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«Neoliberalismo» y «paleoliberalismo»: Friedman y Hayek en la Sociedad Mont Pèlerin

Reseña: «The Great Persuasion. Reinventing Free Markets since the Depression» de Angus Burgin (2012)

José Díaz-Bahamonde
Profesor Docente Asociado, Instituto de Economía, Pontificia Universidad Católica de Chile

Tras la Gran Depresión de 1929, el liberalismo cayó en desgracia. Este libro relata la historia intelectual de cómo esta corriente de pensamiento se rearticuló de la mano de la Sociedad Mont Pèlerin, un grupo heterogéneo de personalidades (entre ellas Friedman y Hayek) unidos más por lo que no querían («intervencionismo» y «estatismo») que por adherencia a una filosofía en particular. En esta reseña, Díaz-Bahamonde ofrece una analogía atingente a nuestros tiempos: si las ideas son como un virus, necesitan de superpropagadores para expandirse y rigurosidad académica para traspasar barreras ideológicas. Esta última condición, en opinión del autor, el libro lamentablemente no cumple.

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Angus Burgin es PhD en Historia (Harvard) y Profesor Asociado en Johns Hopkins University. El libro que comentamos ha recibido varios galardones, como el Merle Curti Award for Intellectual History (Oganization of American Historians, 2013) y el Joseph J. Spengler Prize «for the best book on the history of economics» (The History of Economics Society, 2013).

 

Burgin usa como hito referencial la proclamación de «el final del laissez-faire» hecha por Keynes en 1933. El objetivo del autor es explicar cómo tras la Gran Depresión y el auge de políticas intervencionistas y keynesianas, se incubó la promoción del libre mercado desde un grupo de intelectuales que acabaría finalmente influyendo en la política pública varias décadas después. Para esto, el autor proporciona un relato fundamentado en una extensa revisión de fuentes inéditas, especialmente correspondencia entre diferentes personajes. En este relato, la configuración e impacto de la Sociedad Mont Pèlerin recibe especial dedicación.

 

El libro de Burgin es una propuesta de historia intelectual del origen y desarrollo de lo que hoy en día sería calificado como «pensamiento neoliberal». En esta historia, Burgin nos muestra los desafíos del momento y las características de diferentes aportes intelectuales. Es un esfuerzo desafiante pues el autor aspira a conducir al lector entre una maraña de hitos y personalidades para dar cuenta de la formación de un renovado pensamiento liberal tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras, en mi opinión, la conducción al lector es muy interesante y bien desarrollada, lo referido a la reformulación del pensamiento liberal no está logrado.

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Un vistazo al libro

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El libro consta de una introducción, seis capítulos, y una conclusión. Cada capítulo está centrado en un tópico referido al objetivo central y puede leerse con alguna independencia de los demás capítulos.

 

El capítulo 1, «Defensa del mercado en tiempo de crisis» presenta las primeras reacciones intelectuales de defensa del libre mercado en los años treinta. Desde diferentes tribunas y con variados énfasis, Friedrich Hayek, Lionel Robbins, Jacob Viner, Frank Knight, Henry Simons plantean los primeros argumentos. El capítulo 2, «Ideas empresariales», se centra en el impacto del libro de Walter Lippmann y la necesidad de articular a los partidarios del libre mercado más allá de las fronteras nacionales. El capítulo 3, «Planificación contra planificación», aborda el impacto de «Camino de Servidumbre» de Hayek y la organización de la primera reunión de la Sociedad Mont Pèlerin. El capítulo 4, «Nuevos conservadurismos», aborda las primeras controversias entre los miembros de la Sociedad. El capítulo 5, «La invención de Milton Friedman», presenta una breve, pero muy adecuada biografía personal e intelectual de Milton Friedman, enfatizando la relevancia de su «Capitalismo y libertad». El capítulo 6, «Capital moral» reflexiona sobre las discusiones en torno al sentido último de la Sociedad Mont Pèlerin.

