Giovanni Williams nos recibe en su flamante nueva oficina en el Congreso. Su estilo desgarbado y rebelde seguramente dará que hablar. Es solo uno entre la gran camada de jóvenes del Frente Amplio que inundó la cámara de diputados el año 2018. Ataviado de una sudadera roja estampada con los logos de sus bandas favoritas («a algunas las he visto en Lollapalooza», confidencia) y unas zapatillas Converse cuidadosamente gastadas, nos invita una taza de café comprada en un mercado orgánico y con el sello Fair-trade.
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Hace poco generaste polémica en las redes sociales con un tweet sobre Venezuela. Dijiste: «En Venezuela hay una democracia legítima con ciertos problemas».
A mucha gente le molestó que usara la palabra «problemas». Es casi un diminutivo, una palabra bonita, no agresiva, y aunque termine en «a» es un sustantivo masculino, así que nadie me puede acusar de machista. Menos mal que tengo 28 años y soy de otra generación, liberada de prejuicios.
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Lo que generó polémica fue su defensa del régimen de Maduro, no el lenguaje. En otro tweet decías que encontrabas extraño que los venezolanos y haitianos emigraran a Chile, un «país sin derechos». ¿No estarán mejor acá que en Venezuela o Haití?
No me consta, no sé. He ido a Tahiti, nunca a Haití. En Venezuela tienen una constitución legitimada desde, por y para la gente. Imagínate el orgullo de vivir en un país así. No hay comida, no hay libertad de prensa, no hay agua potable, pero filo, no se puede tenerlo todo. Mi tweet iba a otra cosa: al derecho a ser uno mismo, de que todas y todos seamos más fraternos, de un poder horizontal, de cara a la gente. A eso iba el tweet.
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Pero Beatriz Sánchez salió a aclarar que ella consideraba a Maduro un dictador y que tu opinión no reflejaba el sentir mayoritario del Frente Amplio.
Yo respeto mucho a la Bea, soy su amigo desde hace muchos años, pero creo la malinterpretaron. Lo que ella en verdad quería decir es que en Venezuela sí hay ciertos derechos que no existen en Chile, con el coeficiente Gini más alto no sólo de la OCDE, sino de América entera y del planeta. Esto no lo invento yo, lo dijo Leandro Atria hace unos años en el Liguria.
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Como economista ¿cómo explicarías en palabras fáciles el coeficiente de Gini?
Yo estudié economía en la PUC, donde no nos enseñaban esas cosas, lo único que nos enseñaban era un neoliberalismo brutal. La desigualdad no es tema. Sufrí mucho en la PUC, me hacían bullying por tener moño, las minas no me pescaban. El coeficiente de Gini lo vine a aprender recién en Londres, hace unos años. Fue una experiencia increíble. Viví en un departamento compartido con gente de otras razas. Es increíble cómo allá no se ven las clases sociales, no hay clases como en Chile. Por ejemplo, yo en la UCL era amigo de todos y todas, no había distinción de clases.
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¿Y eso no lo vivías acá?
No, y eso es lo bueno, porque las conversaciones que teníamos en Londres y los aprendizajes de allá, los importamos. Siguieron acá, se generó una fuerza comunicadora. Hay una conexión super potente entre UCL y Chile, encuentro yo. Ahora nos juntamos harto en el Rapanui. Como somos de izquierda nos preocupamos de vivir como la mayoría de los chilenos, entonces vamos al Rapa, que es un bar de barrio, de un barrio sencillo, en Providencia, con casas chicas. Es lo que yo espero para todos y todas, aunque quieran otra cosa.
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Pero Providencia es una comuna rica. Bueno, hablemos un poco de tu historia. Vienes de una familia pudiente y has tenido muchas oportunidades, ¿por qué has afirmado que todos los colegios privados tienen que ser estatizados? ¿Hay algo biográfico ahí?
Sí, y me avergüenzo, por eso ando en micro cuando no llueve. Aunque, a ver, vengo de una familia de clase media. Nunca tuve amigos multimillonarios ni conozco a mucha gente. Estuve en el colegio La Granja que queda en La Reina, no en La Dehesa. Entré a la universidad con mis méritos y luego me gané la Beca Chile para irme a Londres. Si bien me avergüenzo de mis privilegios, también es cierto que me he esforzado para surgir en la vida. Me violenta que digan que soy de la élite.
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Giovanni, cualquier chileno querría tener todas las oportunidades que tuviste, no quiero ser agresivo contigo. Colegio privado, universidad privada…Además, en tu CV aparece que estuviste en el Colegio Grange, no en «La Granja».
Sí, y me avergüenzo por eso, te digo. Respecto al nombre, es que es una traducción, ¿cachai? No todos saben inglés, no quiero ser paternalista con los que no saben e imponerles un idioma desconocido. Además, mi colegio tiene nombre inglés y es inglés de verdad, no como los colegios arribistas con nombre en inglés, esos hay que prohibirlos, porque juegan con las expectativas de las personas.
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Lo que te preguntaba es que no se entiende esa vehemencia a priori contra los colegios privados o las universidades privadas. ¿Tuviste una mala experiencia? ¿O es algo conceptual?
Algo netamente conceptual. Es algo evidente desde el punto de vista político. Te lo demuestro con un silogismo que incluso los que no estudiaron en mi colegio pueden entender:
1) Lo público es lo bueno, lo comunitario, en donde hay espacio para el otro.
