Iniciar sesión

Si ya eres usuario registrado ingresa tu e-mail y contraseña.

Ideas sobre el feminismo africano

Chimamanda Ngozi Adichie.

Isabel Aninat
Abogada PUC, LL.M Columbia University. Investigadora del Centro de Estudios Públicos. Á - N.2

Una visión particular del feminismo se manifiesta en las novelas y ensayos de Adichie, la famosa escritora nigeriana. Su experiencia local y su inconformista tendencia a la reflexión producen un feminismo caracterizado una valoración de lo diverso, el humor y la tolerancia. Cada vez más leída en el mundo, Adichie no sólo lucha contra los estereotipos occidentales sobre la vida africana sino además contra los prejuicios sociales de su propia cultura

 

En su discurso del Premio Nobel, Mario Vargas Llosa alaba la literatura por su capacidad de tender puentes entre personas distintas, uniéndolas más allá de las fronteras, por debajo de aquello que los separa -las lenguas, las creencias, los usos y costumbres-. La literatura, dice, permite crear una fraternidad dentro de la diversidad. [1]

 

Las novelas y cuentos de Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana (1977), tienden esos puentes. Desde lo femenino y lo africano, pero, por sobre todo, desde la interacción entre ambos. Por cierto, no como fenómenos aislados o estáticos. Las mujeres protagonistas se abren caminos en mundos desconocidos: otros pueblos, otros continentes, ambientes tradicionalmente ocupados por hombres. Al mismo tiempo, el contexto también va mutando. Son historias ligadas a una Nigeria de los siglos XX y XXI que va cambiando política, económica y culturalmente.

 

Adichie, cuyas novelas han sido premiadas internacionalmente, alcanzó la fama mundial por su ensayo Todos debiéramos ser feministas, transformado en charla Ted Talk (2012) y luego recogido por la cantante Beyoncé en la canción «Flawless» (2013), video que cuenta con casi 80 millones de visitas en Youtube. Beyoncé canta al inicio de la canción: I know when you were little girls/ You dreamt of being in my world/ Don’t forget it, don’t forget it/ Respect that, bow down bitches/ I took some time to live my life/ But don’t think I’m just his little wife/ Don’t get it twisted, get it twisted/ This my shit, bow down bitches.[2] Feminismo pop en su máximo esplendor.

 

El ensayo feminista ilustra, con anécdotas y con humor, las injusticias a las que se enfrentan las mujeres desde los primeros años, la manera como hombres y mujeres son educados distintos en el amor, en el trabajo, en la vida social. En Nigeria y también en el mundo entero, tendiendo un puente universal entre situaciones locales. Habla de mujeres a las que desde pequeñas se les ha enseñado a silenciarse, a no decir lo que piensan, a hacer del fingimiento un arte. El problema del género, dice Adichie, son las expectativas que impone.

 

Ese fingimiento se extiende también a la sexualidad. Adichie se refiere a las diferencias en la vida sexual entre hombres y mujeres. A las niñas se les enseña que no pueden ser seres sexuales de la misma forma que a los niños. La virginidad se valora para ellas, no para ellos. La búsqueda de identidad sexual, evidentemente, no se vive de la misma manera.

 

Esta diferenciación no parece ser única de Nigeria. En 2017 se llevó a cabo una encuesta acerca de la sexualidad de los chilenos y llama la atención la diferencia entre el número de parejas sexuales declaradas: 8,4 en promedio en el caso de los hombres y 3,2 en promedio para las mujeres. En Chile, al igual que otros países, los hombres tienden a exagerar ese número, mientras que las mujeres lo subestiman. Ello ocurre por las diferencias que tienden a darse entre hombres y mujeres al momento de recordar, pero también por la forma en que se pregunta sobre sexo en las encuestas.[3]

Feminista: terrorista
En su ensayo Adichie cuenta que la primera vez que la tacharon de feminista, a los catorce años, se dio cuenta que no era un cumplido, sino que tenía un tono similar al de la acusación de terrorista. Años después, convertida en escritora, le aconsejaron que no se presentara como feminista puesto que éstas son mujeres infelices que no pueden encontrar marido. Se definió entonces como una feminista feliz. Pero luego tuvo que volver a calificarlo, ahora como feminista feliz africana, dado que le advirtieron que el feminismo era antiafricano al provenir de textos occidentales. Cuando le señalaron que el ser feminista significada que odiaba a los hombres terminó por definirse como una feminista feliz africana que no odia a los hombres, y a quien le gusta llevar pintalabios y tacones altos para sí misma y no para los hombres.

