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Ayaan Hirsi Ali

«No se puede respetar las culturas ni las tradiciones que violan los derechos humanos»

Sofía García-Huidobro
Periodista Fotografías por: Pablo Izquierdo Santiago, Chile Á - N.2

La escritora y activista somalí Ayaan Hirsi Ali es respetada y detestada dependiendo desde donde se le juzgue. El liberalismo destaca su osadía y rigor intelectual al mismo tiempo que el mundo islámico la acusa de diseminar un discurso de odio e intolerancia. Habiendo sufrido personalmente los fustigamientos del fundamentalismo, está dispuesta a asumir los costos que implica sostener una visión crítica y categórica.

 

Su modo de hablar calmo y su aspecto pulcro hacen que el sarcasmo con el que se expresa resulte sorpresivo, y que sus respuestas —alejadas de lo políticamente correcto— adquieran una profundidad poco común. La historia personal de Hirsi Ali la ha registrado en libros autobiográficos Mi vida, mi libertad,[1] Nómada[2] y Reformemos el Islam,[3] en los que cuenta su infancia en África y su posterior huida a Holanda.
Actualmente es una de las principales voces críticas del Islam, condenando costumbres como la ablación o mutilación genital femenina, práctica que ella misma sufrió por decisión de su abuela cuando tenía apenas cinco años.
Ayaan nació en Somalía hace casi 50 años, y formó parte de familia islámica de la tribu Daro. Su padre fue un importante opositor al régimen del dictador Mohamed Siad Barre, por lo que ella y su familia tuvieron que huir de ese país y transitar durante años por Arabia Saudita, Etiopía y Kenia.
En una de las escuelas a las que asistió, Ayaan aprendió inglés, lo que le permitió acercarse a la literatura occidental pero en paralelo pasó por una fase adolescente sumamente apegada a las enseñanzas del Corán, en la cual incluso fue cercana a los Hermanos Musulmanes y vistió de acuerdo a los estrictos códigos del hiyab. Ante la imposición de contraer matrimonio con un primo lejano que vivía en Canadá, la joven, de entonces 20 años, aprovechó una escala en Alemania y escapó hacia Holanda donde pidió asilo político. Allí estudió ciencias políticas en la Universidad de Leiden, trabajó como traductora y realizó labores de servicio social. Hirsi Ali abandonó definitivamente el Islam, se convirtió en apóstata, y comenzó a publicar duras columnas de opinión que aludían a su antigua religión y que le costaron amenazas de muerte.
También se acercó al Partido Popular por Libertad y Democracia (VVD), partido liberal de derecha, por el cual fue elegida diputada en enero de 2003. Al año siguiente colaboró en la realización de un cortometraje, junto al realizador Theo van Gogh, que trataba sobre la opresión de las mujeres bajo el Islam. La cinta no solo provocó polémicas y amenazas: Van Gogh fue asesinado ese mismo año por un extremista islámico y en su cuerpo clavaron una nota amenazando de muerte a Ayaan. La política pasó a ser enemiga pública del mundo islámico y desde entonces debe funcionar con un estricto sistema de seguridad. El año 2006 una ministra holandesa la acusó de haber obtenido su nacionalidad de manera irregular, y luego de un gran escándalo mediático, Hirsi Ali decidió dejar el parlamento y trasladarse a vivir a Estados Unidos para trabajar en el think tank American Enterprise Institute.
Fundó la AHA Foundation, organización sin fines de lucro que se dedica a la defensa de los derechos de las mujeres y que tiene sede en Nueva York. Actualmente pasa la mayoría de su tiempo en el estado de California, donde vive junto a su marido, el historiador inglés Niall Ferguson, y sus dos hijos. También se mantiene viajando, dando charlas y publicando artículos, que muchas veces generan controversia. Ayaan Hirsi Ali se desplaza por el mundo con un par de guardaespaldas, que financia de su propio bolsillo, pero al mismo transmite un coraje que parece inmune a cualquier tipo de amenazas.
El pasado mes de enero estuvo en Chile como invitada a dictar una charla organizada por la plataforma La Otra Mirada. Entre varias actividades, la expolítica visitó La Moneda para reunirse con la primera dama, Cecilia Morel, y compartió un desayuno con el científico Richard Dawkins, autor de El gen egoísta y El espejismo de Dios, reconocido evolucionista y enemigo acérrimo de toda religión. En ese encuentro Hirsi Ali, también atea y además feminista, se refirió a cómo la corrección política o hipersensibilidad -usó la expresión feely people- está entorpeciendo el legítimo debate de las ideas por temor a las acusaciones de racismo, discriminación, o, como en su caso, de islamofobia. Apasionada y apacible a la vez, Hirsi Ali en cambio, no se blinda en eufemismos.
 