2) Lo privado es lo malo, en donde hay solo espacio para el egoísmo.
Conclusión: los colegios privados son malos y hay que volverlos buenos, esto es, hacerlos estatales.
Si esto sigue así, seguiremos en el infierno.
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Pero Giovanni, la premisa 2 es justamente lo que hay que probar, pero tú las das por evidente. Además, tú has hablado mucho contra el Instituto Nacional, que es público. ¿No serán críticas demasiado al voleo?
Guau, yo creo que no lo puedes ver porque estás dentro del sistema. ¡Uuuf! es que el mercado, los colegios privados, las AFP, las represas en la Patagonia, el Derecho Romano, el heteropatriarcado y la Concertación nos han vuelto tan egoístas, tan ciegos ante los vulnerables. Es difícil. Es difícil luchar contra todo eso, es algo heroico. Pero la Bea hizo cambiar todo eso, ¿no? Los que votaron por ella, eran los que querían el bien para Chile, los que no, los que votaron por Piñera, querían plata, nada más. Es una lástima. Pero mira, en el fondo, esa elección presidencial la ganamos, la ganamos simbólicamente, aunque salimos terceros. Tengo esperanza.
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¿Y no crees que los colegios estatales pueden hacer todo muy homogéneo, y que incluso esa homogeneidad podría ser diferente a lo que ustedes, como RD, buscan?
No, ahí no me pierdo, el Estado somos todos nosotros y siempre buscaremos lo mejor para todos.
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¿Y qué opinas del Instituto Nacional? ¿No es un colegio ejemplar en algunos aspectos? ¿Educación de calidad, sin distinguir origen socioeconómico?
No. Mira, cuando estaba en Londres en este departamento compartido aprendí muchas cosas. La primera es a no discriminar. Me hice amigo de un negro, de un indio y de un chileno del Instituto Nacional. Empatía. Tolerancia. Nos llevábamos súper bien. Imagínate, vivir en un país extraño, sin nana, había que hacer de todo. Sin privilegios de ningún tipo. Pensando Chile desde la distancia y el dolor. Fue como la vida de los exiliados en la dictadura. Este chileno del que te cuento era, ponte tú, de Ñuñoa o Renca. Conversábamos sobre todo esto, sin tapujos. Todo esto lo conté en un blog, te recomiendo leerlo. Se llama: «Repensando a Chile desde el exilio».
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«Como somos de izquierda nos preocupamos de vivir como la mayoría de los chilenos, entonces vamos al Rapanui, que es un bar de barrio, de un barrio sencillo, en Providencia, con casas chicas. Es lo que yo espero para todos y todas, aunque quieran otra cosa»
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Cuéntanos algo acerca de tu doctorado. ¿Cómo aplicarás lo que sabes a la labor legislativa?
Mi doctorado se trató sobre la desigualdad en Chile y sobre cómo solucionarla. Llegué a la conclusión de que es un tema súper difícil porque la educación está demasiado segregada. Cuando llegué a Chile traté de aplicar esta conclusión en una Municipalidad, con la Pepi, pero no resultó. Se perdieron millones de pesos. No sé, quizá pequé de ingenuo, de bueno, de puro. Sólo quisimos aplicar el sistema de Troomsø, Noruega, a ciertos colegios con copago, pero no resultó. Pero la conclusión del doctorado sigue siendo válida: hay que terminar con la segregación.
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¿Esa es la conclusión de un estudio de cuatro años? ¿Valió la pena tanto estudio?
Lo mismo me dice mi novia, la Pali. Es que lo mío es un doctorado en economía política, no en economía cuantitativa. A mí me gusta la filosofía, la teoría. La Pali encuentra que son puras cabezas de pescado, es que ella es más científica, necesita ver evidencias, datos. Trabajaba en el Ministerio de la Mujer y quedó cesante con el triunfo de Piñera. Es duro para ella; para cualquier persona que quiere inundar de bondad el mundo es una tragedia trabajar en el mundo privado y más trágico trabajar con Piñera, que es lo más cercano a la encarnación del mal que podemos conocer acá en Chile. Pero bueno, tiene que salir a trabajar porque necesitamos parar la olla, la dieta parlamentaria no da para mucho.
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¿Y qué me dices de las últimas declaraciones sobre la dieta parlamentaria de Gustavo Muñoz, el abogado y asesor principal de un compañero de bancada tuyo?
¿Gustavo Muñoz? No me suena, ¿estás seguro de que es asesor de alguno de nosotros? ¿Estaba en el Saint George, San Ignacio? No sé, no me suena.
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Si bien entiendo, Olimpia Walker (la Pali), también es militante de RD. Su papá fue senador de la Concertación y su madre es directora de varias empresas privatizadas durante la dictadura. ¿Cómo te llevas con los suegros? ¿Cómo se maneja la relación entre viejos concertacionistas y jóvenes rebeldes de RD?
Ha sido súper complicado. Pero cuento con los consejos de la Clara Baumann y del Ismael Von Eichtal, que vivieron lo mismo. También voy al psicólogo dos veces a la semana. Soy de una generación que asume la fragilidad. Pero no quiero que esta entrevista se vaya en lo personal. Sólo quédate con la idea de que estamos muy bien como pareja, hemos crecido caleta, y lo más importante, es que ambos queremos un Chile nuevo, horizontal, sin privilegios.
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*Los hechos y/o personajes de estas entrevistas son ficticios, cualquier similitud con la realidad es mera coincidencia.
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