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«el libro de Burgin es recomendable por las siguientes razones: contiene un buen esquema general de presentación, realiza un notable desarrollo de las biografías de los personajes, incluye oportunamente hitos y figuras poco recordadas en el proceso, y brinda una sugerente exposición de las diferentes controversias entre los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin. No obstante, como proyecto de historia intelectual queda en deuda pues no clarifica bien los conceptos empleados ni termina de explicar adecuadamente el objeto de discusión y su evolución»

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Sin hacer justicia al autor, una visión estilizada de lo tratado en el libro es la siguiente. La magnitud de la Gran Depresión produjo, en términos intelectuales, una profunda crisis en la defensa del capitalismo o economía de libre mercado. Los partidarios de la intervención del Estado en economía se impusieron en el debate debido a lo poco atractivo de la alternativa (no hacer nada en medio de la crisis) o lo inarticulado y poco convincente de los argumentos en contra (Teoría del ciclo con autocorrección). Superada la crisis, la intervención del Estado en economía se fue ampliando por medios directos (producción estatal de bienes y servicios) e indirectos (control de precios). Este fenómeno fue acentuado por la Segunda Guerra Mundial.

 

En este contexto, la aparición de voces críticas a la intervención del Estado y la defensa del mercado lucía descabellada. Y acá Burgin identifica una serie de personajes e hitos que, contra la corriente y con grandes dificultades, insistieron en la defensa del libre mercado. No es sorprendente que tales críticos y sus contribuciones hayan sido calificados peyorativamente y con calificativos poco o nada amables. En este punto, una de las contribuciones del libro de Burgin es, en mi opinión, el reconocimiento de que esta defensa no fue hecha desde una base argumental única ni homogénea, sino que se apoyó en diferentes fundamentos y tradiciones intelectuales. Y estos fundamentos intelectuales, en algunos casos, eran profundamente contradictorios entre sí.

 

Los personajes centrales del relato de Burgin son Friedrich Hayek, Milton Friedman y la Sociedad Mont Pèlerin. El autor explica la evolución intelectual de Hayek y Friedman en sendos capítulos dedicados a cada uno de ellos, mostrando cómo se convirtieron en académicos de prestigio y cuáles eran sus estrategias preferidas para la promoción de sus ideas. Debe reconocerse que, en la presentación de los aspectos biográficos, Burgin está muy bien.

 

Burgin presenta también a otros personajes e hitos cuyo recuerdo, por diferentes razones, se ha inmerecidamente difuminado con el paso del tiempo. Es el caso, por ejemplo, de Walter Lippmann y de Wilhelm Röpke, autores de Inquiry into the Principles of the Good Society (1937) y The Social Crisis of Our Time (1950), respectivamente. Burgin nos llama la atención sobre la relevancia que tuvieron estos trabajos en su momento y cómo, en líneas generales, inspiraron de una u otra manera el desarrollo de otros intelectuales (incluyendo a los mismos Hayek y Friedman).

 

Es interesante notar que ya antes de la Segunda Guerra Mundial hubo un promisorio esfuerzo por recuperar la defensa de los mercados. Uno de estos esfuerzos fue el llamado «Coloquio Lippmann», realizado en Paris en agosto de 1938, precisamente para discutir aspectos del libro de Walter Lippmann. Este esfuerzo de coordinación no culminó en un proyecto de mayor alcance al ser interrumpido por los avatares del conflicto internacional.

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La Sociedad Mont Pèlerin

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Como se dijo, la Sociedad Mont Pèlerin juega un papel central en el relato de Burgin. El autor ubica a Hayek como el principal promotor de la iniciativa y explica detalladamente las dificultades enfrentadas a la hora de llevar adelante esta iniciativa. Hoy en día, cuando no existen grandes facilidades de transporte, de comunicación y de recursos, cuesta dimensionar los problemas para organizar una reunión internacional de esta envergadura en aquel entonces. Baste pensar en los costos del transporte transatlántico. En el libro, Friedman recuerda especialmente este viaje como su primera salida de Estados Unidos.

