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Una mirada a las alternativas comunistas-marxistas

América Latina

Cecilia Morán
Doctora en Historia de la Universidad San Sebastián Á. - N.10.

Desde la segunda mitad del siglo XIX, momento en que se instaló en nuestro continente, la presencia del marxismo entre nosotros no ha sido en absoluto homogénea y se ha ido configurando con el aporte diverso de pensadores, políticos y activistas. El siguiente artículo clarifica las principales tendencias que el comunismo ha adoptado históricamente en estas latitudes, desde el inicio primitivo hasta el estalinismo de los años 30 y 40, entre otras.

Las alternativas comunistas-marxistas en la historia de América Latina, además de diferenciarse de las europeas, han sido bastante diversas en sus  bases teóricas y se comprenden mejor considerando la realidad temporal y regional en la que se estudien. Así también, como en cada uno de los países en los cuales éstas se manifestaron aparecieron intelectuales que fueron especialmente influyentes en el curso que tomaron, el análisis de las mismas no puede dejar de considerar sus respectivas influencias en el contexto nacional y regional.

Tal como lo ha evidenciado Robert Paris, las ideas de Marx y Engels llegaron paulatinamente a Latinoamérica desde la segunda mitad del siglo XIX. La difusión hecha por personajes de la alta cultura de la época -que por sus viajes a Europa o que por su constante contacto con las novedades del viejo continente estaban actualizados en los más diversos temas políticos y filosóficos- fue clave para que circularan en el territorio de América Latina. Junto a ésos, los inmigrantes y exiliados que arribaron a la región aportaron bastante. Ese mismo autor nos habla de personajes como el socialdemócrata alemán Germán Ave-Lallemant, fundador en 1890, del primer periódico «marxista» argentino, El Obrero, y de los socialistas italianos que arribaron después de la crisis de 1898. En ese contexto, por ejemplo, en 1884 se publicó una traducción del Manifiesto comunista en El Socialista de México; en 1898 el argentino Juan Bautista Justo tradujo El capital; y en 1892, en el primer congreso obrero cubano, un obrero se refirió en un discurso a «Carlos March».[1] Pablo Guadarrama complementa lo señalado, recordando al intelectual cubano Ricardo García Garófalo, quien desde el periódico La Verdad apoyó las ideas marxistas.[2]

Esta supuesta primera etapa marxista latinoamericana, Fabián Cabaluz y Tomás Torres la sitúan entre 1870 y 1910. Caracterizada por la organización de las primeras seccionales de la Internacional y por la aparición de los programas socialistas, se destacan en ella las contribuciones del argentino Juan Bautista Justo, de José Martí, de Julio Antonio Mella -en Cuba- y de Luis Emilio Recabarren en Chile.[3] En este punto es importante destacar que los postulados de cada uno contemplan las realidades propias del país al que pertenecían y que en ciertos aspectos son disímiles, incluso contradictorios, lo que refleja que el marxismo latinoamericano dista mucho de ser un único pensamiento o ideología y que desde sus inicios ha presentado este tipo de divisiones. Así por ejemplo, el mismo Justo estuvo influenciado por el liberalismo y el positivismo de su época y eso se visualiza en su comprensión marxista. Si bien el intelectual estaba de acuerdo con la lucha de clases y con el rol de la economía en la historia, no comulgaba con la dialéctica propuesta por el marxismo ni con la necesidad de una revolución social.[4] Por otra parte, Luis Emilio Recabarren, si bien al principio manifestó influencias anarquistas y demócratas, luego de sus viajes y experiencias en Argentina y Europa (entre 1906 y 1908), se apegó cada vez más a los lineamientos de la Internacional Socialista y defendió la lucha de clases, la abolición de las mismas y la constitución de una sola clase conformada por trabajadores.[5]

 

 

 

Estalinismo

 

Una clasificación diferente es la expuesta por el sociólogo Michäel Löwy quien dividió el marxismo en América Latina en tres fases. Esta categorización -por la amplitud de análisis que brinda- será tomada como base para el examen de las ideas de los intelectuales que han contribuido a sembrar la semilla del marxismo latinoamericano. La primera de ellas, a diferencia de lo planteado por Cabaluz y Torres, la sitúa en un lapso posterior, entre los años 20 y mediados de los años 30, y habría sido esencialmente un «periodo revolucionario» en el cual la insurrección de El Salvador de 1932 sería su manifestación en la práctica.[6] Lo interesante de esta etapa es que en ella los marxistas latinoamericanos caracterizaban a la revolución de esta porción del continente de «socialista, democrática y antiimperialista», cuestión que en su base coincide con los postulados que recién analizamos para la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. En este sentido, creemos que esta etapa es heredera de ese marxismo latinoamericano primitivo. Una segunda fase estaría acotada entre mediados de los años 30 y 1959. Calificada de periodo estalinista —por la trascendencia que alcanzó la interpretación soviética del marxismo—, se fundamentó en la teoría de revolución por etapas de Stalin y definió el curso latinoamericano de ese momento como «nacional-democrático». Finalmente, aparece una tercera fase llamada «nuevo periodo revolucionario», que encaja en el periodo post Revolución Cubana que ve ascender o consolidarse a las «corrientes radicales, cuyos puntos de referencia comunes son la naturaleza socialista de la revolución y la legitimidad, en ciertas situaciones, de la lucha armada, y cuya inspiración y símbolo, en su máximo nivel, fue Ernesto´Che´Guevara».[7]

