Dvorak
Danzas eslavas
Orquesta Sinfónica de Praga / Tomas Brauner, director
1 CD
Supraphon, 2024
Algunos de los mejores conciertos a los que he asistido tuvieron lugar en junio de 1994. El primer programa eran ocho Danzas eslavas, op. 46 de Dvorak y la Cuarta sinfonía de Schumann. El segundo programa consistía, esta vez, en las dieciséis Danzas eslavas, op. 46 y 72 de Dvorak. Wolfgang Sawallisch dirigía la Orquesta de Filadelfia en el Teatro Municipal de Santiago. Todavía tengo el impacto del primer gran acorde de la danza op. 46 n. 1 que abre la serie: casi me levantó de un salto y así seguí esos más de 80 minutos, casi al borde del asiento mientras la orquesta desplegaba toda suerte de colores, ritmos y énfasis.
Hace treinta años que considero las Danzas eslavas de Dvorak como una obra maestra unitaria y, sin ninguna duda, como la más grande colección de danzas que se haya compuesto, con el permiso de Brahms, Arnold o Kodaly, para no referirme a los sets clásicos de Beethoven o Mozart. Las Danzas eslavas de Dvorak son la obra de un genio, el único que ha podido instalar dos colecciones de «bailes» como el programa de un concierto completo de una orquesta en gira. No es de extrañar que estas series hayan situado a Dvorak en el mundo musical de su época. Desde entonces, la popularidad y la admiración por ellas solamente ha crecido.
«Para diferenciarse de las referencias históricas, Brauner aborda cada danza como un microcosmos sinfónico y saca a relucir segundas voces y detalles que se pasan por alto en la mayoría de las lecturas»
Este 2024 es el año de la música checa, así que el mercado ha estado dando cuenta de la efeméride con lanzamientos muy interesantes de este inmenso repertorio. En este contexto, acaba de editarse un disco en el sello Supraphon de Praga con estas partituras. Como es lógico, no es primera vez que el sello lo hace. Actualmente en su catálogo podemos encontrar al menos unas cinco referencias completas, sin contar las que ya se han editado, pero se encuentran descontinuadas. Con algún margen de error, hay unas veinte ediciones en total venidas exclusivamente de esas latitudes.
Aclaremos de inmediato que este nuevo disco no es una referencia, eso ya no existe en una discografía tan nutrida, proporcionada incluso por directores que conocieron a Dvorak. Pero no lo dudemos, éste es un disco es maravilloso con su propio modo de abordar estas obras. La grabación, además, está servida por una excelente ingeniería gracias a la cual las maderas checas hacen gala de su prestigio; también apreciamos una cuerda más delgada, quizá más incisiva que la de las grandes agrupaciones del oeste de Europa, muy expresiva y dúctil; como siempre ha sido la tónica de Sinfónica de Praga, los metales son brillantes y directos. Tomas Brauner conoce de memoria el repertorio, ni hablar de la orquesta checa.
«Brauner sacrifica la visceralidad, rusticidad y carácter popular intentando mayor profundidad expresiva y alarde técnico. No es una mala decisión en un universo plagado de lecturas inmensas, directas y electrizantes»
Para diferenciarse de las referencias históricas, Brauner aborda cada danza como un microcosmos sinfónico y saca a relucir segundas voces y detalles que se pasan por alto en la mayoría de las lecturas. Ese es su mérito y su peligro, ya que en ocasiones puede perder la espontaneidad y cierta ingenuidad inherentes al género. En otras palabras, Brauner sacrifica la visceralidad, rusticidad y carácter popular intentando mayor profundidad expresiva y alarde técnico. No es una mala decisión en un universo plagado de lecturas inmensas, directas y electrizantes. En este sentido, este disco no tiene la viveza de la galvanizada dirección de Kubelik, puro poderío y arrojo; tampoco alcanza la medida poesía de Neumann (al menos tres integrales) ni la perfección de Szell (las registró dos veces completas), ni la simplicidad de Dorati (registradas en tres ocasiones). Brauner se muestra consciente de que va sobre hombros de gigantes y se da maña de mostrar sus credenciales, que no son pocas. Pero este registro, salvo por su deslumbrante sonido, no moverá un centímetro las referencias de toda la vida. Me refiero a las lecturas de Talich y Sejna. El primero con un sonido «histórico» lo suficientemente bueno para apreciar toda su precisión y elocuencia. Con Sejna asistiremos a uno de esos escasos registros absolutamente perfectos, inalcanzables en todo sentido: dirige estas danzas como quien no necesita ni acordarse, las respira. La primera es tan poderosa y explosiva en sus manos que pensamos que el resto se moderará; nada de eso, la intensidad contagiosa está servida, en las antípodas de la belleza más meditada y atenta de Brauner.
Este disco es un aporte necesario en la ya excelente discografía de este corpus. Ya sabemos que estas miniaturas no son solamente una música llamativa, sino que se trata de gran música a secas. Tomas Brauner acepta el reto y sale airoso, encontrando mayores contrastes que los usuales. Este es un disco precioso, con sus propios méritos. La recomendación es conseguir la grabación de Sejna y comprar, además, este disco. Les aseguro jornadas maravillosas comparando enfoques interpretativos superiores aplicados a un corpus irrepetible.