-¿Existe un feminismo islámico o esa combinación de palabras representa una contradicción en sí misma?
-Empecemos preguntándonos sobre el significado de la palabra feminismo. De la manera en que yo lo entiendo, es el principio que sostiene que hombres y mujeres somos iguales ante la ley y obviamente eso no garantiza iguales resultados pero al menos sí igualdad de oportunidades. Puedes ser un hombre o una mujer musulmana y aspirar a esa igualdad de género pero si sigues la sharia, o ley islámica, se plantea una contradicción vital. A mi parecer es: feminismo o sharia.
-Sin embargo algunas feministas islámicas sostienen que en el Corán también se encuentra la idea de igualdad entre hombres y mujeres.
-El Corán es muy claro en eso. Si lo lees -con los ojos abiertos- en el capítulo 4, verso 34, hay  una declaración que plantea que el hombre debe hacerse cargo de la manutención de la mujer a cambio de total sometimiento por parte de ella. «Pero aquellas cuya rebeldía temáis, amonestadlas, no os acostéis con ellas, pegadles». ¿Acaso eso suena como declaración de igualdad? En materia de divorcio el Corán sostiene que un hombre puede divorciarse de su mujer solo diciéndolo en voz alta tres veces, y puede tener hasta cuatro esposas. En cambio una mujer para divorciarse debe acudir a una corte y probar que su marido es impotente, infértil o que no se está haciendo cargo de ella. El testimonio de una mujer ante la justicia tiene la mitad de valor legal que el del hombre, y así. La doctrina religiosa es muy clara al establecer la inferioridad de la mujer ante la ley. Ahora, si estas mujeres quieren validar el Corán como su libro religioso y al mismo tiempo aspiran a mejorar su posición en la sociedad, creo que eso es algo bueno. Pero desde la perspectiva académica no es correcto decir que el Corán protege de ninguna manera los derechos de la mujer.

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-A propósito de las discusiones que se han dado en Europa en torno a la libertad religiosa y el uso de prendas islámicas como la burka o el burkini, ¿cómo puede convivir el respeto multicultural con la defensa de los derechos humanos?
 Creo que si se trata de proteger los derechos humanos, no se puede respetar las culturas ni las tradiciones que los violan. Tomando el ejemplo del burkini o hijab, hay que pensar en el principio en el cual se basa su uso: «Si un hombre mira un cuerpo femenino puede excitarse y de ser así podría no controlarse y atacarla». Entonces la única manera de proteger a las mujeres sería tapándolas, no tapando a los hombres ni enseñándoles a ellos a comportarse y ser civilizados. En algunos casos es tan extremo que ni siquiera basta con taparles el cuerpo, sino que además las mujeres deben estar confinadas en sus casas. Si lo piensas así, creo que como mujer debieras sentirte enojada y ofendida. Y vas a exigir que sean los hombres quienes se eduquen en el respeto, y no las mujeres las que deban restringir su libertad de movimiento. Si el feminismo consiste en lograr igualdad de género, cualquier norma que se acoja a la sharia no va a en esa dirección. Es una pérdida de tiempo negarlo, más fructífero es discutirlo.

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-¿Y qué opinas de aquellos que sostienen que se ha usado el feminismo en su versión «buenista» como pretexto para ocultar lo que realmente es xenofobia y racismo?
-No me lo compro. He vivido en Europa, conozco gente que dice que no quiere ver a las mujeres sometidas a un trato de segunda categoría, y les creo. En Holanda vi maestros y trabajadores sociales, que no eran xenófobos bajo ningún aspecto, pero que tenían que lidiar con la violencia doméstica proveniente de hogares islámicos. Les tocaba atender mujeres golpeadas por sus maridos por haberse «occidentalizado» demasiado o  jóvenes sufriendo severos castigos. También he visto cómo algunas niñas inducen a otras a usar la hiyab, y los adultos responsables de evitar ese tipo de presiones, terminan siendo tildados de xenofóbicos. Eso es manipular la realidad y es muy injusto. No niego que exista xenofobia, pero cuando miras los lugares donde la extrema derecha ha crecido te das cuenta que ahí tampoco hay preocupación por los derechos de las mujeres islámicas, ni de ninguna otra mujer. Ellos viven en sus pequeños mundos teniendo existencias xenofóbicas y no participan de estos debates, no tienen ni la menor conexión con la defensa de la igualdad de género.

