Alivio sintieron muchos «eurófilos» al conocer los resultados en las recientes elecciones del Parlamento Europeo. Contrario a lo que señalaban algunos sondeos, los partidos populistas no consiguieron el resultado que esperaban, aunque sí lograron obtener una mayor representación en la Eurocámara, lo que vaticina un período legislativo más complicado. Un cambio importante se produjo: las dos grandes familias (Partido Popular y Socialdemocracia) perdieron la mayoría absoluta, terminando con la «gran coalición» que había dominado desde los orígenes la construcción europea. El temor que existía en el ambiente político había sido alimentado por la llegada de varios partidos populistas a posiciones de poder, además de la influencia que están teniendo en la agenda de la Unión Europea (UE) y sus estados miembros. Tras el Brexit, estas elecciones se presentaban por tanto como un gran test y el populismo marcó la campaña. Pero cabe preguntarse ¿qué se entiende por populismo en Europa?
Para responder estas preguntas debemos partir por adentrarnos en un concepto que, si bien hoy está muy «de moda», a menudo resulta confuso y controversial. Su uso y comprensión no es homogéneo en la literatura, los medios de comunicación[1] y el discurso político. Como lo han advertido especialistas,[2] es común percibir que existe una tendencia a usar la expresión «populista» como forma de desacreditar posiciones, personas o ideas con las que no se concuerda, atribuyéndosele una connotación despectiva y peyorativa al término. Se le suele usar como sinónimo de «popular», «demagogo», «irresponsable» o de «falsas promesas».[3] Como sostiene Hans Jürgen Puhle, «el concepto de populismo es impreciso, multifacético e impresionista»[4] y ha sido necesario profundizar en él para ir determinando su contenido en un contexto en que el avance de determinadas fuerzas lo exige cada vez con urgencia.[5]
Los orígenes del populismo no son exclusivamente europeos. Para algunos éstos se remontan a Estados Unidos y Rusia, asociándose en el siglo XIX a los intereses de campesinos, en el marco de una economía agrícola (Narodniki rusos y People’s Party). En décadas posteriores aparece en América Latina con características propias. Sin embargo, es desde los años 90 del siglo XX que comienza a interesar realmente en Europa. Desde entonces, el debate al respecto no se ha limitado al clásico clivaje derecha/izquierda sino que ha venido a complementarse -y complejizarse- con las distinciones entre liberal/iliberal, pro-UE/anti-UE, globalismo/anti-globalismo, nativismo/multiculturalismo.
«Desde los años 90 del siglo XX el populismo ha comenzado a interesar realmente en Europa. Desde entonces, el debate al respecto no se ha limitado al clásico clivaje derecha/izquierda sino que ha venido a complementarse -y complejizarse- con las distinciones entre liberal/iliberal, pro-UE/anti-UE, globalismo/anti-globalismo, nativismo/multiculturalismo».
Han existido diferentes aproximaciones al concepto. Ha sido definido como estrategia, ideología, estilo de hacer comunicación política o discurso político. También ha sido considerado como «una configuración social especial del poder político, basada en una expresión social directa de la soberanía popular»,[6] por lo que sigue siendo uno de aquellos términos problemáticos no sólo desde el punto de vista de la ciencia política sino también en el ámbito político.[7] Frente a la crítica sobre la vaguedad del concepto, autores como Dominique Reynié responden señalando que «la relativa indeterminación del significado no es propia del “populismo”: es claro que el uso de “nacionalismo”, “fascismo” o “liberalismo” es raramente más riguroso»[8] y no por ello debiera descartarse como objeto de estudio.[9] En atención a su uso cada vez más masivo y a la importancia que ha ido cobrando más allá de Europa, ha primado el interés y necesidad de clarificación. Superaría con creces el objetivo de este artículo mencionar todos los enfoques teóricos, argumentos o variables explicativas de su (re)surgimiento. No obstante, queremos al menos esbozar algunos planteamientos generales que se han efectuado en relación a su naturaleza.