 

«Ya convertida en escritora, me aconsejaron que no me presentara como feminista puesto que éstas son mujeres infelices que no pueden encontrar marido».

 

Los cuentos y las novelas de Adichie muestran que ser feminista no tiene que ver con esas connotaciones negativas. Es un asunto de justicia. En sus libros, el machismo aparece en distintas circunstancias. Hay niñas y mujeres que sufren bajo hombres abusadores pero también bajo contextos sociales machistas. En La flor púrpura (2003) la madre de Kambili es víctima de los violentos abusos de su marido. Un católico fanático que golpea a su mujer hasta inducirle repetidamente abortos y que quema con agua hirviendo los pies de sus niños, al mismo tiempo que es reconocido públicamente por su defensa de los derechos humanos. Un personaje complejo, una contradicción perturbadora. La madre ni siquiera llega a tener un nombre propio. Kambili, quinceañera y también víctima de la violencia, comienza a conocer las posibilidades de un ambiente respetuoso y amable de la mano de su tía Ifeoma.

 

En Medio Sol Amarillo (2006) las mellizas Olanna y Kainene vienen de un mundo privilegiado, pero sus padres las ofrecen como carnada (a Olanna, reconocida por su belleza) o son tratadas como hombres (a Kainene, por sus habilidades empresariales). Con el beneplácito de sus padres, a la espera de la firma de un contrato comercial, Olanna tiene que soportar los avances del jefe Okonji. Sobre Kainene, quien se hace cargo de parte de los negocios familiares, su padre se enorgullece frente a potenciales socios señalando que tener dos hijas no ha sido una maldición, puesto que ella es tan hábil que vale por dos hombres.

 

En las novelas hay hombres protagonistas, pero son las mujeres las que destacan. En distintas circunstancias, todas logran abrirse paso y definir sus destinos. Kambili en el cambio de un pueblo a otro, Olanna y Kainene en medio de la guerra. En Americanah (2013), la protagonista Ifemelu forja su identidad propia en el cambio de país al irse a Estados Unidos. Y no debe ser casualidad que, en las tres novelas, y en las cuatro mujeres protagonistas, la educación, especialmente la universitaria, es una constante. Kambili es una alumna sobresaliente en el colegio, Olanna se traslada a otra ciudad para ser profesora universitaria de sociología, Kainene ha terminado sus estudios antes de abocarse a los negocios. La historia de Ifemelu es una historia de amor, pero, por sobre todo, es la de una joven que aspira a ser universitaria y termina estudiando en Filadelfia y luego con una beca en Princeton. Incluso hay personajes femeninos secundarios que son mujeres profesionales —la tía Ifeoma en La Flor Púrpura, la tía Uju en Americanah—, que inspiran e impulsan a las protagonistas. Al enterarse de la muerte de la madre de su amor de juventud Obinze, profesora universitaria, Ifemelu escribe que ella fue la única adulta que tomó en cuenta sus opiniones.

En las peluquerías
Pero las novelas de Adichie no tratan únicamente sobre género. Son más complejas que ello. No son puramente novelas feministas, a pesar de que el género se convierte en un sustrato común. Por supuesto, no es la primera vez que la búsqueda de la propia identidad se narra desde el punto de vista de una mujer. Pero, lo interesante de Adichie es que, en la tensión literaria entre lo universal y lo particular, logra unir esos procesos de búsqueda de identidad universales con cuestiones culturales muy locales.

 

En otra charla TED Talk, «The danger of a single story»,[4] Adichie alude a la necesidad de diversidad en la ficción. Lectora desde pequeña de libros anglosajones que le abrieron nuevos mundos y le expandieron horizontes, la escritora cuenta que no lograba identificarse del todo con los personajes y sus experiencias. Eran protagonistas rubios y de ojos azules que comían manzanas, jugaban en la nieve y conversaban sobre el clima. Fue con las novelas africanas que se dio cuenta que vidas como la de ella también podían existir en la literatura.