 

Hayek tuvo la capacidad de obtener financiamiento de diferentes fuentes intentando, a veces sin éxito, asegurar la no interferencia de los financistas en la marcha de la reunión. A la vez, logró convocar a un grupo de personalidades de diferentes profesiones y actividades para esta primera reunión en abril de 1947. Es el inicio de la Sociedad Mont Pèlerin.

 

Burgin detalla bien los desafíos que para los organizadores tenía esta agrupación. El primer desafío era su naturaleza. ¿Qué tipo de asociación debía ser? La respuesta fue muy pragmática. La Sociedad Mont Pèlerin debía constituirse como una entidad a medio camino entre una sociedad académica y una asociación política. Es decir, no es un grupo especializado ni un partido político, sino una reunión de pares unidos por una razón: fe en el poder de las abstracciones filosóficas para instigar el cambio político a largo plazo.

 

Justamente la identificación de las características de ese cambio constituye el segundo desafío. Burgin es insistente en indicar que la razón de ser de la Sociedad Mont Pèlerin no era nada clara. Por cierto, los miembros compartían la oposición a una cierta filosofía social («intervencionismo», «estatismo») y las preguntas que querían abordar. Pero a la vez ellos carecían de una propuesta alternativa bien estructurada y, de hecho, había poco acuerdo sobre cómo construir dicha alternativa. Al respecto, véase líneas adelante las disyuntivas planteadas en la Sociedad.

 

Un tercer desafío era la convocatoria o la membresía. ¿Debía la Sociedad ser un grupo de élite o apuntar a la masividad? En la práctica era difícil imponer restricciones de acceso y el número de miembros fue en aumento. En la primera reunión realizada en 1947, la Sociedad sólo contaba con 39 miembros. En 1951 ese número había aumentado a 167 y para 1961 ya había alcanzado los 258. Esto puede parecer positivo al sumar nuevas voces, pero en la práctica se reconoció como un problema al afectar la calidad de las discusiones y la posibilidad de generar vínculos entre los miembros. Friedman planteó que «no era posible mantener el tipo de debate personal e informal que tanto contribuyó a que la primera reunión fuera memorable». Muchos de los miembros iniciales dejaron de participar en las reuniones siguientes.

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«Resulta muy decepcionante que no haya en el libro ninguna mención al problema de la distribución del ingreso. Conociendo el nivel académico de los nombres involucrados, la discusión referida a la intervención en los mercados, y el escepticismo de varios miembros de la Sociedad con respecto a la democracia, es curioso que no se abordaran las implicaciones distributivas de regímenes económicos alternativos»

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A propósito del aumento de socios, un aspecto destacado por Burgin es el cambio en la orientación de la discusión al interior de la Sociedad Mont Pèlerin con el paso del tiempo. Este cambio obedecería a su vez al cambio en la composición de los miembros de la Sociedad. A medida que los economistas se convirtieron en el grupo predominante, las discusiones se concentraron en temas más técnicos y se postergaron aquellas cuestiones filosóficas que estaban en el origen de la Sociedad.

 

Un cuarto desafío era la estrategia de comunicación. ¿Cómo transmitir los debates de la Sociedad al mundo? Hayek era partidario de mantener cierto tono académico, lo que predominó en una primera etapa de la Sociedad Mont Pèlerin. Friedman, en cambio, era proclive a la comunicación llana y directa de las ideas, y de destacar las implicaciones de las propuestas en la vida cotidiana de las personas.

 

Habiendo dicho lo anterior, resulta paradojal que tanto Hayek como Friedman consideraran la opción de dar por terminada la existencia de la Sociedad Mont Pèlerin. Ello pues consideraban que la tarea de la Sociedad, agrupar personalidades proclives al «laissez-faire», potenciar vínculos entre ellos, e impactar en la sociedad, ya se había logrado. De hecho, más allá de las diferencias entre los miembros de la Sociedad, la red de conexiones creadas entre ellos fue muy robusta y perduraría en el tiempo.