Pueblo bueno, élite corrupta
Si en algo hay consenso, es en que no existe un total acuerdo en cómo definir el populismo, sus causas y efectos. Sin embargo, podemos observar que poco a poco, al menos ciertos elementos del concepto han ido revelándose importantes para su comprensión. En este sentido, tanto el enfoque discursivo de Ernesto Laclau como la visión «ideacional» de Cas Mudde y Cristóbal Rovira coinciden al conceptualizarlo como una ideología que divide la sociedad en dos grupos homogéneos y antagónicos que se enfrentan entre sí: «el “pueblo” (que es visto como una comunidad íntegra) y la “élite” (concebida como una entidad deshonesta e interesada sólo en su beneficio propio)».[10] Un «pueblo bueno» contra una «élite corrupta» en que los populistas pretenden transformarse en la expresión de la «voluntad general» de dicho pueblo.[11]
Como Mudde y Rovira lo reconocen, dentro de las diferencias que ambas concepciones tienen encontramos que una «tiende a elaborar una mirada positiva sobre el rol del populismo, el cual es visto como una fuerza transformadora que logra articular demandas insatisfechas en el interior de la comunidad política», al tiempo que la segunda «intenta evitar juicios sobre el populismo» a través de «una tradición más positivista que busca generar evidencia empírica» sobre este fenómeno.[12] Por su parte, Manuel Anselmi, coincidiendo en parte con estos autores, estima que el populismo tiene los siguientes rasgos:
– «Una comunidad homogénea entre clases que se percibe a sí misma como la titular absoluta de la soberanía popular. La comunidad expresa una actitud anti-establishment. Las personas de la comunidad se afirman como una alternativa a las élites preexistentes, a las que se les acusa de exclusión y decadencia del sistema político».
– «Un líder en conexión directa con las personas de la comunidad a excepción del populismo penal».
– «Un estilo discursivo, argumentativo y de comunicación que siempre es maniqueo, donde “nosotros” significa los miembros de la comunidad y “ellos” significa todo lo que es externo a ella. El estilo discursivo está dirigido a crear polarización política».[13]
Jan-Werner Müller estima que el populismo es una amenaza para la democracia y afirma que «no es en sí democrático y tiende incluso, sin duda, a ser antidemocrático».[14] Para Dominique Reynié, éste debe algunas de sus características a las limitaciones de la nueva política de masas. Este autor sostiene que «de aquí en adelante es necesario saber cómo “representar al pueblo”, justificar el poder -o descalificarlo-, para abordar no sólo a las multitudes presentes sino también a públicos dispersos, movilizar grupos de interés, organizar movimientos de opinión, fabricar ideologías, programas de acción…».[15] Por su parte, Anselmi estima que «el populismo está profundamente vinculado a las transformaciones estructurales de las democracias occidentales, que están cada vez más expuestas a desviaciones plebiscitarias y están bajo el ataque constante de intereses privados».[16] Sin embargo, alerta que interpretaciones reduccionistas deben evitarse.
Como podemos advertir, uno de los motivos por los cuales resulta difícil definir este concepto radica en la compleja relación entre populismo y democracia, en especial con la democracia liberal y el sistema de representación política. Para algunos autores el actual populismo en Europa resulta una amenaza para la democracia.[17] Otros estiman equivocado considerar el «peligro populista» como un riesgo para «la democracia, la integración europea, el Occidente, el orden liberal internacional o todas las anteriores»,[18] habiendo incluso quienes defienden que «el populismo no es sólo de la esencia de la política, sino también una fuerza emancipadora. En este enfoque la democracia liberal es el problema y la democracia radical, la solución».[19] Anselmi sostiene que el populismo responde a una demanda por más democracia por una parte de los ciudadanos, sin embargo, una vez que se ha establecido, incluso puede generar una involución de la democracia. La cuestión radica, por una parte, en la definición -compleja, por cierto- de la democracia y, por otra, en la identificación de la relación de ésta con el populismo actual. Los populistas reivindican la «soberanía popular» -lo que explica su defensa de herramientas de democracia directa como los referéndums o plebiscitos- y su discurso a favor del «sentido común» o de los «ciudadanos de pie». Nuevamente, aquí surge la cuestión entre la democracia y el pueblo y cómo se entiende la dinámica entre ellos. Si se parte del concepto de democracia definido por Abraham Lincoln[20], todos los partidos y movimientos dentro de un sistema democrático buscan la representación del pueblo y su apoyo para ganar el poder. Sin embargo, lo que identifica a los populistas en esta idea del «pueblo» y la democracia liberal actual es que,
«Los populistas reivindican la “soberanía popular” -lo que explica su defensa de herramientas de democracia directa como los referéndums o plebiscitos- y su discurso a favor del “sentido común” o de los “ciudadanos de pie”»
«sospechan de la representatividad de nuestras democracias y pretenden por tanto que el pueblo ha sido despojado de la posibilidad de gobernarse él mismo, las decisiones importantes que le conciernen estarían siendo tomadas por grandes grupos internacionales más o menos anónimos que escapan de todo control, o por “Bruselas”, fantasma siempre agitado por las propagandas antieuropeas, en los países de Europa del Este en particular, pero no únicamente. El pueblo habría perdido su autonomía, para hablar como Maritain, y se vería sumido a potencias oscuras, heterogéneas, por tanto, no controladas».[21]
Los populismos oponen el «verdadero pueblo» a las «élites corruptas» que los han traicionado, pretendiendo saber mejor que él cuál es su bien. Y aquí se entra a la necesaria identificación de quién es esa élite deshonesta y traidora. Dependiendo de los populismos esta élite se identificada con la clase política que tradicionalmente ha manejado el poder (partidos que en Europa han gobernado desde las postguerra), la euroburocracia, empresarios, bancos, medios de comunicación, jueces, incluso intelectuales, expertos y académicos. Será la «casta» de la que habla Podemos, o la «troika» a la que se enfrentó Syriza en la crisis del Euro. Michael Gove, actual canciller del Ducado de Lancaster en el gobierno de Boris Johnson, señaló en la campaña del Brexit que «la gente en este país ha tenido suficientes expertos»[22], afirmación realizada para hacer frente a los estudios y cifras que indicaban los altos costos de una salida del Reino Unido de la UE.