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-Eres una gran defensora de los valores de las sociedades occidentales, ¿cómo te explicas que tantos jóvenes, incluso muchos de ellos nacidos en Europa, estén dispuestos a perpetrar ataques terroristas en nombre de Alá? ¿De dónde proviene ese descontento?
-No creo que esas personas estén descontentas, sino que han sido adoctrinadas. Las sociedades europeas han permitido que funcionen las máquinas de adoctrinamiento como el Dawwa, que es la acción de predicar el Islam. Han permitido que vengan personas de países como Qatar, Arabia Saudita y Egipto, y se instalen montando centros islámicos, colegios y madrazas. Entonces hay segundas generaciones que se sienten un tanto desafectadas, y que son manipuladas y adoctrinadas para rechazar los valores occidentales y adoptar ideas islámicas.

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-Pero que estas células extremistas hayan logrado penetrar de manera tan efectiva, ¿no implica que debe existir una crisis que genere ese espacio? 
-Cuando tienes una sociedad abierta se asume que los ciudadanos independientes pueden hacerse cargo de sus vidas con una mínima intervención del Estado, y algunos inmigrantes, o sus hijos, forman parte de una alta tasa de deserción escolar. Si dejas el colegio te va a costar encontrar o mantener un empleo, entonces muchos jóvenes en Europa sienten que no pertenecen a las sociedades de las cuales sus padres huyeron pero tampoco sienten que sus vidas estén mejorando en las sociedades en las que viven, debido a factores socioculturales. Entonces aparecen los fundamentalistas islámicos e implantan en estos jóvenes sus malas ideas. Es la situación que se vive en Francia, Alemania, en los Países Bajos o en Suecia, donde comunidades enteras están físicamente en el país pero virtualmente sus mentes y creencias están en otro lugar.

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-Sociedades disociadas.
-Así es. Como el ataque de París de 2015 donde 130 personas perdieron la vida. Cuando fueron descubriendo a los distintos perpetradores del atentado se descubrió ese perfil de individuos que nacieron y crecieron en Europa, que no terminaron el colegio, que sintieron que no pertenecían, y a quienes de alguna manera el Islam radicalizado encontró, o viceversa. Entonces empezaron a querer matar a los propios miembros de sus sociedades. Europa todavía está tratando de batallar con esta realidad pero hay un tabú.

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-Esa batalla no puede ser tan solo policial, tiene que pasar por la educación. ¿No?
-Exactamente. Los gobiernos lo manejan como un asunto de seguridad, de policías, fuerzas policiales y vigilancia. Pero eso es reactivo y el punto es cómo evitas que estos niños y jóvenes sean adoctrinados.

El actual mundo islámico

 

-¿Te sientes ofendida cuando eres tildada de islamófoba?
-No, porque entiendo exactamente cuál es la intención: «Queremos que dejes de criticar el Islam y para eso haremos que la gente que te escucha te considere un elemento extremo». Fobia significa un miedo irracional y de esa manera el mensaje que uno emita pasaría a ser irracional. El mensaje es: «O dejas de dar el mensaje, o la gente dejará de escucharte, o ambas». No les ha funcionado conmigo pero en otras personas sí ha servido para silenciar críticas, para invalidarlas o para quitarles oyentes.

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-¿Cómo te relacionas con tu pasado? ¿Mantienes algunas de las enseñanzas que recibiste de tu familia?
-Algunas sí. Vivo en Occidente desde 1992 pero me crié en una cultura donde uno obedecía y respetaba a sus mayores sin mayor cuestionamiento. Eso todavía lo valoro. Por ejemplo a mi suegra le hago caso, y no porque no tenga otra alternativa, sino porque valoro su experiencia. Respeto a los mayores.
-El Islam además de ser una religión es una ideología política.  Así lo has planteado innumerables veces; ¿las reformas que planteas pueden ejecutarse en la esfera política sin interferir en la religión?
-La palabra Islam significa literalmente sumisión. Puedes someterte a la voluntad de Alá en términos religiosos, que fue lo que buscó Mahoma a través de la oración cinco veces al día y de  distintos ritos que cualquier religión puede contemplar. Pero hay un lado político, que es una filosofía y un marco teórico acerca de cómo las sociedades deben organizarse, y yo me opongo a eso, me opongo a la ley islámica. En la práctica sucede en países como Arabia Saudita, Irán o Pakistán, de manera parcial.