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Disyuntivas y paradojas

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Burgin logra retratar de manera adecuada que, a pesar de que los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin compartían una motivación común, había importantes diferencias de opinión entre ellos. Esto es particularmente notorio en tres disyuntivas reflejadas en las discusiones de la Sociedad: la del régimen económico, la del papel de los valores, y la de la relación con la democracia.

 

La primera disyuntiva es qué tipo de régimen u orden económico se ha de promover. En términos de Wilhelm Röpke, estaban los partidarios del «paleoliberalismo», que buscarían restablecer políticas económicas de laissez-faire tipo siglo XIX, y los del «neoliberalismo», partidarios de soluciones menos rígidas a los problemas sociales contemporáneos.  A modo de ilustración, entre los primeros, estarían los miembros de la Escuela Austriaca de Economía y, entre los segundos, los miembros de la Escuela de Chicago. En el fondo, el problema en discusión era si el libre mercado puede producir un resultado perjudicial, por ejemplo, un poder monopólico. Si esto fuese así, surge la pregunta si es posible mejorar los resultados obtenidos en dicho mercado por medio de una intervención.

 

La segunda disyuntiva se refiere al fundamento tras la promoción del libre mercado. Mientras algunos sostenían que lo relevante era asegurar la posibilidad de los intercambios libres, otros planteaban que lo relevante era definir un orden ético o una finalidad mayor. Para éstos, se valora la libertad, pero importan los valores colectivos. Dicho de otra manera, la forma de salvar al «capitalismo» sería proporcionando una finalidad éticamente sostenible a los mercados. Acá la fisura se da entre un grupo de miembros que se puede calificar de «moralmente neutro» (en lo tocante al resultado del funcionamiento de los mercados) y otro denominado «conservadores morales» o «tradicionalistas» (importan ciertos valores que encaucen el funcionamiento de los mercados). Algunos representantes de este último grupo consideran que el resultado proporcionado por los mercados es sólo una señal más de una decadencia mayor en el ámbito moral. Pero en tal caso, sería necesario restringir la lógica del mercado para evitar daños en la ética, la religión, la agricultura o las artes.

 

La tercera disyuntiva es entre libre mercado y democracia. Varios miembros de la Sociedad Mont Pèlerin plantearon su escepticismo respecto a la posibilidad de la coexistencia de un orden «capitalista» con un régimen político democrático. Esto pues, bajo ciertas condiciones, en un régimen de mayorías podrían adoptarse más fácilmente políticas que intervengan en el funcionamiento de los mercados. De ser así, resultaría razonable reducir o restringir el derecho de voto o imponer reglas más exigentes a la hora de resolver estas materias. En la reunión de 1956, John MacCallum Scott, Secretario General de la Internacional Liberal, citó a Edmund Burke: «También la libertad debe ser limitada para poder ser poseída».

 

Las tres disyuntivas no fueron resueltas de manera definitiva. Para desacreditar a la Sociedad, los críticos, según Burgin, usan las posiciones más extremas en cada disyuntiva para dar una imagen de extremismo liberal antidemocrático. Pero esto omite mencionar que hay mucha más discusión que acuerdo al interior de la Sociedad Mont Pèlerin.

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Problemas

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El lector del libro encontrará en él una serie de aportes, pero en mi opinión, también presenta problemas que dificultan la comprensión del mensaje final del autor.

 

En primer lugar, pese a aspirar a ser una historia intelectual, el libro carece en realidad de un hilo conductor en esa dimensión y parece una suma de hitos y anécdotas. El texto comienza con la crítica al «capitalismo» y el germen de su defensa, y termina con la crisis de 2008 y una nueva etapa de escepticismo con la capacidad de los mercados. Pero no resulta clara cuál es la diferencia teórica entre lo propuesto en 1930 y en 2008. ¿O es simplemente el mismo «capitalismo»? Acá habría sido útil un resumen de los cambios identificados por el autor.