En la historia europea, el fenómeno se puede rastrear desde el caso destacable del «Poujadisme», que a mediados de los años 50 tuvo un no despreciable éxito electoral. De sus filas surge la figura de Jean Marie Le Pen, quien después lideró el surgimiento del Frente Nacional (FN) en Francia en los 80. El FN, junto al Partido de la Libertad en Austria, dan inicio a un movimiento que, en los últimos años, ha ido adquiriendo más fuerza, intentado incluso transformarse en una «internacional populista». El apoyo al populismo ha crecido en un contexto marcado por tensiones de todo tipo, como los avances de grupos y partidos que promueven el multiculturalismo y la defensa de nuevos valores (como el medio ambiente o el respeto de los derechos humanos, en especial de minorías), o los períodos de crisis económicas. No obstante que, en un principio, este fenómeno se concentró principalmente en la ultra derecha, tras la gran crisis de 2008 -que comenzó como financiera para transformarse rápidamente en multidimensional o «policrisis»- movimientos y partidos de izquierda radical surgen con fuerza en el sur del continente (especialmente en España y Grecia), presentando elementos populistas. En consecuencia, el fenómeno en Europa que se había caracterizado principalmente con la ultra derecha, comienza a encontrar un desarrollo también en la izquierda del espectro político.
«No obstante que, en un principio, este fenómeno se concentró principalmente en la ultra derecha, tras la gran crisis de 2008 -que comenzó como financiera para transformarse rápidamente en multidimensional o “policrisis”- movimientos y partidos de izquierda radical surgen con fuerza en el sur del continente (especialmente en España y Grecia), presentando elementos populistas».
Sobre sus causas, también ha surgido el debate sobre si es de base cultural o económica. Como lo plantea Dani Rodrik, «¿Son la presidencia de Donald Trump, el Brexit y el surgimiento de partidos políticos nativistas de derecha en Europa continental la consecuencia de una brecha valórica cada vez más profunda entre conservadores sociales y liberales sociales? ¿O reflejan la ansiedad económica y la inseguridad de muchos votantes, alimentadas por crisis financieras, austeridad y globalización?».[23] Dentro de las respuestas dadas a estas interrogantes, Rodrik destaca la propuesta de la reacción cultural de Pippa Norris y Ronald Inglehart en su libro Cultural Backlash and the Rise of Populism: Trump, Brexit, and Authoritarian Populism. En él, argumentan
«que el populismo autoritario es la consecuencia de un cambio generacional en los valores a largo plazo. A medida que las generaciones más jóvenes se han vuelto más ricas, más educadas y más seguras, han adoptado valores “posmaterialistas” que enfatizan el secularismo, la autonomía personal y la diversidad a expensas de la religiosidad, las estructuras familiares tradicionales y la conformidad. Las generaciones mayores se han alienado, convirtiéndose efectivamente en «extraños en su propia tierra». Este proceso, además, se refuerza a sí mismo: el éxito económico en las grandes ciudades valida los valores urbanos, mientras que la autoselección en la migración fuera de las regiones rezagadas aumenta aún más la polarización. Tanto en Europa como en los Estados Unidos, las áreas homogéneas y socialmente conservadoras constituyen la base del apoyo a los populistas nativistas».[24]
Otras respuestas han vinculado el aumento del populismo a las crisis económicas o incluso a los efectos de la penetración de China en las economías desarrolladas.[25] Ejemplos de esto serían los apoyos obtenidos por Trump en sectores actualmente deprimidos o afectados por los productos chinos, o los votos del Frente Nacional en áreas afectadas por la deslocalización de empresas y la baja de la producción nacional. El mismo argumento es usado para explicar el apoyo al Brexit o el auge de AfD en Alemania. Desde otro punto de vista, las medidas de austeridad aplicadas en Europa explicarían el triunfo de Syriza en Grecia y el surgimiento del movimiento de los Indignados en España.