 

Quizás por lo mismo es que en Americanah, la preocupación por el pelo y los peinados no sólo dan inicio a la novela, sino que vuelven recurrentemente. Lo mismo ocurre en Algo alrededor de tu cuello, su colección de cuentos. Las peluquerías son lugares de conversación sobre el destino de África, el proceso de trenzar tiene algo de ritual, los fuertes dolores que infringe el alisado químico, la decisión de dejarse el pelo al natural y lucir el afro, con los prejuicios que ello implica. Nada de ello, que ocupa buena parte de la vida de las mujeres nigerianas, se narra en las historias europeas que Adichie había leído en su infancia.

 

«Las peluquerías son lugares de conversación sobre el destino de África, el proceso de trenzar tiene algo de ritual, los fuertes dolores que infringe el alisado químico, la decisión de dejarse el pelo al natural y lucir el afro, con los prejuicios que ello implica».

 

Es interesante que los libros de Adichie han sido criticados precisamente por no ser auténticamente africanos. Según relata en su charla, un profesor estadounidense criticó su obra porque los personajes se parecían demasiado a él, un hombre educado de clase media. Muchos de los personajes son profesionales de una clase media emergente nigeriana, que no viven en la extrema pobreza ni están amenazados por la hambruna. Pero pareciera que el riesgo de la historia única que Adichie identifica para la literatura anglosajona podría aplicarse también a las novelas africanas. El deseo de que tuvieran lugar en situaciones dramáticas de guerras, genocidios, hambre y naciones fallidas, como si éstas fueran los únicos contextos africanos posibles, los únicos que caben en el estereotipo occidental, que de alguna forma necesita que en la lejanía existan el hambre, el horror, la barbarie, para reafirmar la superioridad de su mundo.

 

El peligro de la historia única, dice Adichie, es que crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino incompletos. Convierten una sola historia en la única historia.

 

Tina Fey, actriz y comediante estadounidense, cuenta que en el equipo del programa de humor Saturday Night Live existe la práctica de que todos los guionistas presentan, en igualdad de condiciones en una reunión grupal, sus ideas para el programa, y dependiendo de su éxito (medido en risas), se deciden las rutinas que saldrán al aire. A medida que más mujeres fueron integrándose al equipo se dieron cuenta que ellas se reían de chistes que los hombres no parecían encontrar divertidos. Nunca había existido una censura ni una cortapisa institucional a las propuestas de las mujeres, pero para los guionistas hombres era difícil reírse de rutinas sobre la menstruación. Fue la diversidad la que permitió ampliar las miradas y, de paso, las audiencias.[5]

 

Las novelas de Adichie me llevan a pensar en algo similar: volver la atención sobre la diversidad de las novelas que leemos. Quizás en ciertos casos podamos identificarnos plenamente con los personajes. En otros, descubriremos mundos, comidas, peinados o experiencias completamente distintas a los nuestros. Es en la combinación de ambos que comprenderemos que hay situaciones similares pero que no experimentamos del todo igual. Por la lengua, por la cultura, por el idioma, por el género. La literatura nos permite derrumbar prejuicios y deslumbrarnos ante las complejidades del ser humano.

 

Mario Vargas Llosa, quien en su discurso Nobel no alude a escritoras mujeres dentro de sus referentes literarios, dice que «seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría».[6] Leer las novelas y cuentos de Chimamanda Ngozi Adichie así lo confirman.

 

[1] Vargas Llosa, M. (2010). «Elogio de la lectura y la ficción. Discurso Nobel». Estudios Públicos, 120 (primavera), página 232.

 

[2] Sé que cuando ustedes eran niñas pequeñas/ Soñaban con estar en mi mundo/ No lo olviden, no lo olviden/ Respeten eso, inclínense ante mí, perras/ Me tomé algún tiempo en vivir mi vida/ Pero no piensen que sólo soy su pequeña esposa/ No lo entiendan mal, no lo entiendan mal/ Esta es mi mierda, inclínense ante mí, perras (traducción propia).

 

[3] Ver González, R. (2017). «Sexo, mentiras y encuestas». Disponible en http://lasituacion.cl/2017/11/02/sexo-mentiras-y-encuestas/

 

[4] Adichie, C.N. (2009). «The danger of a single story», disponible en https://www.ted.com/talks/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story

 

[5] Letterman, D. (2018). My next guest needs no introduction. Capítulo 5: Tina Fey. Netflix.

 

[6] Vargas Llosa, M. (2010). «Elogio de la lectura y la ficción. Discurso Nobel». Estudios Públicos, 120 (primavera), página 231.