 

En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, las fechas usadas como referencia, y especialmente de término, no están justificadas. ¿Por qué un salto temporal desde los años ochenta del siglo 20, cuando se discute la contribución de Friedman, hasta la primera gran crisis del siglo 21? De hecho, el análisis de la Sociedad Mont Pèlerin en ese período es inexistente.

 

En tercer lugar, a lo largo del libro se usan diferentes conceptos sin precisar su significado o el sentido en el que se emplean. Por ejemplo, reiteradamente se habla de laissez faire, «libre mercado», «capitalismo», «capitalismo manchesteriano», «paradigma abstracto del homo economicus» como un objeto de discusión o como un proyecto a promover. Pero no es claro cuándo se habla de un «capitalismo salvaje» (total libre mercado sin ninguna intervención del Estado) y cuando de una «economía de libre empresa» (mercados por defecto, pero sujetos a regulación). Algo semejante sucede con el uso de los términos «liberal», «economistas conservadores» y «economistas reaccionarios». Una explicación de este problema es que Burgin se apoya en citas textuales provenientes de diferentes textos publicados y de cartas personales. Los conceptos, entonces, tienen diferentes interpretaciones según el testimonio consultado. Estas diferencias afectan especialmente la exposición de la discusión entre los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin.

 

En cuarto lugar, una parte del libro raya en la indiscreción. Es aquella referida al conflicto al interior de la Sociedad Mont Pèlerin por la presencia de Albert Hunold. Sin entrar en detalles, Hunold fue secretario de la Sociedad Mont Pèlerin y su presencia se volvió incómoda tanto por su postura política como por su forma de llevar adelante la administración de los recursos de la Sociedad. Hubo partidarios y detractores de la salida de Hunold, con serias amenazas de renuncia a la Sociedad. Es, de todas maneras y hay que reconocerlo, una parte muy entretenida que ilustra la problemática más doméstica en la administración de una organización compleja.

 

Finalmente, resulta muy decepcionante que no haya en el libro ninguna mención al problema de la distribución del ingreso. Conociendo el nivel académico de los nombres involucrados, la discusión referida a la intervención en los mercados, y el escepticismo de varios miembros de la Sociedad con respecto a la democracia, es curioso que no se abordaran las implicaciones distributivas de regímenes económicos alternativos. Una razón del «estatismo», superadas tanto la crisis de los treinta como la Segunda Guerra Mundial, fue la implementación de políticas de bienestar. Esto es central en cualquier discusión que pretenda defender el «capitalismo». Mi conjetura es que el autor lamentablemente omitió este tema para no extender más el libro.

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Impresiones finales

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En resumen, el libro de Burgin es recomendable por las siguientes razones: contiene un buen esquema general de presentación, realiza un notable desarrollo de las biografías de los personajes, incluye oportunamente hitos y figuras poco recordadas en el proceso, y brinda una sugerente exposición de las diferentes controversias entre los miembros de la Sociedad Mont Pèlerin. No obstante, como proyecto de historia intelectual queda en deuda pues no clarifica bien los conceptos empleados ni termina de explicar adecuadamente el objeto de discusión y su evolución.

 

Pero más allá del objetivo del libro, ¿qué lecciones se pueden extraer de la experiencia relatada? En mi opinión hay dos mensajes claves. El primero de estos mensajes es que es muy importante el rigor académico. Dicho de otra manera, para impactar en la opinión pública hay que hablar desde el conocimiento. Convencer a otros de que están equivocados requiere encontrarse en un terreno no ideológico. Es lo que practicaron Hayek y Friedman aunque por distintas vías.

 

El segundo mensaje es que el predominio de nuevas ideas no es resultado de la generación espontánea. Es un proceso lento que en su diseminación se parece a la forma de operar de un virus. Hay un punto de partida, pero se requieren superpropagadores para alcanzar una mayor cobertura en la población. Quienes pretendan cambiar la opinión pública en cualquier sentido deben ser conscientes de ambos mensajes.