en cierto sentido si ponemos un ejemplo artificial. Pero los hombres y las mujeres no tenemos las mismas prioridades y hasta cierto punto esto es un resultado social. Yo viví años en Holanda y allá es convencional que las mujeres salgan del trabajo y se encarguen de los hijos, lo cual es considerado vergonzoso en Estados Unidos e Inglaterra. Nada de ello es forzado por los hombres, no es forzado de ninguna manera, es una costumbre que las mujeres disfrutan. Pero eso es sin perjuicio de que las mujeres están más dispuestas a sacrificarse por la familia que los hombres, punto. Yo era un hombre cuando tuvimos hijos y creo que hombres y mujeres, especialmente las mujeres, quieren tener hijos en sus 20 y sus 30 y eso es totalmente comprensible biológicamente, pues si no fuera así la especie se extinguiría. Por lo tanto, existe una urgencia biológica. También lo que no es controversial es que la experiencia del embarazo inunda a la mujer con hormonas femeninas y la hace enamorarse de su criatura. Tengo una amiga que a su cuarto hijo, engendrado cuando era más vieja, tenía miedo de no amarlo, pero tan pronto estuvo el sistema ahí hizo click y se enamoró perdidamente de él. Y tú puedes ver que es un amor muy profundo y real, tanto así que los padres incluso llegan a ponerse celosos porque el bebé se convierte en el centro de la atención. Esto se puede entender desde el punto de vista evolutivo y no sólo se da en la especie humana. Lo concreto es que ese impulso genera que estás menos concentrada en tu carrera laboral.

La biología también incide en que haya tipos de profesiones que son más dominadas por hombres y otras por mujeres. En el mundo académico, química, por ejemplo, es un área muy masculina, mientras que historia no lo es y eso es porque pueden investigar temas que son de su interés en cuanto mujeres, como, por ejemplo, cuál fue el rol de las mujeres en la revolución americana.

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¿Entonces podríamos descartar la tesis de que el género es netamente una construcción social?
– Así es. Yo soy un experimento viviente de este tema y te puedo decir que lo más importante -y esto debería ser un argumento de las feministas- es que todos tenemos el otro género en nosotros. Carl Jung hablaba de esto cuando se refería al animus y el anima, el principio femenino y masculino. Para tener un ser humano completo debes tener al menos algo del otro. Incluso como mujer necesitas, por ejemplo, algo del coraje físico típicamente masculino y como hombre necesitas poder expresar el amor femenino para ser un hombre con tu potencial desarrollado.

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Violencia emocional

 

– ¿No le preocupa ver tanta rabia en muchas feministas y este odio u hostilidad hacia los hombres?
– Ésta ha sido una línea del feminismo desde el inicio y no es atractiva ni útil. Incluso hay un grupo que es hostil hacia las mujeres trans. Creo que se deberían relajar un poco, porque es ridículo. Es como el absurdo de que el matrimonio gay es una amenaza al matrimonio heterosexual. Es una tontera. Pero además existe ese componente de odio en este tipo de feministas en circunstancias de que mi experiencia, luego de la transición, es que las mujeres son cariñosas y preocupadas, especialmente cuando leen mi libro Crossing.
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¿Cómo ve la discusión sobre la presencia de las mujeres trans en los deportes?
– Ahí estoy de acuerdo con los críticos. Me parece que es obviamente injusto que una mujer trans que ha desarrollado grandes músculos masculinos y estatura más grande, etcétera, compita como mujer. Existió un tenista americano que estaba en el número 250 entre hombres y se cambió el género y llegó estar rankeado número 50 algo así. Era obviamente una cretina. No me importaría que se hicieran test genéticos y creo que los grupos atléticos pueden hacer reglas razonables sobre esto sin que deba intervenir el Estado.

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– ¿Qué piensa del #MeToo en este contexto?
– Soy partidaria. Mi madre era actriz y fue a una audiencia una vez y le dijeron que tenía talento, pero luego le preguntaron qué hacía en la noche. Espero que el #MeToo ayude a que muchos hombres se conviertan en hombres de verdad, caballeros respetuosos de las mujeres. Por supuesto me preocupan los casos en que se exagera y siempre debe concederse la presunción de inocencia. Pero en general espero que esto ayude a que los hombres en relaciones de poder, como en el trabajo, dejen de comportarse como Humphrey Bogart conquistando mujeres por todos lados. En todo caso no quiero que esto se convierta en un tema de intervención estatal y se llegue a persecuciones legales, sino que se publique. Cabe agregar que es cierto que las actrices que cayeron en el juego de Harvey Weinstein por promover su carrera tenían una opción y eligieron la equivocada, pero eso no justifica lo que él hizo y quiero romper esa costumbre social.

«Soy partidaria del #MeToo. Mi madre era actriz y fue a una audiencia una vez y le dijeron que tenía talento, pero luego le preguntaron qué hacía en la noche. Espero que el #MeToo ayude a que muchos hombres se conviertan en hombres de verdad, caballeros respetuosos de las mujeres. Por supuesto me preocupan los casos en que se exagera y siempre debe concederse la presunción de inocencia. Pero en general espero que esto ayude a que los hombres en relaciones de poder, como en el trabajo, dejen de comportarse como Humphrey Bogart conquistando mujeres por todos lados»

 

– ¿Hay alguna responsabilidad de las mujeres en toda esta discusión?
– También hay una responsabilidad de las mujeres de ser damas… una dama no hace cosas de niñas como decir que no cuando en realidad quiere decir sí. Se trata de ser adulta y una adulta dice no cuando realmente significa no y dice sí cuando significa sí. Una dama sabe exactamente lo que quiere y lo deja claro, no cae en jueguitos que confunden. Esta madurez es lo que en general se requiere para tener una sociedad con personas responsables y capaces de ser realmente libres. En cierto sentido estoy invocando una visión bastante anticuada, cercana al republicanismo del siglo 18 que postulaba tener personas virtuosas, algo a lo cual Adam Smith era cercano.

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«Me parece que es obviamente injusto que una mujer trans que ha desarrollado grandes músculos masculinos y estatura más grande, etcétera, compita como mujer. Existió un tenista americano que estaba en el número 250 entre hombres y se cambió el género y llegó estar rankeado número 50 algo así. Era obviamente una cretina»

 

– Por último, ¿cree que las mujeres también pueden abusar de los hombres en algún sentido?
– Absolutamente. Si tienes una mujer vengativa y odiosa puede hacer un tremendo daño emocional al marido. Y hay que reconocer que las mujeres son mucho más inclinadas a usar violencia emocional contra el hombre. Esa es una situación estándar, donde ella se encuentra en un matrimonio que odia y ataca emocionalmente al hombre, quien, incapaz de igualar el filo de sus ataques, le termina pegando. Ese el típico caso de abuso mutuo.

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