 

«En Asia se usa tecnología para determinar el sexo de los bebés en gestación y abortar a las mujeres. Entonces se trata de un asunto de vida o muerte. En países musulmanes siguen existiendo los matrimonios forzados, mutilación genital, matrimonios infantiles, eso es sufrimiento humano. ¿No debiera el feminismo preocuparse de eso?»

 

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-Donde la gente es juzgada no solo por sus crímenes sino también por sus pecados.

-Exacto, son teocracias. Creo que nos cuesta entender que así como no permitiríamos una teocracia que se instale en el nombre del cristianismo, tampoco podemos tolerar teocracias que pasen a llevar los derechos y las libertades de otros por tratarse del Islam.
-Sin embargo eres optimista en cuanto a la posibilidad de una reforma, ¿crees que se pueda separar el poder político del religioso?
-Como creo que las religiones son creadas por el hombre, pienso que si uno pudo concebir una idea debiese también poder modificarla y actualizarla. Veo musulmanes dispuestos a preservar aspectos religiosos del Islam porque son valiosos para ellos en el sentido de buscar la plenitud espiritual, pero cuando uno se adentra en lo político es necesario tener en cuenta el contexto histórico, y todo aquello que ya no aplica a nuestras vidas contemporáneas. Soy optimista de que hay más musulmanes que quieren reformas ahora que hace diez años.
-¿Y si lo proyectas a 50 años más?
-No lo sé, pero déjame decirte que dentro de la casa del Islam hay muchas diferencias y pugnas. Hay personas que buscan una modernización para transformar el Islam en una religión más humana y tolerante, y más amistosa con las mujeres. Pero también están los musulmanes de Medina que quieren retroceder al siglo VII, como Al Qaeda, Isis y otros grupos radicalizados. En esta batalla hay gobiernos como el de Arabia Saudita que tratan de implementar algunos cambios pero es un país que se quedó atascado en algún punto de la historia. Hay 1,5 billones de musulmanes que cinco veces al día se detienen a rezar mirando hacia la Meca, así de poderoso es Arabia Saudita. Por eso, si ellos cambian, tendría un impacto inmenso en el resto del mundo islámico. Han proporcionado tanto dinero a la promoción de grupos radicales que si sólo detuviesen ese financiamiento ya habría un cambio sustancial. Han estado subyugando a sus mujeres desde siempre y si las liberan también sería muy contundente. Sumas todo eso y te preguntas, ¿qué están haciendo los saudíes hoy? Y ves a un príncipe joven con apoyo popular y que está introduciendo modernizaciones, como que las mujeres puedan trabajar y manejar, y dejando entrar inversiones extranjeras al país. Si eso triunfa, en un mundo ideal, pienso que en 50 años las cosas serán tanto mejores para el mundo musulmán.
-¿Qué tan fuerte es la tendencia hacia una mayor apertura?
-En Indonesia, que es el país con mayor población musulmana del mundo, existen discusiones internas y creo que hay más fuerza por parte de corrientes modernistas. La sociedad indonesia, no así su gobierno, no se siente representada por la ley islámica. Dicen: «No somos así». Veo cambios positivos por ese lado. Pero todavía sucede en países como Arabia Saudita que hay regiones enteras bajo el yugo de la sharia, donde matan homosexuales o apedrean mujeres acusadas de ser infieles. Irán también es un país muy interesante, el gobierno es una república islámica, pero gran parte de la sociedad no quiere someterse a la sharia. Pueden ser musulmanes en el sentido espiritual. Ahí ha habido también un retroceso económico; cuando el presidente Obama hizo el pacto con Irán, la economía mejoró, pero ahora con el nuevo orden geopolítico, y la cancelación del pacto, la plata se está acabando y se ha levantado una fuerte oposición. No sé qué será mejor, y no quiero meterme en su política interna, pero la gente en Irán rechaza la sharia, la han vivido desde 1979 y no les gusta.