Lo señalado debe entenderse también en un contexto europeo de aumento de la migración, sobre todo a partir de la crisis en Siria y los atentados terroristas. La crisis migratoria de 2015 vino a dar argumento a los partidos contrarios a la llegada de migrantes y defensores de una sociedad nacional «pura». Las resistencias a acoger refugiados y migrantes y a cumplir con las cuotas acordadas con la Comisión muchas veces han sido sostenidas en argumentos racistas y xenófobos. Estos argumentos «nativistas» han estado presentes en los discursos de partidos como el Frente Nacional, la Lega de Salvini o AfD o Pegida en Alemania. No los encontramos en los partidos de izquierda. Por otra parte, se ha considerado también que el problema de la crisis de intermediación política es una de las principales razones detrás del surgimiento del populismo,[26] sumado a casos de corrupción, nepotismo y clientelismo dentro de los partidos tradicionales.
Reflexiones finales
Nos encontramos en una época de cambios e incertidumbre. Esto provoca ansiedad en muchos. La ansiedad puede, en determinado contexto, pasar a molestia y de ahí a ira. En un mundo en que las relaciones sociales y políticas están mutando, donde existe sobreinformación, redes sociales, manejo de datos, crisis y tensiones, los partidos populistas ven el escenario ideal para que sus propuestas enciendan las emociones y se transformen en votos políticos. La mala lectura de las motivaciones de ciudadanos más activos, con nuevas demandas, más exigentes, por parte de una clase política atónita y ensimismada que defiende el orden actual sin autocrítica ni deseos de adaptación a los nuevos tiempos, puede ser el condimento para que este auge populista continúe con los riesgos que ello implica.
«Los populismos oponen el «verdadero pueblo» a las «élites corruptas» que los han traicionado, pretendiendo saber mejor que él cuál es su bien. Y aquí se entra a la necesaria identificación de quién es esa élite deshonesta y traidora. Dependiendo de los populismos esta élite se identificada con la clase política que tradicionalmente ha manejado el poder (partidos que en Europa han gobernado desde las postguerra), la euroburocracia, empresarios, bancos, medios de comunicación, jueces, incluso intelectuales, expertos y académicos».
Estimamos que el populismo puede representar una amenaza a la democracia liberal, en especial cuando en virtud de ese «pueblo bueno» -que excluye a «los otros»- lleva a limitar libertades, derechos de ciudadanos y a atentar contra minorías. Pero también creemos que puede al mismo tiempo implicar oportunidades para reflexionar sobre los defectos del sistema democrático y mejorar los niveles de representatividad. El populismo actual ha movilizado sectores antes apáticos o alejados de la política y ha puesto sobre la mesa temas indispensables como la rendición de cuentas de las autoridades. Por lo tanto, creemos que no se debe cerrar el debate por una defensa del statu quo. No todos los que votan partidos populistas son racistas, radicales o xenófobos. Se debe abordar en profundidad por qué un sector del electorado ve en estos partidos una expresión de su deseos, miedos y resentimientos. Subestimar a esos votantes es un error. En consecuencia, podemos abordar el populismo no solo como «una amenaza de» sino también como «una oportunidad para». La mayor movilización ciudadana y su mayor implicancia en la vida política impone el desafío de repolitizar el debate y efectuar una retrospección al funcionamiento de la democracia liberal, partiendo por los propios partidos políticos, instituciones y mecanismos de representación. ¿Estamos dispuestos?
[1] Anselmi, M. (2018). Populism. An introduction. Routledge Editorial, página 5. Rioux, J.P. (2007) Les populismes. Tempus. Página 7.
[2] Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2019). Populismo. Una breve introducción. Alianza Editorial, S.A., Madrid. Página 13. Muro, D. «¡Dejemos que la gente gobierne! Definiciones y teorías del populismo», https://www.cidob.org/es/articulos/cidob_report/n1_1/dejemos_que_la_gente_gobierne_definiciones_y_teorias_del_populismo, consultado por última vez el 11 de agosto de 2019. Müller, J.W. (2018) Qu’est-ce que le populisme? Définir enfin la menace. Collection Folio Essais, Gallimard. Página 36.