No obstante lo señalado, las manifestaciones marxistas en América Latina, no se detienen en los años 80 (fecha de publicación del libro de Löwy), y desde los 90 hasta hoy, éstas han ido apareciendo constante y cíclicamente. A este «cuarto» momento nos referiremos en las conclusiones.

 

Si bien en la primera fase revolucionaria destaca el pensamiento reflejado en la obra del peruano José Carlos Mariátegui -quien sería el productor de su expresión teórica más honda- aparecen otros como el líder revolucionario cubano Julio Antonio Mella, uno de los fundadores del Partido Comunista cubano en 1925, del cual pronto fue expulsado acusándosele de trotskista, un «traidor en materia ideológica», antecedente que no llama la atención si consideramos las disímiles inspiraciones de los intelectuales de los que hablamos. Mella también fue uno de los próceres del movimiento estudiantil de ese país y precursor de la revista Juventud. Mella condenaba al «imperialismo» y le achacaba ser un obstáculo para la emancipación cubana y de todo el continente. Junto a eso, valoraba la importancia de lo «nacional» a la hora de pensar en la revolución socialista.[8]

 

«Luis Emilio Recabarren, si bien al principio manifestó influencias anarquistas y demócratas, luego de sus viajes y experiencias en Argentina y Europa (entre 1906 y 1908) se apegó cada vez más a los lineamientos de la Internacional Socialista y defendió la lucha de clases, la abolición de las mismas y la constitución de una sola clase conformada por trabajadores»

 

 Frentes populares

 

En cuanto a Mariátegui, fundador del Partido Comunista peruano en 1928, su marxismo fue un referente para América Latina. Inspirado en la Revolución Rusa, aspiraba a instituir la Tercera Internacional en «Indoamérica» y para ello las ideas que difundía desde su revista Amauta eran un factor clave. Su quiebre con Raúl Haya de la Torre es un punto que ayuda a visualizar otra de las diferencias entre las diversas caracterizaciones marxistas que existían en ese momento, específicamente en lo relacionado con la lucha antiimperialista, aspecto trascendental de la ideología. La polémica refleja que si bien el pensamiento marxista latinoamericano partía desde un espacio común, en el camino adoptaba características tan disímiles que luego se hacían irreconciliables, algo que puede ser un signo de la falta de claridad, improvisación y diversas inspiraciones que nutrieron al marxismo de la región por esos años.

Contextualizando lo trazado, se debe recordar que Haya de la Torre conformó la Alianza Popular Revolucionaria (APRA), destinada a la formación de una suerte de red de movimientos sociales y políticos de la izquierda antiimperialista latinoamericana. En vista de que tiempo después decidió transformarla en un partido político, Mariátegui manifestó su oposición al mismo acusándole de aspirar a conformar una versión de izquierda del nacionalismo burgués; al respecto expresó: «Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política antiimperialista… sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera».[9] Esta frase es ilustrativa de «los marxismos» latinoamericanos del periodo.

El inicio de la segunda etapa marxista latinoamericana -estalinista- engarza con la celebración del VII Congreso de la Internacional Comunista, en 1935. En él se propuso una nueva fórmula de actuación que marcó las agendas de los partidos comunistas latinoamericanos, los cuales ya estaban estalinizados; con ello, se siguió la visión que no admitía una revolución socialista en la región pues supuestamente sus sociedades y economías aún no estaban preparadas para eso. Así, como el camino latinoamericano debía ser el de la revolución democrática y anti feudal, desde entonces se llevó a cabo la doctrina de la «revolución por etapas» y del bloque de 4 clases (proletariado, campesinado, pequeña burguesía y burguesía nacional); ésas, actuando en conjunto, conducirían, en primer lugar a una fase nacional y democrática -antiimperialista y anti feudal-, y luego, a una revolución socialista. En ese contexto aparecieron los frentes populares integrados por comunistas, socialistas y demócratas, que lucharían contra el fascismo. En la etapa destacan intelectuales como Victorio Codovilla (italiano nacionalizado argentino) en Argentina, vinculado al Partido Socialista desde su llegada a esa región en 1912. Luego, comenzó a simpatizar con la variante estalinista del Partido Comunista. En su carrera reluce su oposición al nacionalismo del peronismo -calificándolo de fascista y creando un frente amplio para oponérsele – y su antiimperialismo.[10]