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Feminismo red carpet

 

-Tienes una posición dura en cuanto a migración, y has dicho que a veces los distintos valores no pueden coexistir. Ahora que vives en Estados Unidos, ¿cuál es tu posición respecto de la política migratoria de Donald Trump?
-Hablemos primero de migración en sí misma, gente que viene de países pobres. Creo que el debate migratorio que tenemos ahora se trata básicamente de países pobres. Tanto en Estados Unidos como aquí en Chile. No tiene que ver con el presidente de turno, sino con un gran número de personas tratando de instalarse en otro país. Si llegan ingenieros informáticos desde India a Estados Unidos para trabajar en un software, eso no genera mayor problema ni controversia. Pero cuando son muchas personas las que vienen de un país pobre y colapsan el sistema educacional,  de salud, cambian vecindarios completos, y a veces, no siempre, algunos inmigrantes trafican drogas o personas, entonces se generan grandes problemas. Desde mi punto de vista, el debate sobre migración en Estados Unidos era sano, porque es una sociedad que se ve a sí misma como un país de inmigrantes y  eso no era un problema. Pero ahora veo una discusión totalmente improductiva y eso me entristece. Miro también a Europa y pienso que éste es uno de los grandes asuntos del siglo XXI.
-Aquí en Chile se ha debatido si acaso la migración es un derecho humano.
-Creo que hay que limitar los derechos humanos a lo que son, entre más los expandimos solo pierden significado. Si vemos la declaración de derechos humanos de 1948, pienso que debiéramos quedarnos en ese primer borrador, porque cada vez que todo se transforma en un derecho humano, entonces resulta que nada es un derecho humano.
-El año pasado el movimiento #MeToo introdujo nuevos márgenes respecto de qué puede considerarse aceptable en cuanto al trato a la mujer, algunos de los cuales pueden cuestionarse ¾como lo plantearon las feministas francesas¾, pero al mismo tiempo no hay una crítica explícita a lo que ocurre con las mujeres en países musulmanes u orientales. ¿Crees que este feminismo de alguna manera es más frívolo o de alfombra roja?
-(Ríe) Feminismo red carpet, me gusta ese concepto. Absolutamente. No me parece que #MeToo responda a una reflexión profunda sobre la realidad que viven las mujeres comunes y corrientes en sus vidas. Por ejemplo, en Estados Unidos hubo una audiencia respecto del nombramiento de un juez, y la gente de #MeToo y algunas feministas se dedicaron a atacar a este hombre por lo que hizo cuando estudiaba en secundaria pero todos los días en las escuelas hay jóvenes adolescentes que son violadas y ocurren un montón de otros abusos. Una publicación en el Washington Post llevaba la historia de una joven violada en Texas; ella sabe quiénes fueron sus atacantes, los ha denunciado, existen evidencias y no ha pasado nada. Para mí #MeToo sería efectivo si realmente hablara del sufrimiento promedio de las mujeres en vez de preocuparse de crear normas cosméticas sobre cómo las mujeres y hombres se tienen que relacionar. ¿Cómo puedes dictaminar desde afuera la manera en que un hombre y una mujer deben relacionarse?  Cada relación es distinta y única y responde a un contexto. Creo que #MeToo partió desde una denuncia legítima sobre cómo los hombres se comportaban en su lugar de trabajo y se transformó en algo que ya no se trata de las mujeres.

«#MeToo sería efectivo si realmente hablara del sufrimiento promedio de las mujeres en vez de preocuparse de crear normas cosméticas sobre cómo las mujeres y hombres se tienen que relacionar. ¿Cómo puedes dictaminar desde afuera la manera en que un hombre y una mujer deben relacionarse? Cada relación es distinta y única y responde a un contexto»

 

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-¿Cómo sería un feminismo realmente comprometido para ti?

-Debiéramos hablar también de lo que otras culturas le hacen a las mujeres. En Asia se usa tecnología para determinar el sexo de los bebés en gestación y abortar a las mujeres. Entonces se trata de un asunto de vida o muerte. En países musulmanes siguen existiendo los matrimonios forzados, mutilación genital, matrimonios infantiles, eso es sufrimiento humano. ¿No debiera el feminismo preocuparse de eso? Es como cuando durante la Revolución Francesa María Antonieta sugirió pasteles para el pueblo francés a falta de pan. Eso hace #MeToo. ¡Es tan red carpet!

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[1] Publicado en holandés el 2006 y en inglés, con el título de Infidel, el 2007.
[2] Publicado en inglés el año 2010 bajo el título Nomad: From Islam to America: A Personal Journey Through the Clash of Civilizations
[3] Publicado en inglés el año 2015 bajo el título Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now