[3] Así, por ejemplo, al preguntarse qué es el populismo, Mario Vargas Llosa sostiene que es «Ante todo, la política irresponsable y demagógica de algunos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero», en Vargas Llosa, A. (ed). (2017). El estallido del populismo. Editorial Planeta. Página 10.vvf
[4] Puhle, H.J. (2003). Zwischen Protest und Politiks-til: Populismus, Neo-Populismus und Demokratie. Páginas 15-43, citado por Müller, J.W. (2018). Qu’est-ce que le populisme? Définir enfin la menace. Página 30.
[5] Mudde y Rovira lo han entendido como «una ideología delgada, que considera a la sociedad dividida básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el “pueblo puro” frente a la “élite corrupta”, y que sostiene que la política debe ser la expresión de la voluntad general (volonté générale) del pueblo». Ibíd. página 33. Anselmi lo define como «una configuración compleja, consolidada y múltiple del poder político basado en la soberanía popular, que ha cambiado con el tiempo junto con los cambios en la política, y que ahora representa un campo independiente de análisis científico». Ibíd, página 2.
[6] Ibíd, página 3.
[7] Asimilable tal vez a los debates suscitados para la definición de «democracia», «terrorismo», «autodeterminación de los pueblos», «facismo», «socialismo», «liberalismo», entre otros.
[8] Reynié, D. (2013). Les nouveaux populismes. Collection Pluriel. Páginas 10-11.
[9] Como ha sido utilizado para denominar tan diversos fenómenos, se le ha calificado de concepto catch-all o mot-valise. «Bolsillo de payaso» o «atrapalotodo» sería en nuestra jerga.
[10] Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2019). Populismo. Una breve introducción. Alianza Editorial, S.A., Madrid. Página 16.
[11] También coincide con esta idea base Jan-Werner Müller aunque con diferencias con Mudde, Rovira y Laclau.
[12] Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2019). Populismo. Una breve introducción. Alianza Editorial, S.A., Madrid. Página 17.
[13] Anselmi, M. (2018). Populism. An Introduction. Routledge Editorial, página 5. Rioux, J.P. (2007) Les Populismes. Tempus. Página 8.
[14] Müller, J.W. (2018) Qu’est-ce que le Populisme? Définir Enfin la Menace. Collection Folio Essais, Gallimard. Página 18.
[15] Reynié, D. (2013). Les Nouveaux Populismes. Collection Pluriel. Página 12.
[16] Anselmi, M. (2018). Populism. An introduction. Routledge Editorial, página 5. Rioux, J.P. (2007) Les Populismes. Tempus. Página 2.
[17] Ver Müller, J.W. (2018) Qu’est-ce que le Populisme? Définir Enfin la Menace. Collection Folio Essais, Gallimard y Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2019). Populismo. Una breve introducción. Alianza Editorial, S.A., Madrid.
[18] Stengel, F.A. & MacDonald, D.B. & Nabers, D. (2019). «Conclusion: Populism, Foreign Policy, and World Politics» en Populism and World Politics, Publisher: Palgrave Macmillan, pp.365-372
[19] Es el enfoque de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Cita de Mudde, C. y Rovira Kaltwasser, C. (2019). Populismo. Una breve introducción. Alianza Editorial, S.A., Madrid. Página 30. Ver también Retamozo, M. (2017) «La teoría del populismo de Ernesto Laclau: una introducción». Estudios Políticos, novena época, núm. 41 (mayo-agosto, 2017): 157-184.
[20] «El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo».
[21] Valadier, P. (2019). «Les populismes et l’appel au “peuple”». en L’Europe et ses populismes. Collection Les Essentiels d’Études. Página 31.
[22] Gove, M. (1 de agosto de 2019). «People in this country have had enough of experts» https://www.ft.com/content/3be49734-29cb-11e6-83e4-abc22d5d108c. Consultado por última vez el 1 de agosto de 2019
[23]Rodrik, D. (9 de julio de 2019). «What’s Driving Populism?», https://www.project-syndicate.org/commentary/economic-and-cultural-explanations-of-right-wing-populism-by-dani-rodrik-2019-07?utm_source=Project+Syndicate+Newsletter&utm_campaign=c160ba5549-sunday_newsletter_14_7_2019&utm_medium=email&utm_term=0_73bad5b7d8-c160ba5549-105715097&mc_cid=c160ba5549&mc_eid=b73fbb52da, 9 de julio de 2019. Consultado por última vez el 29 de julio de 2019
[24] Rodrik, D. «What’s Driving Populism?», Ibíd.
[25] Rodrik, D. «What’s Driving Populism?», link citado, menciona a Dorn, Hanson, and Majlesi.
[26] Anselmi, M. (2018). Populism. An introduction. Routledge Editorial, página 5. Rioux, J.P. (2007) Les Populismes. Tempus. Página 3.