 

Respecto a la tercera fase marxista latinoamericana, inicia con la Revolución Cubana de enero de 1959. Esta afianzó una dictadura marxista leninista en la isla[11] y proyectó las imágenes e ideario de Fidel Castro y de Ernesto «Che» Guevara,[12] hacia el resto de América Latina. En Chile, por ejemplo, tanto la idea de construir un régimen socialista propio, como la de seguir una vía revolucionaria, comenzaron a estar en medio del debate, todo esto en un contexto latinoamericano de cambios acarreados por el suceso.[13] Así, la Revolución Cubana se transformó en un referente para la izquierda latinoamericana y en una muestra de la posibilidad de cambiar el orden hacia el marxismo.

 

«En cuanto a Mariátegui, fundador del Partido Comunista peruano en 1928, su marxismo fue un referente para América Latina. Inspirado en la Revolución Rusa, aspiraba a instituir la Tercera Internacional en “Indoamérica” y para ello las ideas que difundía desde su revista Amauta eran un factor clave»

 

Es importante también destacar el caso del triunfo electoral de la Unidad Popular en Chile en septiembre de 1970, que llevó a la presidencia del país al candidato marxista Salvador Allende. Este viene a ser una muestra de una alternativa marxista totalmente diferente, nacida de la confianza de una parte de los chilenos en que la transición se podía hacer por la vía legal, sin recurrir a la violencia. En esa ocasión el país expuso al mundo que su tradición democrática y el histórico respeto institucional de sus habitantes eran tan sólidos que incluso tenían la capacidad de trascender los mandatos marxistas. No obstante, el resultado del experimento de la UP fue nefasto y dejó al país en una severa crisis política y económica que, entre otras cosas, sobresalió dramáticamente por una hiperinflación que en 1973 llegó a cerca de un 350 por ciento, la más alta de su historia.

En los años 80 el comunismo marxista siguió aflorando en Latinoamérica de manera más bien cíclica hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, momento que representó la gran crisis de la ideología. Desde los 90 ésta se ha tratado de reinventar y así es como en ciertas ocasiones reaparece; no es menor el «mapa rojo» de Latinoamérica que en los últimos años se ha ido conformando y que nos muestra que más de un 80% de sus habitantes vive bajo gobiernos de izquierda. No obstante, conviene aclarar que esta «nueva» izquierda tiene poco de marxismo y que en lo sustancial se parece más al populismo.

 

 

 

 

[1] Paris, R. (1984). «Difusión y apropiación del marxismo en América latina». Boletín de Estudios Latinoamericanos y del Caribe nº 36. Página 3.

 

[2]Guadarrama, P. (2018). Marxismo y antimarxismo en América Latina. Crisis y renovación del socialismo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana. Página 125.

 

[3] Cabaluz, F. y Torres, T. (2021). Aproximaciones al marxismo latinoamericano. Teoría, historia y política. Ariadna Ediciones.

[4] Para mayor abundamiento consultar Franzé, J. (1993) El concepto de política en Juan B. Justo. 2 vols. Centro Editor de América Latina.

 

[5] Respecto a la formación de las ideas políticas de Luis Emilio Recabarren ver Massardo, J. (2008) La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren: contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena. Lom Ediciones.

 

[6] Löwy, M. (2007) [1980]. El marxismo en América Latina. Lom Ediciones. Página 9. La primera edición de este libro se realizó en París, Francia, en 1980.

[7] Löwy, M. (2007)[1980]. El marxismo en América Latina. Página 9.

 

[8] Al respecto ver Guanche, J. C. (compilador) (2009). Vidas rebeldes. Ocean Sur.

[9] Mariátegui, J. C. (1929, junio). Punto de vista antiimperialista. Conferencia Comunista Latinoamericana. Buenos Aires.

 

[10] Codovilla, V. (1946) Batir al naziperonismo. Para abrir una era de libertad y Progreso. Anteo.

 

[11] Ramonet, I. (2006). Fidel Castro. Biografía a dos voces. Debate ; Balfour, S. (2009). Fidel Castro. Una biografía política. Península.

 

[12] Una biografía del personaje en Anderson, J. L. (2006) Che Guevara: Una vida revolucionaria. Anagrama

 

[13] El triunfo revolucionario en Cuba también se tradujo en un cambio en la forma de hacer política en América Latina: surgieron grupos y movimientos guerrilleros como los Montoneros, Tupamaros, el MIR en Chile y la fundación en 1967 de la OLAS (Organización Latinoamericana de la Solidaridad), en San Francisco, A. (dirección general) (2016). Historia de Chile. 1960-2010. tomo II. CEUSS. Páginas 478-479.